𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑺

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Ojos fríos y de un celeste más claro que el cielo se reflejaban en el espejo del baño del hospital

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Ojos fríos y de un celeste más claro que el cielo se reflejaban en el espejo del baño del hospital. Ellos veían la blanca piel extenderse por esas facciones finas de mujer, los lunares haciendo apariciones de tanto en tanto y los surcos debajo de los ojos de un color opaco a causa del cansancio.

El rostro que estaba frente a ella no lo sentía propio, sus finos labios se mantenían firmes en una línea mientras su mirada se sostenía fija e imperturbable en su reflejo. Torció su rostro levemente, su cabello rubio cayó hacia un lado. Le gustaba su cabello. Tocaron la puerta desconcentrándola, al girar su cabeza observó a su madre, Amanda Miller, asomarse con una cálida sonrisa.

—Tienes visitas —le informó, abriendo por completo la puerta para que ella pudiera salir.

Caminó poco a poco, tomada de la estructura de metal donde colgaba el suero para poder sostenerse. Sus piernas se sentían frágiles, pero estaba mucho mejor de lo que los médicos hubieran esperado.

Cuando llegó a su habitación privilegiada, dado que no tenía compañera debido a un protocolo de seguridad, se encontró con dos siluetas bastante familiares. Aran y Carver la observaron bastante sorprendidos de verla con tanta fuerza como para estar caminando después de la operación. Ella, en cambio, se dedicó a observar sin pudor alguno el rostro del más joven de los detectives.

Apreció los ojos que había visto en el bosque, esos rasgados que no dejaban disfrutar del marrón oscuro y tormentoso de su mirada, la pequeña cicatriz a la izquierda de su quijada, la placa colgando de su cuello, hombros anchos y piernas largas. Ella cedió a mostrar interés en sus facciones, sus mejillas se colorearon brevemente cuando Aran desvió la mirada hacia la habitación al sentirse incómodo por ese repaso que le habían dado. La muchacha sonrió levemente y terminó su camino a su cama para sentarse con ayuda de su madre.

—Sara Miller, soy Carver y este es mi compañero Aran Kang —señaló el detective más viejo al acercarse a la camilla—. ¿Cómo te encuentras?

Sara se encogió de hombros sin querer avanzar mucho con la charla. Su madre, en cambio, trató de ser cordial y le explicó lo que los médicos dijeron: era un milagro que su hija viviera. Y ella lo contaba con fascinación y alentando a la idea de que algún ser divino y bondadoso había puesto sus fichas en el juego, cuando el dueño del tablero se encontraba en el infierno.

—¿Podríamos hacerte un par de preguntas? —Aran fue el que consultó esta vez, tratando de llamar la atención de la muchacha.

Lo logró, sus miradas volvieron a encontrarse y él recordó el alivio que sintió al saber que respiraba cuando parecía haber muerto en sus brazos.

—Claro, adelante —afirmó ella.

El detective Carver le pidió cortésmente a Amanda Miller que esperara afuera, ella obedeció sintiéndose bendecida de tener a su hija de vuelta, sana y salva. La miró por última vez, notando el cambio brusco que sufrió debido al secuestro, y cerró la puerta detrás de ella.

EL CÍRCULO ©  |  #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora