10. Ojos salvajes y oscuros

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— ¿Quieres algo más?

Ela negó, abrazó más a su hermano, estaban enrollados en una manta sobre un sillón individual. Ella tenía la mirada fija en la ventana, sus ojos estaban rojos por las lágrimas que no se había atrevido a derramar.

Leo se frotaba su frente contra su pecho, no emitía ningún sonido, solo estaba allí para consolarla, él también estaba asustado, pero su hermana era más sensible, él podía resistir.

— Descuida — susurró débilmente para el macho — Estamos bien — giró su cabeza y le dio una sonrisa de lado.

Ella no se veía bien. Estaba harto de ver sus ojos tristes.

— Ela — gruñó y salió de la cocina y se dirigió al sillón donde estaban sentados para colocarse de cuclillas — Estoy haciendo algo de comer. Comida de verdad. Deben alimentarse con cuidados.

— Yo no tengo hambre, pero Leo sí. Muchas gracias, Pia...

— Tú también comerás, quieras o no, no te has alimentado correctamente cuando te dije que lo hicieras. Era una condición, Ela.

— No suelo comer mucho.

Claro que no. Ni si quieran comían. Ahora que había comida suficiente, su apetito se estaba desvaneciendo.

¿Qué le ocurría? ¿Era aquel pensamiento invasivo sobre que merece y que no por sus actos?

Piandra negó, él ahora los alimentaría y los mantendría sanos.

— Estando aquí comerás cuatro veces al día.

— Eso... Ela... — Leo salió de su pecho y la observó con ojos derrochando asombro — Eso es mucha comida.

— ¿Tienes hambre, niño? — Piandra llevó su atención a Leo que asintió entusiasmado — En la cocina. Allá — señaló con su mano el lugar — Hay unas tostadas de jamón, huelen a cerdo, sabrás cuales son.

¿Sabrá lo que era cerdo? Trataba de que él entendiera.

— ¿Ela? — Leo preguntó pidiendo permiso. No haría nada que su hermana le negara. Ela miró a Piandra rogándole que se detuviera, no se aprovecharía de su hospitalidad.

— En mi casa se hace lo que yo digo, Ela. Leo puede comer.

— ¿Ela? — el pequeño insistió de nuevo, sin una respuesta de su hermana no se movería.

— Anda — agarró sus mejillas y besó su frente — No comas mucho. Sé suave y lento ¿Está bien, Leo? — él asintió y abrazó a su hermana antes de saltar e irse a la cocina.

— No hagas esto, les estoy ofreciendo de mi comida porque quiero. No la rechaces, Ela. Quiero que mientras estés conmigo, recibas todo lo que te daré.

— Deja de hacer estas cosas, me hacen sentir... — evitó su mirada y apretó sus manos en un puño — Incómoda.

— ¿Incómoda? — eso no lo esperaba, nunca había sido su intención — ¿Por qué? Déjame cuidarte.

PIANDRANơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