18. Tratando.

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Capítulo 18.

— Pero esa hembra te debe tener comiendo de su mano. Dócil y sumiso, Piandra, ¿quién eres? Me gusta.

La pantera acarició su cabello, suspiró cansado y recostó todo su cuerpo en el asiento de copiloto.

Le iba a explotar la cabeza, despertar después de estar dopado y recibir esas noticias... Joder.

Procesando que ahora estaba huyendo de su manada.

Que Ela está viajando a otro continente.

Su cabaña. Su hogar que había tomado más valor con Ela, estaba quemada.

Que su propia gente lo quería ver muerto, no solo a él, a Ela también. Solo por ser una gata. Malditos enfermos.

Y a medida que más se alejaba sentía sus entrañas revolverse, de creer que pertenecía a ese pueblo.

Después de tanta mierda en un día, no hay peor compañía que Ulias. Hablador, hiperactivo y sobre todo impulsivo.

— ¿Me hablas de ella? Para ver si me enamoro con tus palabras — lo miró rápidamente, sonriente, y volvió su vista al camino.

— No quiero hablar — se agarró la cabeza — ¿Tendrás alguna aspirina? Me está taladrando la cabeza.

— ¡Wuu! — tamboreó el volante — Me conoces — rio — Busca allí — señaló la guantera.

Piandra sorprendido, miró todas las bolsitas llenas de medicina, pastillas y kit de emergencias. Él siempre cargaba su farmacia en todos lados.

Ulias era un viajero adicto a los deportes extremos, fiestas extremas y aventurera extremo. Salir herido, indispuesto e inconsciente, era normal en su día a día.

Por no mencionar el ladrón que era. Muchos problemas.

Buscó entre las bolsas transparentes el bote blanco, al encontrarlas, se tragó tres aspirinas en seco.

Quería olerla. Dios, se moría por restregar su olor en ella, marcarla hasta que su aroma se ocultara.

— ¿Quieres música?

Besarla. Eso es lo que más quería.

— No.

Dioses. ¿Por qué tenía tantas ganas de follar en esos moementos? Su mente fanteaseó con ese delicioso cuerpo.

— Solo un poco.

Morder su piel.

— No.

Lamerla.

— Tu presencia se vuelve pesada y me imagino como estamparás mi cabeza al volante. Disculpa por querer aligerar el ambiente — bufó.

— Solo... no hables.

— Dime como es ella, por favor. Me muero de curiosidad quien fue la hembra que ablandó ese corazón para rebelarse contra su pueblo.

¿Acaso Korra le contó a este también? Chismoso de primera.

— Ya sabes lo suficiente.

— Si no puedo escuchar música al menos deja usar mi imaginación como distracción. Anda, dime.

— ¿A dónde me llevas? — desvió el tema y miró por la ventanilla como se acercaban para alejarse de la selva.

— A mi páramo. ¿Cómo es ella? ¿Hermosa? ¿Qué es? ¿Una leona? ¿Tigresa? O una pantera negra como tú — lo miró pícaramente.

Planeó como sería cuando llegara al páramo, de inmediato se asearía y le pediría ayuda a Ulias para conseguir un pasaporte de inmediato.

No esperaría más para tener a su gatita en sus brazos.

PIANDRAWhere stories live. Discover now