PIANDRA

9. ¿Cómo te atreves?

— ¿Dijiste mangos?

— Sí, mangos. Ella los adora, no hemos conseguido ninguno desde hace mucho tiempo — era escalofriante que el niño pudiera hablar a la perfección.

Escuchaba con atención todos los datos importantes sobre la gatita, era necesario conocer a quien le darás techo.

— ¿Desde cuándo están solo tú y Ela en el mundo? — Si no podía sacarlo información a ella, su hermano se la daría.

— Mmm no sé mucho de números, pero mucho tiempo — mintió y le aseguró con una sonrisa que simulaba ser inocente — ¿Cómo te llamas? — la conversación tuvo un giro, y la pantera se dio cuenta.

— Piandra.

— Que nombre raro.

— Leonard. Que nombre más ordinario.

— Me gusta mi nombre. Ela me lo dio.

— No está muy mal que digamos.

— ¿Cuánto falta? — el pequeño saltó una roca en vez de rodearla. Piandra rodó los ojos, no le agradaban los niños ¿Qué estaba haciendo con su vida?

— Recuerda. Si alguien se nos acerca ¿Qué dirás?

— Que estamos buscando ranas.

— ¿Y si pregunta quien eres?

— Un pequeño amigo.

— Muy bien. No trates de ponerte nervioso.

— Sí.

— No hables si te preguntan.

— Sí.

— No vas a soltar mi mano.

— Sí.

— Si algo te asusta, no te conviertas.

— Sí.

Hablaba por hablar, seguro no había entendido nada de lo que Piandra decía.

— ¿Cómo es que eres un león?

— ¿Cómo?

— Un león.

— Soy un león.

— Sí. Lo eres. ¿Tus padres que son? — su hermana era una gata y él un león, algo estaba mal allí. Esperaba que el niño esta vez respondiera.

— ¿Papá? No. Yo no.

— ¿Tú no qué?

— No tengo un papá.

— ¿Mamá?

— No. Mi hermana me quiere mucho y yo también.

— ¿No tienes padres?

— ¿Qué es unos padres? — No tengo paciencia. La vena en su cuello brotó.

— Personas que aman y cuidan a sus crías.

— Ela es mi padre. Ella me ama. Ella me cuida. Es mi Elita.

Mi. ¿Qué tan estúpido sería pensar que el niño la haya nombrado como alguien suyo le molestara?

— Entiendo.

— Tú hueles como ella.

Sí. Olía delicioso como ella. Y fue a propósito dejar el aroma en él. Lo quería así.