5. ¿Sientes la tensión?

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— Agarras la botella, la giras, y la dejas colgando sobre el recipiente — Ela agarró su filtro de agua casero por piedras y lo enganchó sobre la rama del árbol para que el agua "limpia" sea posible de tomar — Nos tomaría... — simuló pensar y le mostró seis dedos con sus manos — ¿Cuántos minutos?

— ¿Seis? — dijo inseguro su pequeño hermano, se encontraba completamente sucio desde ayer que habían ido a jugar al monte. Y eso a los hermanos les estaba picando la piel.

Necesitaban una ducha.

— Si. ¡Correcto, Leonard! Ya estás aprendiendo — se colocó de cuclillas hacia su hermano para levantarlo muy difícilmente— ¡Dioses míos! Estás más pesado cada vez.

Ela miró hacia la vieja, húmeda, deteriorada y mal hecha cabaña en la que han vivido esas últimas semanas.

— ¿A dónde vamos, Elita? — el pequeño se recostó en su hombro frotándose, queriendo obtener el dulce aroma de su hermana en su piel.

— Tomaremos un baño ¿o acaso no te pica la suciedad? Estoy a punto de transformarme y ocupar todo mi día en lamernos.

— Si — gruñó suavemente rascándose los brazos.

— No hagas eso, Leo. Ya vamos a llegar.

Ela cargaba a su hermano en brazos hacia una cascada que quedaba cerca del límites del territorio de la manada de felinos salvajes.

De la cabaña hacia donde se dirigían, habían tres kilómetros de distancias.

No sabía como si quiera seguía viva, cada vez estaba adelgazando más y más al darle raciones de su comida a su hermano, y cada vez que tenían que caminar largas tierras para hospedarse, prácticamente eran nómadas, y el cansancio en Ela se hacía cada vez más visible.

Su peso, apariencia y fuerza no era la misma.

Pero no podía rendirse, nunca lo haría. Su hermano necesitaba la vida digna que ella nunca tuvo ni nunca tendrá.

Moriría feliz sabiendo que su hermano está sano y salvo. La manada de su madre los estaban buscando, podían seguir así, escapando. Ya habían pasado diez años desde que ella huyó de allí y más de un año que se había llevado a su hermano para que no sufriera los abusos de sus tías y el líder.

— Se ve fresca — Leonard quiso bajar de los brazos de Ela para tomar un largo baño.

Ela lo bajó de sus brazos que temblaron al bajarlo. Ya no tenía que llevarlo más. Mañana el dolor sería más fuerte, pero no quería que su hermano cayera mientras caminaban.

Podía tener dos años, pero el ya se comportaba como una cría de seis años. Se debía a que su madre se había quedado embarazada de un leon de una manada de otro continente. Y cuando Leo nació, no le importó y lo dejó al cuidado de sus hermanas.

¿Por qué no lo quería? Porque solo pudo engendrar a una cría.

Por supuesto los genes de su hermano lo hacían ver salvaje y grande a su corta edad.

Al menos su hermano crecería fuerte y seguro. Él era la prioridad.

— Ten cuidado con las piedras.

— Yo puedo — dejó de comportarse como la cría que simulaba ser para obtener cariño de Ela y corrió hacia el estanque.

Le llegaba por la cadera, cada vez crecía más y más. Seguro que cuando cumpla cinco años ya alcance la estatura de ella o la pase por centímetros.

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