Mates (desgraciadamente)

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Gabriela

Al final acabamos en el coche con estos dos, por cierto, buen coche.

Casi nos arrastran y el director no se impuso. No han dicho nada, el chico bajito está medio nervioso y el Alpha solo conduce con la mandíbula apretada, lo dicho, ¡que carácter!

– ¿Cómo se llaman?– No puedo estar llamándolos desconocidos– ¿Hola?.

– Cállate – solo lo dijo en un medio susurro y ya me entró el miedo.

– ¿No sabes decir otra cosa? – me reí queriendo romper el hielo y Coral que está muerta de miedo a mi lado me dio un codazo con un mueca de que me callase.

El chico bajito se giró hacia nosotras, miró a Coral y se le salió una media sonrisa. Confirmamos sospechas.

– Yo soy Erick – miró hacia el Alpha – y él es el Alpha Jacob.

Éste aceleró más e hizo que los tres nos colocaramos mejor.

– ¡Que carácter tienes chico!– Coral me miró incrédula y Erick se dió una palmada en la cara.

Jacob paró en seco el coche e hizo que casi volcaramos.

Se giró hacia mí con furia.

- He dicho que te calles – me miró a los ojos, los tenía rojos, llenos de furia.

El miedo recorrió cada parte de mí.

Miró a Coral.

– Mantenla callada tu qué sabes estarlo– lo dijo señalándola.

Coral solo asintió repetidamente mientras unas gotas recorrían su rostro.

Cuando Erick se dió cuenta casi destartala el coche intentando moverse hacia ella.

– Alpha la estás asustando – lo dijo casi con súplica.

Jacob siguió conduciendo mientras que Erick miraba preocupado a Coral.

– Duerme Coral, necesitas tranquilizarte– le dije mientras acariciaba su brazo derecho.

Ella solo me miró. En sus ojos estaba el miedo en persona.

Me quedé callada todo el viaje.

No sé cuánto tiempo pasó pero me quedé dormida. Sentí el coche pararse y unos brazos fornidos cogerme y caminar conmigo.

A los minutos sentí como subían las escaleras conmigo en brazos y como me dejaban en una cama, una cama pequeña y para nada suave, de hecho super incómoda. Juraría que hasta puse una mueca.

Escuché la puerta y el seguro cerrarse.

¿Qué?

Me levanté tan rápido como pude y escuché gritos, gritos de Coral.

Yo también grite y palmeé la puerta, hasta que sus gritos cesaron.

¿Qué le hicieron a mi prima?

No paré de gritar, llorar y darle patadas a la puerta, hasta que me cansé y me quedé dormida en el suelo.

Cuando desperté estaba oscuro, solo se veía la luz de la luna a través de la ventana y de alguna que otra farola del patio. Me asomé y divisé una gran extensión de campo, habían árboles, miles de tipo de flores y a lo lejos una fuente con rosas alrededor.

Vi a un hombre con traje de jardínera. Estaba recogiendo unas cosas en el suelo del patio.

– Eh! Señor, ayúdeme!! Me tienen encerrada ¡por favor!– no paraba de agitar los brazos – ¡Por favor señor jardinero!.

Se giró hacia mí y me miró confundido, luego apartó la vista y se fue.

Mierda.

Miré la altura, es un segundo piso. Si salto me romperé algo seguro pero no moriré ¿no?.

Busqué posibilidades, alternativas y encontré una tubería un poco más alejada de mi ventana.

Bien, esto será fácil.

Me subí al borde de la ventana y estiré mi pie derecho hacia uno de los palos que sobresalía de la tubería.

Suspiré e intente relajarme, mi abuelo decía que las cosas te salen mejor si estás relajado.

Cuando estaba a punto de colgarme el jardinero volvió a salir y al ver la escena grito a todo pulmón.

– ¡La señorita se escapa Alpha Jacob!– entró repitiendolo.

Jardinero traidor.

Intenté bajar lo más rápido posible pero en menos de lo que canta un gallo ya estaba ese gruñón por fuera, mirando fijamente mis movimientos y con los brazos puestos en jarras.

– Venga, baja a ver si puedes – emitió con burla.

Ah no, a mi no me retes.

Confíe en mi fuerza y me agarré completamente a la tubería, poco a poco iba descendiendo aunque clavándome los palos de la tubería y haciéndome daño.

Me costaba agarrarme y paré. Miré al cielo y volví a bajar, sentí un dolor muy fuerte en las pantorrillas y cuando miré tenía sangre.

– Huelo tu sangre, te pasa por terca y desobediente – se volvió a pronunciar Jacob.

– ¡Tú no me has dado ninguna orden!– grité intentando mirarlo y cuando me di cuenta ya tenía a unas cuantas personas de espectadores.

Genial, que vergüenza.

Cuando terminé de bajar y toque el suelo me senté y lamente haber hecho semejante estupidez, tenía los pantalones rasgados y llenos de sangre.

Jacob se acercó a mí y como si fuera un perro. Me levantó por un brazo y me arrastró a dentro de la casa.

– Me lastimas – me quejé.

– No me importa, aprende a obedecer y no te pasará esto – ejerció más fuerza en mi brazo.

– No me has dado ninguna orden – repliqué.

Se paró en seco y por segunda vez sentí el miedo recorrerme. Él era más alto que yo y mucho más fuerte, me miró de arriba a abajo con asco y después me miró retante a los ojos.

Tiene unos ojos hermosos.

Casi me babo hasta que su voz sarcástica me devolvió a la realidad.

– ¿Eres tan estúpida que ni siquiera sabes razonar?– ¿Que me ha llamado?.

Le puse mi mejor cara de enfadada y se rió en mi cara. A carcajadas.

– ¿Acaso piensas que si te pones así me vas a dar miedo o algo?– se siguió riendo y la furia creció en mí.

Estaba por hablar cuando me interrumpió.

– Para que lo entiendas esta vez no quiero que salgas de la mansión y a ser posible no quiero verte por la casa, quédate quieta en tu maldita habitación y no salgas a no ser que yo te lo diga – dijo totalmente serio.

¡Que habilidad!

Estaba por volver a hablar cuando me volvió a interrumpir.

– Y si vuelves a hacer alguna estupidez no dudaré en castigarte – me agarró el mentón – y créeme que no te gustará nada – y con eso siguió caminando hasta la maldita habitación, la abrió y me metió ahí de nuevo encerrandome.

La diferencia es que ahora la ventana estaba cerrada. Y no había nada con que curarme las heridas.

No sé apiadó ni un poquito de mí.

Estúpida HumanaWhere stories live. Discover now