Desobedencia.

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Gabriela

Jacob se quedó paralizado unos segundos, seguramente muerto de rabia por dentro. Él no está acostumbrado a que le dé este tipo de contestaciones.

Al día siguiente ellos estaban haciendo sus maletas para irse a ese viaje de negocios. Ayer por la noche había hablado con Coral, me dijo que las cosas con Erick estaban muy mal, que tenía el corazón roto de lo mal que él la trataba y muchos más desamores que llorando me confesó. Al final solo puede concluir en que esos dos lobos tienen algo de parecido y en que mi prima hacía bien en distraerse.

Estaba en mi habitación, acababa  de salir del baño, cuando Jacob ya estaba en mi cama sentado, mirándome expectante.

- Me vine a despedir de ti principessa - se levantó y se acercó a mí.

- Te podías haber ahorrado el esfuerzo - le contesté mirándolo fijamente, atenta a cada peligroso movimiento que él comenzaba a hacer.

Me agarró de la mandíbula, cosa que ya se le hacía costumbre al parecer.

- Te amo pequeña, ya no puedo pensar en nadie más que en ti - me besó salvaje sin dejarme tiempo a reaccionar.

Me removí incómoda queriendo que me dejara, pero Jacob al contrario me obligaba cada vez más a pegarme hasta que me tiro a la cama.

Intenté salirme y ponerme de pie pero él claramente fue más rápido y me acorraló entre sus dos brazos. Lo miré de la manera más agresiva que pude.

- Cuando entenderás que aquí se hace lo que yo digo, y que sí he permitido que hayas hecho tantas cosas malas, como hablar con Ivor a escondidas ha sido porque esperaba que te dieras cuenta y dejarás de hacerlo... - miró hacia otro lado en el vacío - pero ya veo que te agrada mucho ese chico - sus ojos empezaron a cambiar de color, y eso sí que me daba miedo.

- No me puede privar de algo que me gusta hacer - mi voz se comenzó a quebrar a medida que su cuerpo se iba tensando - no hago nada malo con Ivor, él es mi amigo y ya está - se rió sarcásticamente.

- ¿Tu amigo? si claro, será tu amigo con derecho - se siguió riendo - no creo que seas tan ingenua para no saber que le gustas y que quiere hacerte su mujer, pero no lo voy a permitir así que en estos tres días que voy a estar fuera, te vas a quedar en la habitación y no vas a recibir llamada alguna que no sea la mía - lo miré incrédula, ahora en vez de miedo me daba rabia.

Intenté apartarlo y empecé a gritarle.

- Estas loco si piensas que te voy a obedecer , ¿por qué no me dejas simplemente en paz y te olvidas de que alguna vez me conociste? ¡quédate con tu lobita Betty seguro que ella te va a hacer más feliz que yo! - cuando por fin se apartó, me dirigí lo más rápido que pude a la puerta, pensando que tendría alguna posibilidad de huir y que le fuera imposible encerrarme.

Que ingenua que fui al infravalorar su agilidad y velocidad. Me volvió a agarrar, esta vez con más fuerza. Este era el Jacob del principio, el que no me gustaba.

- Aprenderás a respetarme Gabriela, y me serás fiel y me obedecerás - mientras me removía en su agarre me besó de nuevo a la fuerza, así que le mordí el labio, hasta tal punto que pensé que le había extirpado un trozo.

Él me soltó bruscamente y sus ojos ya eran de color rojo. El miedo empezó a recorrerme todo el cuerpo, me sentía una hormiguita en una autopista. Retrocedí como pude hasta toparme con el borde de la cama, él se acercaba y yo ya estaba pensando en que me iba a pegar, y me iba a dejar el labio como yo se lo dejé a él con la diferencia de que a mi no me se cura en 5 minutos.

- Te vas a quedar aquí y no me importa nada de lo que digas, no quieres por las buenas, me parece genial porque a mí me encanta por las malas - y con eso salió por la puerta.

A los pocos minutos escuché la cerradura cerrarse y comencé a llorar. ¿Por qué Jacob no podía ser como Ivor?.

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Después de llorar desconsoladamente durante un largo tiempo, una de las nuevas chicas de servicio me trajo la comida.

- ¿Sigue Jacob en la casa? - le agarré el brazo esperando a que me contestara. Pero no recibí respuesta.

Así pasé todo el día, viendo televisión y preguntándome la razón de porque Jacob no podía querer sanamente.

A la mañana siguiente, me despertaron cuando me trajeron el desayuno pero esta vez entraron el mastodonte y la sirvienta, sin haberme antes preguntado.

- Señorita, el señor Jacob quiere que le atienda por teléfono -.

Miré el teléfono en la mano de aquel hombre grande. Y se me ocurrió la idea de cogerlo y encerrarme en el baño, llamar a Ivor y que me viniera a buscar. Era un plan genial y digo era porque la señora que no era la misma de ayer ya me estaba amarrando las manos al cabecero mientras el mastodonte me ponía el teléfono en la oreja.

- ¿Gabriela? - la voz de Jacob retumbó en mi oído. Y me dieron muchas ganas de gritarle que parara que así nunca le iba a querer, sin embargo me callé, si quería no podía hablar conmigo - Gabriela déjate de tonterías, siento tu respiración... o..¿ es que acaso no piensas hablar conmigo? - se rió - si ese es tu plan, déjame decirte que es un plan estúpido porque por cada desobediencia te voy a ir quitando un poco más de libertad- .

Se escuchó silencio al otro lado de la llamada, al igual que en la habitación donde solo miraba a las paredes. No le iba a contestar por más que me dejara encerrada.

- Esta bien, esta claro que eres muy tonta niña. A partir de ahora ordenaré que te quiten la tele, y que te amarren desde la mañana hasta la tarde. Si quieres hacer tus cosas ya sabes, como una perrita a la que le enseñan a hacer sus necesidades solo cuando está en la calle - sus palabras me dieron asco, pero seguro que eso no lo iba a hacer, no se atrevería a dejarme tanto tiempo atada.

El mastodonte me quitó el teléfono de la oreja y la señora me dejó la comida en la cama, pero me había dejado amarrada. Después entró otro de sus empleados y se llevaron la tele. Yo no rechistaba, todas las cosas que Jacob me hacía iban a tener repercusión.

Estúpida HumanaWhere stories live. Discover now