11. ¡Más queso!

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— No me gustaría salir así... — señaló su vestimenta: una camisa sin mangas de él — Siento que estoy... desnuda.

— ¿No te gusta? Te ves bien — más que bien. Le dio un repaso súper rápido a sus piernas.

— Soy un macho más — imposible. Su cuerpo era menudo y sus curvas de delirios le hacían perder la concentración cuando la vio por accidente en esa pequeña toalla.

Si que disfrutaba su aroma después de salir de bañarse.

— ¿Pero no te gusta?

Él levantó una ceja, ella se veía hermosa con su ropa. Conseguiría espejos para colocarlos en todas las paredes, ella tenía que ver su reflejo para darse cuenta lo preciosa que era. Porque si no el loco era él por solo verlo.

— ¡No! No es eso, me siento cómoda usándolo, aquí. No me quejo de la camisa, sé que es lo que puedes darme. No hay ropa para hembras hasta la próxima semana. Lo que quiero decir es... me sentiría completamente cómoda usando algo más femenino para allá... afuera.

— ¿Por qué?

Ay macho ¿Estás tan tonto? Ela se cruzó de brazos.

— Esto llamará mucho la atención. Me verán que estoy vistiendo con tu... ropa. No quiero que vean eso.

Claro que lo entendía. Ella no quería que la vieran vestida con su ropa, porque llamaría la atención de que tenía un macho.

¿Aquella era la intención? Joder que sí.

— El lugar al que vamos es muy solitarios, gatita. No hay nada de que preocuparse.

Ela apretó los dedos de su pie, él no entendía, ¿Cómo le hacía para que escuchara con atención sus palabras?

— Ya... ¿Seguro que podemos salir?

— Por supuesto que sí. Ustedes son residentes, conmigo pueden ir a donde sea.

Ela carraspeó y agarró su plato vacío con el de Leo. Ya era hora de tomar una ducha, su cuerpo picaba por el sudor que provocaba el calor de la mañana.

Extrañaba el frío.

— Muchas gracias, Piandra. Estuvo delicioso — le sonrió y al girar con los platos hacia la cocina su sonrisa se borró.

Piandra tenía los ojos oscuros y desprendía un aroma más fuerte de macho.

Si que hace calor hoy día.

— Iremos en una hora. Puedo llevar comida para ti. Quiero llevar a cazar a Leo. Claro, siempre y cuando tú me lo permitas.

Piandra se levantó, se acercó y despacio le quitó los platos de su mano. Ella no iba a lavar ningún traste, de eso se encargaba él.

— ¿Cazar? — se mordió el labio molesta, sabía lo que Piandra estaba haciendo, no le iba a dejar hacer nada en esta casa — ¿Y por qué solo lo Leo? ¿Crees que yo no puedo hacerlo? Quiero hacerlo.

¿Qué? Piandra se alarmó. Era mejor que él dijera algo bueno.

— ¡No! — dejó los platos en el lavabo y nervioso se acercó a Ela que tenía los brazos en las caderas — No. No es eso — rio. ¿Qué carajos le digo? — Pensé... no sé... tal vez querías... disfrutar de una tarde comiendo frutas. Cazar suele cansar.

— ¿Y piensas que soy muy débil para eso? Te advierto que puedo caminar por horas, pantera tonta.

— ¡Qué! Yo nunca he dicho eso ¡Hey! — la agarró de la mano en un gesto desesperado — Ela. Oye — pegó su cuerpo al de ella, no era consciente de sus movimientos cuando se trataba de la gatita — ¿De qué hablas? No digas eso. Yo nunca te consideraría débil. Jamás. Al contrario, eres muy fuerte, dulzura — su pulgar acaricio la suavidad de su mejilla — Una gatita guerrera.

PIANDRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora