Te rechazo

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Gabriela

Las 4:30 de la tarde. Ivor ya tiene que estar por llegar a la parte de atrás de la mansión, tal y como teníamos planeado.

Los guardias hacen el cambio a las 4:35, por lo que sería fácil pasar desapercibido y esconderme entre los arbustos para luego escabullirme por un hueco que hay en la verja.

Baje al salón donde se encontraba Jacob con Erick hablando de cosas triviales. Solo tenía 5 minutos para lograr mi cometido.

- Ay que mal me siento - fingí un dolor de barriga - creo que me tendré que quedar toda la tarde encerrada - los miré, y ellos a mi, uno serio y el otro preocupado, no diré quien es quien...

- Pídele a las cocineras algo caliente para que se te pase - Jacob asomó una sonrisa burlona, no me estaba creyendo nada.

Fingí una arcada, fui corriendo al aseo principal y tosí como si estuviera vomitando. Cuando salí Erick me preguntaba si me encontraba bien y yo le respondí que no, mientras subía a mi habitación.

Una vez los perdí escaleras abajo, salí por una puerta que da a la lavandería bajando unas escaleras desde el segundo piso. Estar tanto tiempo encerrada y aburrida en esta mansión da sus frutos. Luego corrí hacia la puerta que daba al patio trasero, donde las mucamas tienden la ropa lavada.

Sólo me quedaban unos dos minutos para el cambio de guardia, desde mi lugar podía observar como todavía muchos de ellos seguían en sus puestos.

Pensarán que cómo es que no me iban a oler, si soy humana. Lo cierto es que hasta el otro día me enteré que una vez he dejado mi rastro por toda la mansión se acostumbran a mi olor y lo asimilan como algo normal, que está en el ambiente, es decir, significa que estoy por la mansión.

Por ello me he encargado de dejar mi olor por todos los rincones posibles.

A falta de un minuto, me quite las sandalias que llevaba puestas para correr lo más rápido que mis pies me permitieran hacia los arbustos contiguos a las vallas.

Corrí con la esperanza de llegar y ser feliz por una tarde junto con Ivor. Llegué justo cuando el guardia más cercano a mi se situaba en su puesto de vigilancia. El agujero estaba a tan solo unos pocos metros. Me fui acercando poco a poco sin hacer mucho ruido con las ramas que crujían a mi paso. Ya podía escuchar el ruido del motor del coche de Ivor quien acababa de llegar.

Cuando divisé el coche al otro lado del agujero, en la carretera, me cercioré de que ningún guardia miraba para luego correr igual que antes.

Llegué e Ivor sin siquiera saludarme apretó el acelerador a toda velocidad para huir cuanto antes de la mansión.

- Hola - salude mientras me ponía la mano en mi pecho agitado por la adrenalina.

- Hola preciosa - me miró y me dio una de sus sonrisas dulces - espero que estes preparada para pasar la mejor tarde de tu vida - me guiño el ojo.

- Y yo espero que te haya gustado mi regalo - le regale otra sonrisa.

Con una sola mano en el volante, levanto la manga de esta, para enseñarme el reloj que le había regalado. Sonreí sincera.

- Es el mejor regalo que me han hecho nunca - miró hacia un lado cuando nos paramos en un stop - pero... - lo miré - el chocolate llegó derretido - soltamos una carcajada cuando puso una cara de disgusto.

- Bueno, al menos sé que después de todo lo has recibido a tiempo - miré hacia el frente cuando unos coches pasaron hacia el lado contrario.

Juraría que los había visto en algún lado.

Desvié la mirada al retrovisor derecho.

El mismo coche que acababa de pasar.

Y otro igual se acababa de incorporar a nuestra vía.

De repente el coche que acababa de incorporarse frenó en seco.

- Pero que cojones - soltó Ivor, nunca lo había escuchado decir una palabrota.

