Aqrabuamelu

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—Ay, por favor, Scarlett, que yo no estoy para esto—exclamó Leticia, luchando por recuperar el aliento—. Necesito detenerme.

—¿Cómo se atreve a sugerir algo así? —exclamó Héctor con voz tensa—. ¡No ves que esos monstruos pretenden asarnos vivos!

—Héctor tiene razón, abuela. Debemos encontrar un lugar seguro—dijo Scarlett, jadeante—. Recuerdo haber andado en este parque hace unas semanas. Quizás haya algún lugar que nos pueda servir como escondite.

Un escalofrío recorrió la columna de Scarlett. La sensación de que algo los acechaba se volvió más real que nunca. Antes de que pudieran reaccionar, una cabeza de mujer con unos dientes asquerosos se abalanzó hacia ellos, intentando clavar sus colmillos putrefactos en la espalda de Scarlett.

—¡Yo protegeré a la tía Jemima!—gritó Héctor, escondiéndose junto a Leticia detrás de unos arbustos—. ¡Dale una paliza por mí a ese monstruo!

—Lo intentaré, Mussolini—respondió Scarlett, quitándose los guantes con determinación.

La Nukekubi estaba lista para devorar la energía vital de Scarlett, sus ojos brillaban con un resplandor siniestro y hambriento. Se desplegó con un gesto malicioso, preparado para acatar. Scarlett se sintió insegura; aunque sus recuerdos habían regresado, no se sentía preparada para luchar. La Nukekubi atacó primero, lanzando sus garras afiladas hacia ella, y Scarlett torpemente esquivó los ataques. Varias gotitas de sudor resbalaron por su clavícula.

—¿Quieres que te dé porras? —gritó Héctor, mezclando su preocupación con molestia—. O que te suelte uno de esos discursos trillados donde te insto a busca el poder en tu interior y todo eso.

Scarlett disparó un rayo de luz solar desde sus manos, iluminando el parque, pero la Nukekubi lo esquivó en el último momento, deslizándose entre las sombras.

—Esto no es una película de acción, aquí no hay guion ni vueltas de tomas—reconoció Scarlett, alerta.

La Nukekubi mostró su astucia, moviéndose sigilosamente en la oscuridad y emboscando a Scarlett desde diferentes ángulos. Aunque Scarlett luchó por mantener en control de sus poderes, sus destellos de luz no daban en el blanco. La Nukekubi apareció detrás de ella, y si no hubiera creado una barrera de luz a tiempo, le habría clavado sus dientes en su cuello.

Leticia aprovechó que Héctor estaba ocupado observando la pelea y tomó un palo, saliendo de entre los arbustos para ayudar a su nieta. La mostró los colmillos a Scarlett, pero con un rápido movimiento cambió de dirección y se dirigió a atacar a Leticia.

El corazón de la hija de Amaterasu estalló de rabia, se elevó en el aire y creó una espera de fuego solar en sus manos, concentrando la energía del mismo sol. Con un grito desafiante, arrojó la espera hacia el demonio, que quedó envuelto en un resplandor ardiente. La se retorció en el suelo, incapaz de soportar la intensidad del poder divino.

Leticia cayó de bruces, impactada por lo que acababa de presenciar, y Héctor corrió a socorrerla. Un resplandor surcó el cielo y Seiko, Asa y Suki descendieron delante de ellos con una pose de amazonas. La escena se llenó de una energía tensa mientras los ojos de los recién llegados se fijaban en la batalla y en la Nukekubi debilitada. Con una mirada decidida, Seiko caminó hacia Scarlett.

—Narumi, no estás sola en esto. Somos tus hermanas, y juntas enfrentaremos cualquier desafío—afirmó con confianza. Asa y Suki asintieron, respaldando a su hermana mayor.

Leticia y Héctor, aunque sorprendidos, también se sumaron al grupo. En ese momento, una conexión más profunda y poderosa se formó entre los cinco, uniendo sus habilidades y corazones. Scarlett sintió cómo la fuerza y el apoyo de su familia infundían una nueva confianza en su ser. Con determinación, se preparó para enfrentar a cualquier yokai que apareciera.

Mi chico DōpuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora