𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑶𝑪𝑯𝑶

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La ansiedad es un gusano que te carcome por dentro, roe tus huesos y los hace chirriar hasta que tus oídos duelen y tu vista se desenfoca para confundirte, atraerte a ese mar confuso de marea embravecida y tormentas sinfín

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La ansiedad es un gusano que te carcome por dentro, roe tus huesos y los hace chirriar hasta que tus oídos duelen y tu vista se desenfoca para confundirte, atraerte a ese mar confuso de marea embravecida y tormentas sinfín.

Ansiedad...

El sentimiento se quedaba corto para el ajetreado corazón de Aran Kang.

—¡Hada! —Aran gritó a viva voz a la vez que medio atropellaba a la señora Marge para entrar a su departamento.

Fugazmente, lo primero que observó fue que tenía la misma estructura que el suyo, solo que inverso. Pese a ello, las colchas tejidas dispuestas en los sillones, los platos de decoración colgados en las paredes y las infinitas plantas alrededor de la estancia gritaban que allí no vivía un soltero y su hermana pequeña.

Todo gritaba a anciana. A Marge, precisamente.

Los segundos que tardó en observar su entorno también los tardó en pensar en el dolor que lo corroía por dentro. Su hermana era su responsabilidad, ni siquiera quería imaginar todo lo que conllevaría perderla.

Tembló.

La habían pasado realmente mal los primeros días luego de que sus padres murieran, se tenían el uno al otro y eso era todo lo que obtuvieron por un tiempo. Recordaba las lágrimas que él había corrido de su mejilla en las noches de pesadillas, las veces en que ataba sus cordones, en cosas tan inútiles como cuando se pasó la tarde entera tratando de descifrar gracias a videos tutoriales cómo se hacía una trenza. Su madre siempre se había encargado de la pequeña versión de sí mismo, él solo había sido su hermano —uno realmente cariñoso y que se prestaba a jugar con ella cada que podía—, pero jamás un padre.

Hasta ese accidente Aran no tenía ni por asomo en sus planes tener que cuidar de una criatura, no se sentía preparado. Irónico o no, ella lo había mantenido en eje. Había luchado, seguido adelante cada día, gracias a la pequeña. Un ser tan inocente y desconcertantemente débil que necesitaba de la ayuda de su hermano mayor para sobrevivir en ese mundo cruel que se los había arrebatado todo.

Todo menos a ellos mismos.

Hada Kang no solo era su hermana, era su vida entera. El motor que alimentaba cada mecánico paso que daba.

¿Qué haría él si la perdía? La pregunta de Marge lo descolocaba completamente, le cortó la respiración y su corazón punzó con un fuerte estremecimiento que casi lo obligó a ceder sus rodillas y rendirse.

¿Qué haría?

La ansiedad peligrosamente se convertía en pánico. Y el pánico ya no se presentaba como un pequeño, arrugado y viscoso bicho; el pánico era una entidad completamente nueva que se manifestaba en su mente engatusando la racionalidad y presentándole al miedo más atroz.

El miedo a la muerte.

Si la secta... si cualquiera se había llevado a la pequeña... Aran juraba que eso sería lo último que harían.

EL CÍRCULO ©  |  #PGP2022Where stories live. Discover now