𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬

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Los peritos rondaban la habitación, ya habían pasado a hacer una ronda entera de fotografías y ahora se destinaban plenamente a encontrar sustancias e investigar el cuerpo

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Los peritos rondaban la habitación, ya habían pasado a hacer una ronda entera de fotografías y ahora se destinaban plenamente a encontrar sustancias e investigar el cuerpo. Carver y Aran estaban caminando hacia la oficina de seguridad donde verían las cámaras que habían registrado todo el suceso.

Cuando llegaron la guardia les dejó espacio y comenzó a reproducir los registros que tenían. La grabación solo mostraba el pasillo, no había cámaras en cada habitación, pero mostraban lo suficiente y lo único que a ellos les importaba: nadie más que su último médico de guardia había entrado esa noche como él ya lo había dicho. Ahora pasarían a la próxima instancia, un médico forense analizaría el cuerpo de Carl Joys y de allí en más verían cómo proceder. Si lo habían matado, la pregunta sería quién, si se había suicidado sería cómo; ¿alguien lo había ayudado? ¿Él mismo lo había planeado? Como siempre las preguntas eran muchas más que las respuestas.

—Tengo la declaración del médico de guardia —les anunció Rita cuando los cuatro detectives se encontraron en una intersección camino a la habitación de Joys—. Pasó a hacer su última rutina, dijo que aproximadamente serían entre las diez y media u once de la noche.

—Concuerda, la cámara mostraba al hombre justo a las diez y veinte —concordó Carver.

Aran observó el largo y estrecho pasillo que los llevaría hacia la habitación de Joys, recordó haber dejado a Sara en la casa esa misma mañana con la noticia de su muerte y lo culpable que se sintió al instante. No es como si hubiera tenido mucho tiempo para reconfortarla de alguna manera, pero le había dicho que lo más seguro era que la secta se haya encargado de él y que el rumor del suicidio fuera falso. Ahora mismo una corazonada le anunciaba que podría llegar a estar equivocado.

Si ese llegaba a ser el caso, entonces sería culpa de ellos. Sara había visitado a Joys porque se lo habían permitido. ¿No era algo bastante injusto tener que sentirse de esa manera por alguien como él? Pero, al fin y al cabo, ¿no era Carl Joys un lunático porque la policía no logró protegerle a tiempo?

—Tendremos que esperar a la autopsia entonces —declaró Robert poniendo sus dedos pulgares en el cinturón de su pantalón, una pose que le salía inconscientemente y de la cual todos estaban acostumbrados—. Veremos qué hacer a partir de eso, mientras tanto solo vayamos donde el cuerpo a ver si encontraron algo. Ya pedí una fotocopia del registro de visitas y de empleados de los últimos cinco días.

Los cuatro iniciaron su camino, Aran quedándose algo más rezagado mientras Rita lideraba la marcha.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Carver al verlo cabizbajo y distante.

—Joys dijo en su momento que vendrían a por él —le comentó sus inquietudes en voz baja—, también dijo que quería proteger a Sara. Luego trató de matarla, en el bosque y aquí mismo. Esto no tiene ningún sentido.

Carver largó una risa irónica y palmeó unas cuantas veces el hombro del joven detective.

—Estamos así desde las primeras desapariciones —trató de reconfortarlo—, nada tiene sentido nunca, estamos todos perdidos.

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