Nunca vuelvas a tocarme

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Al salir del aula con más dudas que respuestas, Scarlett fue abordada por Máximo que la invitó a tomarse un helado, le preguntó si participaría y su afirmación le sorprendió bastante, fijaron el día para reunirse y tuvo que esperar a que Héctor terminara de hablar con una chica que pensaba que podrá obtener algo de él. Si no siente una conexión más allá de lo físico con una persona, no le tiembla el pulso en mandarla a volar.

La conversación se extendió, Scarlett empezó a toser un poco fuerte como señal. Y, mientras es ignorada por su amigo, un conserje pasó por su lado arrastrando una bolsa rebosante de basura y un pedazo de periódico cae sobre sus pies. El empleado de limpieza abrió el contenedor y tiró los desperdicios sin percatarse de lo que hizo.

Scarlett tomó el pedazo de papel y, leyó el titular de un artículo que la dejó fría. Allí se mencionaba que la familia del señor Tanaka daba parte a la policía, además resaltó que poseían un video de seguridad con algunas escenas borradas. Solo tenían capturado cuando un gato tomó un monedero que estaba encima del mostrador, lo que no arrojaba nada a la investigación. Al final, concluía que la policía continuaba recopilando información.

—¿Qué te ocurre? —preguntó Héctor.

Su amiga le pasó el periódico para que leyera el artículo.

—Creo que...—Scarlett no pudo hablar por el cúmulo de emociones que trató de controlar.

—Oye, aquí no mencionan tu nombre, no tienes de qué preocuparte—le indicó Héctor.

—No lo hace, pero es cuestión de tiempo—expresó Scarlett preocupada.

—Por lo que veo eso lo dejarán así, a menos que la familia se mueva—soltó Héctor tirando el periódico en el contenedor de basura.

—Señorita Parra.

El detective Cabrera se detuvo frente a los amigos, frunciendo el ceño.

—¿Quién es usted? —preguntó, confuso Héctor.

—Necesito hablar con la señorita Parra—aclaró el detective Cabrera de inmediato.

—Ya le he dicho que no deseo colaborar con su investigación—dijo Scarlett con cierto temblor en la voz.

—No entiendo su resistencia—objetó Cabrera con decisión—. Solo serán unas cuantas preguntas.

—Oiga, no la escuchó—intervino, Héctor, que se colocó delante de su amiga—. Ella no desea hablar con usted, además, ¿la está persiguiendo o qué? O ¿no sabe que eso se considera acoso?

—Estamos en un recinto educativo—respondió el detective sin dejarse amedrentar—. Puedo entrar y salir de aquí sin ningún problema.

—Es cierto, pero eso no le da derecho a acercarse a una persona que le dice que no la quiere cerca, eso sí se considera acoso—objetó Héctor.

—No tengo por qué darle razones, no obstante, usted se equivoca. No entré a este recinto en busca de la señorita Parra; sin embargo, al verla, no puedo evitar aprovechar la ocasión para concertar una cita—replicó el detective ante las palabras de Héctor.

Scarlett tragó con dificultad, empezó a sentir como si acabara de quebrarse los cimientos de una presa, y ahora estaba siendo arrastrada junto con los escombros por la corriente.

—Ya le dije que no deseo revivir ese trágico episodio de mi vida—comentó ella, y lo miró a los ojos con convicción—. No me haga denunciarlo a la policía por molestarme.

—Hágalo—le instó el detective—. Porque no pienso desistir. Ahora, más que nunca sé que usted me oculta algo, mi pregunta es: ¿Qué es lo que la motiva a ser tan renuente?

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