Recuerdos

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Recuerdos de mi infancia llegaron a mí. (flashback)

Una familia se acaba de mudar a la casa de al lado, mi prima y yo estamos atentas en la ventana curiosas por si por fin podremos tener una amiga vecina y hacer pijamadas como las hace Bea. Nunca nos invita, pero siempre va todo el mundo. Se bajan del coche una señora y un señor bajito, y por la parte de atrás un niño de nuestra edad, es muy guapo, y tiene una sonrisa preciosa.

Miró a Coral que todavía espera una respuesta, y después vuelvo a mirar a Gonzalo, creo que así se llamaba.

Me acerco a Coral y le susurro

- ¿ Te acuerdas de Gonzalo? Nuestro vecino al que le tirabamos aviones de papel por la ventana y nunca los leía - se quedó pensando.

- Gonzalo el guaperas de clase, ¿el que te rechazó unas cuantas veces? - vaya, pensé que no se acordaría de ese detalle <<insignificante>>.

Y sin esperarlo, Coral, como si todavía fuera la misma niña de aquellos tiempos de antes, lo abrazó. Gonzalo se quedó pálido ante aquel gesto tan espontáneo y yo no pude evitar reír.

- Gonzalo somos tus vecinas queridas ¿te acuerdas? Ella es Gabriela y yo Coral, la que siempre llevaba gaseosa al colegio -

- ¿La misma Coral que cayó en la fuente cuando estaba huyendo de una cucaracha? - Parece que recordó ese momento cuando se echó a reir - Ese día fuiste el boom del colegio eh - le dio unos golpecitos en el hombro.

A Coral se le quito la sonrisa de la boca y otra vez, no pude evitar reír cuando entonces...

- Tu también fuiste el boom cuando rechazaste a Gabriela delante de toda la cafetería - la mire con mi peor mirada - ahora no te ries eh Gabriela -.

- Si yo hubiera sabido que Gabriela se iba a poner asi de bonita no la hubiera rechazado - me guiñó el ojo y me sonrió pícaro.

- lo siento pero no quiero que me quieran por mi físico guapo -

Los tres reimos cuando otra llamada llego al móvil de Coral, se puso seria y a la vez preocupada.

- Es Jacob - la miré y mire a Gonzalo.

Tenía miedo, pero no me iba a doblegar, el no tenía el derecho de decir que yo soy su mujer y después hacer quien sabe que con otras mujeres.

- No contestes, ya nos vamos de todas formas - Coral colgó.

Miramos a Gonzalo que estaba extrañado por la situación, nos dimos los números y nos despedimos.

Cuando llegamos a la entrada del hotel eran las 4 de la madrugada, había mucho ambiente para ser esa hora y por suerte no nos encontramos a Jacob y a Erick en el camino de las habitaciones, pero nadie nos podía librar de lo que nos esperaba.

Nos deseamos suerte, nos dimos un abrazo de buenas noches y cada una se fue a su respectiva habitación.

Cuando entré, encontré a Jacob sin camisa, sentado en el sillón que estaba al lado del balcón, fumando.

Al mirarme vi fuego en su mirada y pude sentir la tensión en el ambiente. Tenía los ojos rojos, pero no me iba a doblegar, no todavía.

Se levantó, apago el cigarro en el cenicero y se acerco lentamente a mí.

Me dio la impresión de que empezó a oler, estaba a unos cuantos metros de mi, me miraba como un depredador a su presa y en ese momento yo me sentí carne de cañón.

- ¿Te divertiste? - me pregunto con esa voz característica suya, imponente y profunda.

Hice un esfuerzo por soltar el nudo de mi garganta y contestarle.

- Como nunca antes - no se de donde saque el valor de decir esas palabras.

Me miró y se acerco más a mí, yo estaba paralizada, sacó a relucir sus colmillos, se poso en mi cuello y fue trazando un camino imaginario con ellos. Empecé a temblar, el me hacía tener miedo.

Me agarró de la cintura y con una fuerza inhumana me tiro a la cama, como si de un paño me tratase. Me hice daño en la cadera y me di en la cabeza con la madera. En menos de 1 segundo él se encontraba encima de mí. Mi valor había llegado hasta ahí.

- Por favor no me hagas daño - susurre esas palabras como quien pide un deseo.

- Me alegro de que te lo hayas pasado bien, pero todo acto tiene su consecuencia principessa - me apartó el pelo de la cara.

Lo mire a los ojos y el pánico recorrió cada poro de mi piel al ver cómo sus pupilas reflejaban el rojo fuego. Tenía el presentimiento de que algo malo iba a pasar.

Me intente safar, pero su agarre superaba mi fuerza, se volvió a acercar a mi cuello y sus afilado colmillos penetraron su marca. Sentí que me ahogaba del dolor, me dejó inmóvil, casi sin respirar, apretaba cada vez más fuerte, en suspiros suplicaba que parara, pero su rabia era mucho mayor que mis suaves susurros. Cuando empezó a dejar de apretar yo ya me estaba quedando inconsciente, hasta que lo último que vieron mis débiles ojos fue una pizca de arrepentimientos en sus ojos que ya habían vuelto a la normalidad.

Estúpida HumanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora