Capítulo 26. El doctor

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¿Las cosas adictivas son para probarlas y luego superarlas o para ignorarlas? Supongo que la primera, o no me explico por qué siempre caigo en la misma tentación, igual a una drogadicta que necesita su dosis

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¿Las cosas adictivas son para probarlas y luego superarlas o para ignorarlas? Supongo que la primera, o no me explico por qué siempre caigo en la misma tentación, igual a una drogadicta que necesita su dosis. Todavía cabe la posibilidad de que Cupido me esté empujando, ya sabemos que es un jodido bebe en pañales.

Mi cuerpo comenzó a despertarse de poco a poco, primero las quejas sigilosas, luego un movimiento fútil de los dedos de mis pies y al final un respiro profundo...bloqueado. ¡Algo aplastaba mi abdomen! De repente, las ganas de seguir durmiendo se habían esfumado y abrí los ojos de golpe, notando su brazo que me estaba rodeando la cintura y mis dedos entrelazados con los suyos. Me estaba poniendo de los nervios.

«¿Se quedó aquí?,¿Acaso está loco...?»

La habitación estaba iluminada por el sol resplandeciente con la intensidad de una epifanía. Su miasma persistía en el ambiente y el pánico me había acorralado al instante. Me quedé mirando el techo durante unos segundos, rememorando mis acciones y las consecuencias. Tuve que reconocer ante mí misma una verdad asombrosa: por más jodido que estaba todo, si él se hubiera ido después de habernos acostado, la decepción se hubiera implantado en mí.

Alejé mi mano de la suya, haciéndolo moverse y retirar su brazo para cambiarse la posición. Luego agarré el colchón con fuerza moviendo mis pestañas un par de veces para comprobar que era cierto y, cuando por fin realicé que lo era, metí mi cabeza en el colchón dando un grito ahogado.

«¿Podía pasar y otra cosa que empeorará más la situación? ¡No retes el karma, no retes el destino! Retira tus palabras...»

Me cubrí el cuerpo hasta el cuello con la sábana y con una reticencia infinita me giré lentamente hacia él. Me asomé a verlo en el dorso, desnudo, dormido complacidamente. Por primera vez había notado la longitud de sus pestañeas, el color dorado de su piel iluminada por el sol y unos ligeros rizos grandes naturales en su cabello. «Capullo del año adorable».

Tan imprevisible como la noche siguió el día, empecé a preocuparme a medida que pasaban los segundos contados por el tictac de su reloj que había dejado en la mesita de noche. Sabía muy bien que eso no debería haber pasado pero pasó. Igual, estaba consciente de que tenía que levantarlo y mandarlo a volar. Era mi cama y él estaba en mi cama. Desnudo y sexy.

—¿Por qué me estás mirando así?— demandó, sacándome de mis pensamientos, dándome un susto de muerte y tal vez notando que me había quedado con la mirada fija en él durante quien sabe cuánto tiempo. «Bravo, Milla.» Hazte la pendeja que te sale bien. «Si hay alguien que puede llevar ese papel, esa era tu hija.»

¿Ah?—me estaba matando con una mirada furibunda.

—¿Te encuentras bien?—repitió mirándome divertido hasta que empezó a reír. —Ven acá— me arrastró por el brazo, acercándome a él.

—¿Por qué estás en mi cama?—pregunté mientras deposité mi mano sobre su pecho, evitando un posible contacto físico indeseado.

—¿Realmente debo explicarte el porqué?—se burló de mí y mi respiración se volvió pesada, carcasa de electricidad.

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now