Te has vuelto débil

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Después de la fiesta de Máximo, Scarlett se dedicó a evitar a Ryo. La emoción de su cercanía le hacía sentirse nerviosa al no poder entender o descifrar sus palpitaciones descontroladas en su corazón. Cuando su abuela lo llevaba al establecimiento, limpiaba la habitación y tuvo que pagarle a su hermano Tito, quien salió más avaro que Leticia para que lo atendiera cuando tomaba sus baños en la azotea.

Aprovechó que Asumi le había dado el dinero que le demandó para realizar sus estudios médicos. Y, en la clínica, le explicó al doctor el extraño caso que le sucedía, y de inmediato se dio cuenta de que la tomó como loca.

Y, por desgracia, cuando la tocó para inspeccionarla, su advertencia no funcionó, palpó sus manos y no se quemó. No conforme con eso, demandó sus estudios que le dieron la razón al doctor, no arrojó ninguna anomalía. Finalmente, le proporcionó un frasco de vitaminas y una visita al psicólogo, ya que eso podría abordarse en temas de salud mental.

Scarlett salió echa una furia de la clínica, y cuando divisó el primer zafacón tiró las indicaciones hechas por el médico. Llegó a su casa a mitad de la tarde, se enteró por boca de Tito que Asumi le había ocurrido un accidente. Entró a la habitación, lo encontró limpiándose el hilo de sangre en la comisura de la boca, tenía heridas y cortes en los brazos y hematomas en el rostro. Al parecer, estuvo envuelto en una terrible pelea.

—¿Qué le pasó? —le preguntó Scarlett preocupada.

Una absoluta agonía retorció los rasgos de Asumi. Soltó el aire con lentitud y le contestó.

—El tiempo se nos está agotando—le respondió Asumi intranquilo.

Ver a un hombre tan ecuánime reducido a tal desolación, la puso nerviosa.

—No lo entiendo—le dijo Scarlett—. Dígame que es lo que está ocurriendo, tal vez, yo pueda ayudarlo.

Pasó un momento, Asumi permaneció inmóvil, en silencio.

—Solo le pido que bajo ningún concepto o circunstancia se aparte del joven Ryo—dijo Asumi, con voz áspera y una irregular respiración que rascaba contra su cavidad torácica—. Abra bien los ojos y confíe en sus instintos.

—¿Por qué me dice algo así? —demandó Scarlett, asustada—. ¿Qué es lo que está ocurriendo?

Asumi inhaló profundamente, buscando fortaleza. No la encontró.

—Los adversarios del príncipe Ryo se están acercando y, no creo que pueda protegerlo por completo. Temo que den con su paradero y lo maten—expresó Asumi.

Un sonido asfixiado salió de la garganta de Scarlett. Jamás había estado tan nerviosa en toda su vida. El estómago le dio un vuelco. Un dolor asfixiante le rebotó en las costillas con tan solo imaginar a alguien haciéndole daño a Ryo.

—¿Quiénes son esos enemigos? —preguntó Scarlett desconcertada—. Usted es muy hermético con las respuestas que nos debe, si por lo menos nos informara podríamos ayudarles.

Asumi se quedó pensativo un momento.

—Haré todo lo que esté a mi alcance para protegerlo, usted ya le ha hecho bastante daño. —La forma en que lo dijo y el dolor que albergó su voz impactaron a Scarlett. —Y, si me disculpa, me gustaría estar solo.

 —Y, si me disculpa, me gustaría estar solo

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