14. Rasguños en su piel: parte dos.

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Días tres

Se levantó después de diez minutos, su cuerpo estaba amarrado en la tensión.

Estaba más lúcido esta vez.

Mantuvo los ojos abiertos. Sus manos apretadas en puño a cada lado de su cuerpo. Ela despertaría en unos minutos y tenía que estar listo para otra ronda.

Es muy difícil. No tomarla cuando él quería. Respetaba que si Ela lo buscaba, entonces él estaría dispuesto a satisfacerla.

Sus venas latían en crudo con cada roce que su gatita hacía contra su abdomen. Ela estaba con la mitad de su cuerpo abrazada a él. Su pierna estaba flexionada muy cerca de su entrepierna.

Piandra estaba quieto como estatua. Su nariz disfrutaba del olor que desprendía su piel que olía a él.

Tan bien marcada tan bien follada.

Estaba ansioso. Contaba los segundos para escuchar a Ela con sus lindas quejas.

Tú puedes. Solo espera.

Agarró un mechón de su pelo y se lo llevó a la nariz. Ella huele a frutas. Le encantaba su olor natural, pero adoraba más con la combinación del suyo.

Ronroneó contento. Tenía a Ela desnuda encima de él. En su mente habitaba Ela, siempre era ella, creía que podría tratarse de una obsesión. La manera en que la deseaba lo asustaba.

¿Cuántas veces imaginó estar así con ella? Tal vez mucho, pero siempre trataba de bloquear aquellos pensamientos indecorosos, sentía que le faltaba el respeto pensar así de ella.

¿Qué se puede hacer con una cosita tan irresistible? Suspiró. Su gatita.

Sí. Ella era suya.

Miau.

¡Despertó! Relájate.

La vio sonreír con sus ojos cerrados. Ella frotaba sus mejillas con su pecho, sus delicadas manos se movieron sobre su abdomen bajo.

No cabe decir que todo su cuerpo ha estado despierto todo el tiempo, listo para criar con ella.

— Ela — susurró sobre su frente, donde dejó un tierno un beso.

— Piandra — jadeó por el calor. Arrugó su entrecejo, confundida. Su vientre empezó arder nuevamente — Ayúdame. Te necesito — estaba desorientada, no tanto para saber que el macho debajo de ella era su pantera salvaje.

Ella empezó a frotarse sobre su cuerpo, soltando sonidos lastimeros para llamar la atención del macho que debía complacer a su hembra.

— Estoy aquí — se movió debajo de ella con suavidad, Ela estaba tan sensible que todo le alertaba — Tranquila, gatita. Déjame aliviarte — se colocó sobre su menudo cuerpo.

No tienen la idea lo primitivo que se volvía al ver las marcas de Ela en todo su cuerpo pálido, como su nuevo lienzo favorito.

— Por favor — sonrió al ver su puchero y sus ojos soñolientos. No iba a negar que le gustaba que le rogara de esa manera. Y ni hablar de su ego — Piandra, por favor — gruñó por las garras de Ela rasgar su espalda — ¡Ya!

— Está bien — rio. Quería tomarse la situación con diversión, no quería nublarse por el deseo y tomarla bruscamente, como lo había hecho las veces anteriores.

Cada vez que se convencía de que sería suave, todo se volvía brutalmente fuerte.

No hay que negar que la más alegre era Ela.

PIANDRAWhere stories live. Discover now