15. ¿Dónde quedó la igualdad?

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La miró caminar hacia el refrigerador, dando pequeños saltitos, provocando que la presión en su pecho se intensificara.

La manera en que cabello corto se ondulaba con ese peinado, enmarcaba su rostro de muñequita, luciendo fresca, le agradaba verla así.

— Mmm — vio cómo se sostuvo en la puerta de la nevera y dejaba caer su peso hacia atrás, era como una cría, curioseando que comería.

Estaba tratando de concentrarse, tenía que reunir los informes que los guardias le habían entregado y sacar el informe general de ellos. Pero era muy difícil si ella se paseaba con sus piernas y hombros desnudos.

Hoy estaba más bonita que nunca. Hace unas horas, Gala había traído una bolsa con ropa de la talla de su gatita.

Que ganas de rugir en capricho al ver las intenciones de la jaguar. Ahora su gatita no vestiría con sus camisas. Sus intenciones de que su ropa la marcara accidentalmente ya no funcionaría.

Su aroma celoso del celo se estaba desprendiendo de su piel. ¿Ahora como ella olería a él? Debía abrazarla mucho más, chocar su cuerpo con el de ella las veces que sea necesarias, besar sus mejillas, acariciar sus cabellos.

¿Cómo lo haría cuando ella estaba reacia a su tacto?

Era consciente de que, si intentaría algún movimiento astuto con ella, y si las cosas surgían para algo más... caliente, debía controlarse esta vez.

El enorme problema de ayer en tarde con Leo dejó a Ela destrozada e inundada en un mar de lágrimas. No hace falta decir lo mal que quedó su garganta de tanto gruñir el ver sus mejillas mojadas.

Leo había reaccionado de pésima manera al ver los colores en la piel de Ela, se había transformado a un león furioso, con todas las intenciones de desgarrar a Piandra. Luego, había ingresado en un estado dócil al oler la tristeza de su hermana, lamiendo su piel, ellos durmieron juntos a noche.

Él nunca se opondría a eso.

También había anotado mentalmente hablar con Ela es noche algo en específico. Su vida y su pasado.

Ela ocultaba tantas cosas. Quería ser parte de ellas.

Entonces ella caminaba con un vestido corto color celeste pastel y su cabello... Dioses, estaba trenzado de una manera extrañamente bonita en su cabello corto. Podía apreciar su cuello pálido y esbelto devorado por sus perceptibles marcas.

— ¿Dónde está mi tocino? — el pequeño Leo corrió hacia la refrigeradora buscando entre las bolsas, haciendo a un lado a Ela. Se giró furioso hacia Piandra, mostrándole los colmillos — Quiero carne — gruñó.

— ¡Leo! — Ela lo reprendió y trató de agarrarlo por los hombros, pero Leo negó en un rugido, sorprendiendo a su hermana que se echó para atrás.

Piandra se levantó de inmediato, se colocó frente a los dos, con la vista en su gatita que veía atónita al león que gruñía ansioso.

— ¿Te hizo daño? — atrapó sus manos en busca de algún rasguño.

— Estoy... bien — lo hizo a un lado y miró a la cría — ¿Leo?

— Hey. No te acerques — Piandra la colocó detrás de su cuerpo, echó un vistazo a la nevera rápidamente, toda la carne que había comprado había desaparecido.

Sabía que Leo en la noche se había despertado a comer, pero no pensó que había terminado con todo.

Observó a Leo, estaba entrando en etapa salvaje, debía liberar instintos. Dedujo en ese momento, que Gala nunca lo sacó a cazar.

PIANDRAWhere stories live. Discover now