Del coche salieron unos hombres de negro, totalmente, tenían cada uno una M4 debajo del brazo.

Me quedé helada y me aferré al brazo de Ivor presa del miedo, no me podía creer que todo se iba a torcer y de qué manera.

Lo miré y me miró, tenía los ojos rojos como el fuego, se bajó del coche con ese aire de superioridad que le caracterizaba, tenía las manos hechas puño y la quijada estaba perfectamente cuadrada por la presión.

- Jacob...- susurró Ivor a mi lado - ¿esto acaso era una trampa? - me soltó de su agarre de forma brusca.

- ¿Qué? - lo miré incrédula - ¿cómo puedes pensar así de mi?  Después de todo lo que he hecho - nos miramos fijamente y pude distinguir la confusión en su mirar.

De repente unos golpes nos sacan del trance en el que nos encontrábamos.

Coloqué el seguro, nada me iba a separar de Ivor ahora que por fin podría ser libre y feliz.

Nada, salvo el puño de Jacob rompiendo la ventana del coche y rompiendo literalmente el sistema de seguridad de la puerta.

Me salió un pequeño grito por el susto. Abrió la puerta y me sacó a la fuerza, a pesar de las patadas y puñetazos en vano que le intentaba propinar.

Me agarró como si fuera un saco de papas y me empujó al coche del que se bajó, luego dos gorilas que tenía como mastodontes se posicionaron cada uno a un lado.

- Si intenta salir, amárrenla - fue lo último que dijo Jacob antes de cerrar la puerta.

- ¡Jacob!...¡JACOB! - grité varias veces su nombre también en vano, cuando escuché un disparo.

Mi corazón dejo de latir por unos segundos. Me giré con toda la fuerza que mi cuerpo podía ejercer, ignorando las advertencias de los guardias.

Solo llegue a ver como le ponían a Ivor un saco en su cabeza y lo metían a golpes en el coche que iba detrás del suyo.

- Esta vez si que no vas a volver a ver la luz del sol - Jacob se giró hacia mi una vez se había sentado en el asiento del copiloto, su mirada me helaba la piel.

- Te odio - susurré.

Él me miró, pero no dijo nada, simplemente dio la señal para que los coches se pusieran en marcha.

Una vez en la mansión supliqué, pataleé y lloré para que Jacob no lastimara a Ivor. Mis gritos y llanto se debieron escuchar por toda la casa, sentía una impotencia terrible de no poder hacer nada más que esto, arrastrarme por la vida de la persona que casi me devolvía mi libertad.

- Gabriela - por fin me respondió después de tanta suplica, lo miré esperanzada - dime mejor como prefieres que lo mate, de manera lenta y que sufra o algo rápido como un disparo directo en la sien - sonrió de lado y yo solo quise matarlo.

No le importaba tener la vida de alguien en sus manos. Me dolía el lazo, la conexión con Jacob me ardía, me irritaba y me estaba volviendo loca.

- Por favor, Jacob, si me quieres, no lo hagas, déjalo libre y te prometo que nunca más sabrás de él, nunca más me acercaré a él, por favor - me arrodillé en el piso, delante de sus piernas.

Me miró desde arriba, un destello de lástima pasó por sus ojos para luego convertirse en rabia. Sus ojos cambiaron de ámbar a rojo.

Me levantó por los hombros.

- Por supuesto que nunca más volverás a saber de ese imbécil, de eso me voy a encargar ahora mismo - giró sobre si mismo para encaminarse hacia la puerta que daba al sótano.

La desesperación al no poder parar la situación me llevó a la decisión de mencionar las palabras que tal vez podría llegar a matarnos, sin embargo, presa de la rabia y la impotencia, salieron de mi boca con furia y ansias.

- Te rechazo, te rechazo... ¡te rechazo! - se paró en seco antes de cruzar el umbral de la puerta y un dolor insoportable se instaló en mi pecho.

Estúpida HumanaWhere stories live. Discover now