Necesidad

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Gabriela

Iba en el coche con Ivor, hacía rato que habíamos perdido de vista a los mastodontes. Miré el reloj en la pantalla del coche, las cuatro y cuarto. Jacob tendría que estar tirándose de los pelos pero no me importaba, ni él, ni el castigo que iba a recibir después seguro.

Miré por la ventana, distraída en mis pensamientos.

- Gabriela... no quiero ser imprudente, pero me puedes contar todo lo que quieras, soy de confianza, y tú... - se rió un poco captando mi atención- me das ternura - lo miré con una pequeña sonrisa.

- ¿Que quieres que te cuente? - bajé el volumen de la radio.

- Pues... como es tu vida, que te gusta hacer, tus gustos gastronómicos o tu ocio - mientras manejaba me iba mirando de reojo.

Me quedé pensando. Casi siempre me había dado vergüenza hablar con la gente, por el hecho de que yo no era buena entablando conversaciones.

- Pues a ver, me gusta mucho leer y... cocinar - noté como nos desviamos a una carretera de tierra - tengo muchas comidas favoritas pero a decir verdad lo que más me puede es el chocolate y bueno me gustan todos los géneros musicales salvo alguno artistas de estos. Y tengo muchas manías - me reí y él también lo hacía conmigo.

Me sentía muy cómoda con su presencia, me transmitía confianza y tranquilidad.

Cuando por fin divisé algún signo de civilización entre tanta naturaleza me encontraba rodeada de muchas casitas con cierto parecido a la manada. Habían muchos niños, un parque enorme y a medida que avanzábamos pasamos por calles repletas de gente de todas las edades. Se veían felices.

- ¿Te gusta lo que ves? - preguntó cuando estacionó el coche.

- Es todo muy bonito, se parece a la manada - le respondí cuando al igual que él salí del coche.

- Es mi manada - miró hacia todos lados, buscando algo o alguien.

- Oh...es preciosa - sonreí nerviosa.

- Ven, vamos a conocerla- dijo agarrándome de la mano.

Pasamos las horas en la manada, hablando con la gente y jugando con los niños. Al parecer Ivor era muy querido aquí, y no me extrañaba puesto que siempre ayudaba a quien lo necesitaba. Me agradó mucho conocer esa parte de él.

Estaba anocheciendo, a decir verdad no quería volver a la mansión, me sentía tan bien con Ivor que hasta pensé en pedirle que me dejara dormir en su casa.

- Gabriela, tenemos que irnos - Ivor me sacó de mis pensamientos mientras un señor mayor cerraba las puertas de la cafetería en la que hace unos minutos estábamos riendo.

- Me lo he pasado muy bien hoy -le sonreí y él se acercó - gracias por hacer que me distraiga de todo, aunque solo haya sido por una tarde - le miré.

- Siempre que lo necesites puedes contar conmigo Gabriela - me sonrió y yo le hice el mismo gesto.

Estábamos en el coche cuando la luna apareció. En la radio sonaba la canción de "I love you" de Billie Eilish, una de mis favoritas.

- ¿Donde está tu casa? ¿En la manada? - pregunté.

- No, yo vivo a unos kilómetros de la manada, en un bosque profundo - me miró por unos segundos - un día te llevo si quieres - me guiñó un ojo.

- ¿Es muy bonita? - me acurruqué en el asiento, el frío empezaba a notarse.

- Pues...no es más bonita que la tuya pero ha sido la casa de mi familia durante mucho tiempo así que está llena de amor, supongo que eso la hace más bonita ¿no? - respondió mientras ponía la calefacción.

Estúpida HumanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora