Los elegidos del sol

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Scarlett nunca supo cómo pudo llegar a su trabajo de medio tiempo sin matar a alguien en el proceso, en todo el trayecto se la pasó bostezando y con los ojos a medio cerrar muerta de sueño sin contar el dolor de cabeza que le taladraba las sienes. Ni siquiera los rayos del sol que siempre la animaban pudieron ayudarla.

Maniobró por el peor parqueo alguna vez construido hasta aparcar su vehículo entre las líneas imaginarias que le correspondían, intentando mantenerse alerta de no rayar ningún otro carro. Se pasó la lengua por los labios resecos, su mañana comenzó bastante caótica con la visita del detective Cabrera, no iba a colaborar en nada que tuviera que ver con el amigo de su hermano. Lo odiaba con todas sus fuerzas.

Aceptó ese trabajo porque en ese asilo utilizaban una metodología de cuidados paliativo que le pareció muy interesante. Además, le permitían aplicar algunas medicinales de las plantas que no fueran tan abrasivos ni dañinos para los pacientes. También interactuó con varios doctores observando como efectuaban los protocolos sanitarios.

—Como que alguien tuvo una noche loca—dijo Paola nada más al verla.

Paola era una enfermera que tenía más de seis años trabajando para el centro, no eran íntimas amigas, sin embargo, se llevaban bien.

—No es nada de lo que piensas—aclaró Scarlett mientras guardaba su mochila detrás del mostrador—. Solo tuve una mala noche.

—¿Alucinaciones? —quiso saber Paola mientras colocaba unas anotaciones en el registro de uno de los pacientes.

—No, pero me hubiera gustado que fuese sido eso.

—¿Tan mal te fue?—preguntó Paola alzando las dos cejas con una expresión confundida en su rostro.

—Solo necesito descansar, es todo—le respondió Scarlett mientras se acomodaba sus guantes que la ayudaban a no quemar nada que tocase.

Paola le informó que debía de atender a la enferma de origen ruso, la señora Tasya que había amanecido de muy mal humor, algo común si le preguntaran a ella. Distraída por el cansancio, atendió lo mejor que pudo a su gruñona paciente que no dejó de refunfuñar y quejarse del personal. Solo se calmó cuando los sedantes le hicieron efecto. Scarlett acondicionó la habitación para que la señora Tasya estuviera lo más relajada posible y así aprovechar y dormir por unos pocos minutos, no era habitual que se trasnochara.

—Sé que no es ético lo que te voy a pedir, pero necesito dormir por lo menos unos quince minutos—le informó a Paola que entró a la habitación para comprobar de que todo estuviera en orden.

—No te preocupes, Rosanna me ayudará con los demás. —Su cálida sonrisa le llegó hasta sus ojos—. Pero no te vayas a exceder.

Scarlett corrió un poco las cortinas y se acomodó en el sillón, no sin antes chequear los signos vitales de su paciente. Estaba tan cansada que al momento de cerrar sus párpados de inmediato se durmió.

"Scarlett corrió a través de los pasillos lo más rápido que pudo, lo hacía por preservar su vida mientras las lágrimas empapaban sus mejillas.

— "¡Vuelve aquí!" — Le gritó Joan como un loco.

Bajó las escaleras y cruzó una puerta que daba al jardín, buscando un lugar para esconderse, sin saber a dónde ir. Tembló de miedo y, mordió sus labios nerviosa. Se adentró entre la maleza y sacó su celular, marcó la línea de emergencias para pedir auxilio y de repente, una ola de dolor le golpeó desde el cuero cabelludo cuando Joan agarró su cabello con violencia por detrás y le hizo perder el equilibrio.

— "¡La princesita estaba pidiendo ayuda!" —Se burló mientras le propinó el primer golpe en la cara.

El dolor que sintió Scarlett fue terrible, su visión se tornó borrosa, gritó pidiendo auxilio mientras escuchaba la voz de la operadora pidiéndole su ubicación. Trató de defenderse, pero todos sus esfuerzos fueron inútiles. Joan terminó inmovilizándola contra el suelo, conectando en su rostro puñetazos más violentos que los anteriores.

Mi chico DōpuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora