𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬

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Celeste

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Celeste. Un color vívido atrapado en la más oscura de las tentaciones.

Sus ojos cual cielo se abrieron de par en par, batieron sus pestañas largas negras y enfocaron su vista hacia el blanco e impoluto techo del hospital.

Los recuerdos vinieron en avalancha. Sara, Cindy, el bosque. También estaba Carl Joys, sí, lo recordaba. Pero no fue el único en venir, los detectives... El círculo. Después fue todo bruma negra palpable, ardiente y sofocante. Al final, no hubo nada.

Nada.

Y entonces recordó el dolor.

Se incorporó de inmediato y miró sus brazos extendiéndolos frente a él. Lisos, la piel rosada como si no hubiera ocurrido nada. Tiró de la sábana celeste pálido de hospital para observar el resto de su cuerpo, todos los rincones que la bata no cubría estaban en perfecto estado.

¿Habría sido un sueño? No, se contestó, fue real. Entonces, ¿este era el sueño?

Eso tenía mucho más sentido para Steve Pine.

En aquella habitación vacía, de muebles blancos, aparatos dispersos y la camilla al medio, todo estaba tranquilo. Era una paz que no sentía hace bastante tiempo, no sin la ayuda de la secta cuando participaba de los círculos del pecado. Por eso sabía con certeza que el mundo en el que había despertado era una farsa.

Despegó su cuerpo de la camilla respirando entrecortadamente y observando el mundo a su alrededor. El suelo ni siquiera estaba frío, era confortable ¿por qué los azulejos estarían a buena temperatura? Otra vez, no le encontraba sentido.

Divisó la puerta delante suyo, una doble de madera blanca, y trotó hacia ella conteniendo su respiración. Del otro lado se encontraba un corredor interminable, completamente pulcro y vacío, nadie más que él en aquellas instalaciones. Consideró qué tan bueno sería internarse en aquel camino sin salida, miró sobre su hombro a las dos puertas que se cerraban con vaivén y volvió a concentrarse en el camino a seguir.

Steve jamás se consideró un cobarde. Tal vez, jamás haya considerado absolutamente nada en su corta vida. Las pocas decisiones —muchas de ellas malas para la mayoría de la gente— habían sido tomadas gracias a su instinto, a ese irrefrenable sentimiento de opresión en su corazón cuando las personas le negaban algo. El hecho de querer controlar no solo su vida, también la de otros, lo llevó a donde estaba actualmente.

Él quería serlo todo, obtenerlo todo.

Para Sara Miller, él quería ser ese marido perfecto donde viviría en la armonía de un trabajo estable y niños bien educados. En cambio, Cindy Rockwell sería aquella mujer que rompiera la monotonía cuando se aburriera.

Todo estaba tan bien planificado en su mente que cuando las circunstancias comenzaron a salirse de control solo pudo seguir a esa voz en su cabeza, aquella que obedecía siempre y en quien tanto confiaba. Le susurraba que él podía hacerlo, que el mundo estaba en sus manos.

EL CÍRCULO ©  |  #PGP2022Where stories live. Discover now