Cobardes

857 80 181
                                    

He vuelto. Gracias por los comentarios del anterior capítulo. Esta vez intentaré agradecer a todxs. Seguimos?

Capítulo IX: Cobardes

Aún me sucede. Hay días que creo que estoy mejor, que lo estoy superando, pero al cerrar los ojos las pesadillas regresan y siento que la muerte me pisa los talones a mí o a las personas que más amo. Despierto gritando, llorando, aterrorizada y no consigo ni siquiera respirar con normalidad. Me cuesta muchísimo volver a dónde estoy realmente. Si no fuera por mi tío creo que muchas veces acabaría por enloquecer de pánico…”.

 

Maite le dio al joven la misiva de esa mañana y vio a su tío regresar en ese mismo instante. Volvería del hogar de Don Liberto y Doña Rosina para ver cómo se encontraba Susana. El caso era que el matrimonio de Armando con quién fuera su instructora se había deteriorado visiblemente y, con la excusa de que quería dormir una noche completa, la mujer se había mudado, de forma temporal, con su sobrino.

-Tío, ¿no ha logrado convencer a su esposa para que regresé a la casa?

Armando la miró y sonrió -No he ido con ese objetivo, aunque algo me dice que le hubiera gustado – confesó rascándose la cabeza – he ido a preguntar si necesita alguna cosa mas para enviársela.

-¿No tiene pensado arreglarlo? – consultó la morena siguiéndolo dentro.

-¿Ya has enviado tu misiva de hoy? – preguntó el hombre acercándose a la mesa y mostrándole las tazas como señal de su intención de tomarse un café junto a ella.

-Sí, recién, pero no cambie de tema – insistió Maite - ¿no va a arreglar las cosas con su esposa?

-¿Y tú no irás a verla de una vez y por todas? – replicó Armando – lleváis como una semana con las cartas. ¿Cuánto más vas a esperar?

-No me parece conveniente ir ya, apenas estamos retomando el contacto. Me extraña que un diplomático no lo entienda – respondió Maite sirviendo el café.

-Cobardes – comentó Armando sin despeinarse con el comentario y sonriendo al ver el gesto de indignación en su sobrina. No era cobardía, se intentó convencer. Era una cautelosa contención.

-Y me lo dice el hombre que prefiere seguir durmiendo en soledad a arreglar sus diferencias con la mujer que quiere – picó ella con una expresión aguda.

-Bien se sabe en el oficio que si un acuerdo no beneficia a las dos partes, difícilmente sea un buen acuerdo – comentó el hombre sentándose y colocando un terrón de azúcar a su taza – tu tía Susana sabe cuáles son las condiciones y, créeme, lo que pido no es en ninguna forma inapropiado. Alguien que dice amar a otra persona le debe a su familia y entorno, sino preocupación sincera, cuando menos una dosis de cortesía.

-Supongo que eso es cierto – admitió Maite – aunque sigue sabiéndome mal.

Su tío negó con tranquilidad – Hija, la familia es más importante que las habladurías, incluso que las creencias – reflexionó – me costó un error grave y sus consecuencias entenderlo, pero no pienso volver a repetir. ¿Qué menos que mi esposa me permita hacer honor a mis convicciones? – la morena sonrió con una enorme gratitud a las palabras de su tío. Era un hombre noble, sin dudas – Y, de esta forma, Susana dormirá mejor que es lo que tanto la incordiaba de compartir esta casa conmigo y mi familia.

-Lo tengo en vela continuamente – Maite se sintió apesadumbrada por provocarle a su tío tantas contingencias, tanta preocupación – cuando creo que lo estoy consiguiendo, vuelve.

RenacerWo Geschichten leben. Entdecke jetzt