Conque allí estás, insolente

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POV Ryo

La ropa que le compró Leticia no le gustó a Ryo, le daba un poco de picazón por todo el cuerpo. Los jeans eran muy rígidos y le apretaban. Lo único que le gustó fue la camisa con la carita sonriente de color amarillo en el centro. Se sentía confundido por la actitud de Scarlett hacia él después de la conversación que mantuvieron anoche con su familia sobre una supuesta cita en la feria.

También le preocupaba la ausencia de Asumi, no saber de él lo ponía ansioso. Desde que le contó sobre unos retazos que recordó cuando leyó el mensaje en el espejo y cuando vio al sujeto en el supermercado, Asumi se puso nervioso y le recalcó que debía de mantenerse oculto, pero la pregunta aún le martillaba en la cabeza, ¿de quién debía de protegerse?

Ryo se recogió su cabello y lo sujetó con una cinta. Los cambios de humor de Scarlett lo tenían un poco mareado, Tito, le había dicho que en ciertos días ella enloquecía. No entendió bien lo que le quiso decir y, por más que le pidió que le explicara, solo le contestó que, era por la visita de la roja.

La notó muy cansada, con el abdomen un poco hinchado y en el rostro le habían salido algunas espinillas, lo cual le produjo un enojo descomunal. Estuvo toda la mañana en cama, con dolor de cabeza y molestias en los senos. Ryo se quedó en el marco de la puerta observándola dormir.

Lo único que nunca le ha gustado de ella eran esos apestosos gases que salían de su cuerpo, sin embargo, con tal de estar a su lado, estaba dispuesto a soportarlo. Tito le advirtió que eso sería imposible porque los gases de su hermana eran letales.

Dejó a Scarlett y se fue a la cocina. Leticia le aconsejó un método terapéutico para despejar la mente: lavar los platos. Y, mientras realizaba su terapia, meditó en el sueño que tuvo noches atrás. Es el primero que pudo recordar. Fueron retazos de varias escenas envueltos en una densa niebla. Un sueño inquietante:

Su cuerpo ardía. Gemía y meneaba la cabeza de un lado a otro, además el dolor le era insoportable. Sentía la boca reseca. Entonces vio a un hombre que desprendía un poder sorprendente de su cuerpo, su porte era imponente a pesar de que le daba la espalda.

Comenzó a correr hacia él, sus pulmones le ardían debido al esfuerzo, pero sin lograr moverse a la velocidad que deseaba. Unas puertas plateadas se abrieron, gritó para que se detuviera. El hombre se giró de medio lado y curvó sus labios en una sonrisa siniestra antes de desaparecer.

La escena cambió, un lago emergió de la nada, el rocío era denso, pero contaba con la suficiente luz como para distinguir la silueta de una joven que hizo saltar su corazón. Su imagen desapareció cuando la brisa sopló.

El escenario se convirtió de pronto en un campo de batalla, en el cual él era uno de los combatientes. Sostenía un arma que resplandecía por los rayos que la rodeaban. Fue un torbellino de acero que entrechocaban. Su contrincante era alguien diestro porque descargó su espada con todas sus fuerzas. Su cuerpo era incorpóreo, cubierto por sombras negras, y poseía una careta con grandes cuernos y terroríficos colmillos.

Sin embargo, a pesar de su aspecto, Ryo se sintió confiado.

Su oponente abrió su boca y salió un tumulto de bestias terroríficas que intentaron acorralarlo. Uno por uno los fue atravesando con su arma, acarició con los dedos la empuñadura, observó lleno de energía las motas de sangre púrpura que salpicaban de la hoja de su...

Un rayo fulgurante tan fuerte como el acero atravesó su espalda arrancando de él un grito. Una tenue nube de humo amarillento le rodeó y terminó tendido en el suelo entre los brazos de una mujer. Aunque se moría por ver el rostro de alguien más, sintió tristeza por ella porque lloraba por él. La mujer comenzó a expandir un sendero de besos sobre sus mejillas, pero retiró la cara y desapareció en la oscuridad.

Mi chico DōpuWhere stories live. Discover now