19. Suceden muchas cosas

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Tres días después.

Primer tono.

Enlazó sus manos y las restregó.

Segundo tono.

Suspiró.

Tercer tono.

Se sentó en la cama y abrazó la almohada.

Cuarto tono.

Suspiró.

Quinto tono.

Arregló su cabello.

Sexto tono.

Volvió a suspirar.

Y séptimo tono.

Derrotada. Colgó.

Tres días y Zeal no le contestaba ni le devolvía las llamadas, ella solo quería explicaciones ¿o era mucho pedir?

Sus dedos acariciaron sus sienes, le estaba empezando a doler la cabeza de nuevo.

¿Qué está pasando contigo, Piandra? ¿Dónde estás?

Volvió a llamar al número con su nuevo teléfono adquirido, regalo de Kaios, y como siempre, la llamada se pasaba.

¿Por qué me está evitando?

Siguió llamando, pero nadie contestó. Y así el estrés fue creciendo.

Piandra. Piandra. Piandra.

¿Qué estarás haciendo?

¿Te encuentra bien?

¿Dónde estás metido?

¿Por qué nunca te pedí tu número?

Muchos pensamientos surgiendo como granadas en su cabeza. La almohada se la llevó a la cara, gritó, apaciguando el sonido.

Sentirse mal al saber que ella estaba de lo mejor en un reino, siendo atendida y consentida mientras Piandra, que fue él que siempre estuvo para ella y la ayudó en todo momento, esté huyendo de su gente a quien sabe dónde, siendo ella la que lo había perjudicado.

Él seguro está muy lejos de mí. No me buscará.

Su corazón se encogió de pensarlo, que Piandra haya recapacitado y decidir estar lejos de ella era mejor opción.

Porque no lo aceptaría en voz alta, si quería que él la buscara.

1 día después.

La puerta fue abierta con brusquedad, era Leo quien entró a la habitación con varias mandarinas sostenidas en su camisa delantera.

Ela no se levantó a mirarlo, sintió el colchón hundiéndose a su lado, más un pequeño beso en su mejilla.

— Elita, te traje esta fruta. La he probado y está deliciosa — zarandeó su hombro al observar que ella no respondía — No has comido — se movió hasta estar cerca de su rostro — ¿Ela?

— ¿Mm?

— Come. No he visto que lo hagas.

— No tengo hambre, Leonard.

Se giró con pereza, dándole la espalda a su hermano que gruñó molesto. Leo se movió al otro lado para estar cerca nuevamente de su cara.

— No me gustas así — pellizcó su nariz, Ela se quejó y la acarició — ¿Estás enferma? — el dorso de su mano se colocó en su frente.

— Solo quiero dormir. Ve a jugar con Shani.

Todavía le estaba costando a Leo en agarrar confianza con su familia, de vez en cuando se ganaba malas miradas de sus hermanos cuando él les siseaba. En especial al fenómeno que mostraba sus colmillos.

PIANDRAWhere stories live. Discover now