Matar a Beatriz.

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Gabriela

Ya hace horas que me desataron y por mas que mire y mire la ventana o la puerta, no se me ocurre como salir de aquí. El problema es que están blindadas -cortesía de la casa de un Alfa- y la verdad que ya me estoy desesperando. Ver como se me pasa mi juventud encerrada en esta maldita habitación me agobia y a la vez me pone muy triste. Extraño mi vida antigua, extraño a los que eran mis abuelos, extraño jugar con mi prima en el viejo y descuidado jardín, echo de menos el despertar con la ligera luz que asomaba mi ventana todas las mañanas, y sobretodo extraño ser libre.

El encierro me ha hecho reflexionar acerca de la vida de antes. Como la mujer antiguamente se tenía que casar a la fuerza con un completo desconocido, hasta a veces 20 años mayor que ella, sin amor, sin cariño, sin ningún tipo de sentimiento, y lo peor es que en el momento de pisar fuera de la iglesia, terminaba su libertad. Esa libertad que me recuerda a un pajarito encerrado en una jaula recordando como de maravilloso se veía el mundo desde la altura. Así me siento, un pajarito encerrado.

Ya se había hecho de noche. Se oían gritos desde la habitación. Hasta que escuche la puerta abrirse, sin tocar primero.

- He vuelto principessa - y su voz hizo eco en toda la habitación.

Lo miré sin expresión, no entendía que hacía tan pronto aquí ni porque no avisó ni nada por el estilo.

Se acercó a mi y me agarró de la cintura antes de que yo pudiera apartarme. Su maldito olor recorría mis fosas nasales, estremeciendo cada parte de mi ser y recordándome a quien le pertenezco.

Besó mi marca suavemente y luego repartió varios besos por mi cuello y mandíbula sin darme lugar a reaccionar. Estaba congelada con su toque, de un momento a otro sus besos me produjeron deseo y placer. La maldita marca me palpitaba a modo de querer que cada vez su toque se intensificara hasta llegar al punto óptimo del placer total. Sentia que había perdido mi control propio, no podía soltar palabra, solo gemidos suaves que le daban pie a seguir.

- Veo que me has echado de menos - me dio un último beso y me miró fijamente - yo también a ti amor - se dirigió a la puerta del baño y escuche el agua salir.

Cuando salí de mi trance me percaté de que no había cerrado la puerta de la habitación y eso significa que por fin podría salir de ese enfermizo encierro que pareció cuarentena.

Eché un vistazo al pasillo para cerciorarme de que no habían moros en la costa. Salí apresurando mi paso hacia la escalera cuando vi a Coral llegar, la abracé efusivamente y luego hablamos en su habitación de todo lo que había pasado últimamente. Yo sabía que ella tenia completamente prohibido entrometerse en alguna de las decisiones de Jacob y más cuando se trataba de mí, por lo que no la culpé por no haberme intentado ayudar.

Cuando salí de la habitación de Coral, bajé a la casi renovada cocina ya que moría de hambre. Cuando llegué al umbral de la puerta un animado Jacob estaba hablando con su asquerosa hermana. Entré sin saludar y me dirigí a la encimera para empezar a hacer mi cena.

- Deja eso Gabriela, para algo tenemos empleadas - me espetó Jacob luego de un espontáneo silencio producido por mi presencia.

Hice caso omiso a sus palabras y seguí preparando mi deliciosa cena. Estaba a punto de salir cuando me tropecé con una demacrada Betty.

Esta al verme me tiró el plato con mi cena al suelo de un manotazo y  luego de eso me golpeó con su fuerza lobuna en la mejilla haciéndome caer. El olor a alcohol barato se expandió por toda la cocina.

La caída me dejó confundida, vi destellos y escuche voces que se alejaban. Me agarré la cabeza que se me estaba quebrando con el dolor. Sentí unos brazos agarrarme y sentarme. Ya no distinguía voces sino gritos.

- Estas malditamente loca Beatriz - un enojado Jacob empujó a Betty afuera y esta comenzó a gritarle cosas sin sentido, fruto de su ebriedad.

Erick me hablaba esperando mi respuesta sin embargo yo no podía especular palabra alguna. A momentos se me nublaba la vista y los destellos se sustituían por oscuridad.

Narradora

- ¡Tú me dijiste que nunca la amarías Jacob! Esa estupida humana me las va a pagar...la voy a matar - gritaba sin cesar Betty mientras Jacob intentaba controlar su furia y no matarla.

Mientras Gabriela intentaba recobrar la consciencia, Coral y Erick la sujetaban.

Jacob echó de la casa a Betty y su amiga le reprochaba el haberlo hecho. En ese momento el salón de la mansión era una auténtica jungla de gritos y angustia.

Gabriela lejos de recobrar el sentido se desmayó debido al fuerte golpe que recibió en su cabeza. Jacob haciendo oídos sordos a los reproches de su hermana, agarró a Gabriela y la subió hasta su habitación, dejándola en la cama y examinando su craneo en busca de alguna herida. El olor a sangre humana era insoportable.

Lo más rápido que puedo llamó al doctor de la familia, el cual no tardó ni 10 minutos en llegar. Jacob miraba impaciente al doctor mientras este examinaba la herida abierta de Gabriela, de su boca salían resoplidos desesperados y la rabia que sentía por Betty se intesificaba. 

- Me temo que el golpe que recibió en la cabeza al caer le ha dejado algunas secuelas leves que se iran con el pasar del tiempo, como por ejemplo mareos, lagunas mentales y puede que alguna que otra vez se sienta perdida y no sepa reaccionar ante alguna situación- estipuló el doctor a Jacob, que se encontraba acariciando la cabeza de Gabriela - le dejaré estas pastillas para los fuertes dolores de cabeza que tendrá en las próximas 24 horas y estas otras para sus posibles ataques de ansiedad - le dejó las dos cajas de pstillas en la mesita de noche, se despidió del Alpha y salió.

Erick y Coral entraron a la habitación en cuanto el doctor salió. Se encontraron a un Jacob desolado que solo miraba a Gabriela esperando que pronto despertara.

- ¿Qué dijo el doctor? - preguntó Erick mientras agarraba del brazo a Coral, intentando que no se acercara a la escena de Jacob, evitando un insulto o algo peor.

- Dile a mis hombres que busquen a Beatriz y que la encierren en los calabozos del pueblo - estipuló  Jacob sin dirigir la mirada a su beta. 

Tras esto, los dos capataron la tentativa de Jacob y se retiraron de la habitación, cumpliendo su orden. 

Jacob pasó las horas acariciando la cabeza de Gabriela, sin despegarse ni un minuto de su lado, esperanzado de que ella abriera sus ojos y le dijera que se sentía estupendamente para así apartase de su lado y lograr su cometido; matar a Beatriz.

Estúpida HumanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora