2. Una pantera peligrosa

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Dolía. Su torso dolía. Quiso moverse entre las cálidas sabanas y aquel colchón delicioso para dormir. Pero había dos cosas que se lo impedía.

El dolor en todo su cuerpo y sus manos amarradas con la cabecera de la cama.

¿Ah? ¿Qué está pasando?

Abrió los ojos con pesadez, estaba desorientada y confundida. Sabía que estaba sobre una cama, el lugar donde estaba era cálido, todo estaba a oscuras, a excepción del pequeño espacio de las cortinas que podías apreciar de la Luz de la noche.

Se movió bruscamente cuando su corazón comenzó a latir desbocado. Recordó todo lo que había pasado, como esa bestia estaba a punto de matarla o ¿será que ya está muerta?

Olfateó profundo por todo el lugar. Si, olía a pantera, y tiene el mismo olor que recordaba cuando estuvo cercar con sus garras sobre su garganta.

No me puede estar pasando esto. Trató de controlar su respiración, no quería alarmar a nadie y tenía que encontrar una forma de salir de aquel lugar.

Y la única forma seria volver a su estado animal, pero con su cuerpo mal herido en sus dos formas, tendría que esperar para que estuviese más recuperada... pero no perdía nada con inténtalo.

El vello corporal se erizó al sentir una presencia acechándola. Era la pantera, más bien, un hombre enorme que la observaba sentado sobre una silla en la esquinas más alejada y oscura de la habitación. En serio estaba bien camuflado.

En serio sus sentidos estaban fallando, no podía identificar nada al segundo. Necesitaba recuperarse y encontrar una manera de salir de ese lugar.

No podía enfocar su visión correctamente, dejó de mirar al hombre tratando de no volver hacer movimientos bruscos. Eso podía alterar su estado, y lo menos que quería es que terminara cazándola.

Su corazón aceleró sus latidos, sentía como la sábana se pegaba a su piel desnuda ¿desnuda? ¡Desnuda!

Trataba de controlar su respiración y sobre todo de no moverse para verificar si estaba desnuda o no.

Sus pezones se colocaron duros por la ráfaga de aire frío entrando a la ventana. El toque y fricción de la tela fue la respuesta, aunque sentía que aún tenía sus bragas.

Miró hacia al frente. Recordaba algunas cosas del ataque. Costillas quebradas, cuello a punto de ser desgarrado y raspaduras en todo su cuerpo.

Quería verificar que todo estuviera bien o por lo menos verse frente a un espejo para saber qué tan grave era todo.

Estaba asustada y sus vellos seguían erizados, no se sentía cómoda y en confianza en ese lugar. Necesitaba un baño ya, aún podía sentir algo de tierra en su cuerpo, desagradaba la suciedad en su cuerpo.

Tenía que salir ya ¿cómo lo haría? Si aquel hombre seguía mirándola sin emitir ninguna palabra.

Esto era lo más incómodo que había vivido en mucho tiempo. Tenía que arriesgarse. Así que aclaró su garganta que tenía un ligero dolor hasta su mandíbula y lo enfrentó.

El gruñido que le lanzó la heló por completo y sobre todo cuando sus ojos se encendieron a un naranja ¿o eran dorados? Tenía unos ojos intrigantes.

El hombre se levantó en toda su altura ¡Oh Diosa! ¿Cuánto media aquel hombre? Sin duda eran dos meteos, ni más ni menos.

Sus ojos comenzaron a moverse nerviosos al igual que los dedos de su piel. Su piel hincaba por los vellos cada vez más levantados. No quería que se acercara.

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