𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑶𝑪𝑯𝑶

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El cuerpo de Carl Joys ahora yacía sobre la cama, los dibujos y los crayones se habían ido para dejar caer el cuerpo de un sudoroso pelirrojo que murmuraba y luchaba desesperadamente contra el fuerte calmante que le habían inyectado

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El cuerpo de Carl Joys ahora yacía sobre la cama, los dibujos y los crayones se habían ido para dejar caer el cuerpo de un sudoroso pelirrojo que murmuraba y luchaba desesperadamente contra el fuerte calmante que le habían inyectado. Pero nuevamente fracasó y sus párpados, dibujados entre dos grandes aureolas negras que gritaban insomnio, cedieron junto a sus labios resquebrajados por la sequedad que suspiraron una última queja hasta dejar de moverse y, solo entonces, estuvo por completo dormido y tranquilo.

—Explícanos, por favor —pidió Carver.

Los tres detectives estaban en una sala, una especie de oficina de algún médico o psiquiatra aquí dentro, que les habían prestado para usar por unos minutos. Rita con su larga ceja alzada miraba con una curiosidad peligrosa a Sara que se mantenía sentada en una mullida silla de madera, sus ojos estaban fijos en sus manos y parecía completamente ida. Aran se acercó hasta agacharse junto a ella, Carver suspiró al no obtener respuestas y tener que lidiar con los traumas de la muchacha, pensaba que no tenían tiempo para estas cosas.

—Sara, mírame —le pidió amablemente Aran mientras que sus dedos empujaban el mentón de la muchacha para que alzara su cabeza—. ¿Estás herida? ¿Te hizo algo?

Mientras el resto solo buscaba respuestas a la desquiciada situación que se presentó, Aran revisaba con sus ojos por golpes o lastimaduras en el cuerpo de la mujer. Ella lo miró, pestañeando varias veces como si tratara de mantenerse cuerda y en el tiempo presente. Negó con su cabeza, Aran lo tomó como un gran avance.

—¿Te importaría contarnos bien lo que sucedió?

Su voz era cariñosa, un tono que tocó algo mucho más profundo en el simple y descompuesto corazón de Sara Miller. Por unos segundos ella tuvo que volver a recordar cómo respirar, observó fugazmente la habitación entera dándose cuenta de que el resto del equipo seguía allí y que la mera presencia de Aran parecía amainar esas miradas llenas de preguntas de los demás.

—Le pregunté por qué lo hizo —explicó ella pausadamente.

Aran esperó a que continuara, pero parecía demasiado perdida, se distrajo fácilmente cuando él le tomó sus manos.

—Entonces, ¿qué dijo?

—Básicamente me trató como... como... —Sus palabras tropezaron, sus labios temblaron y abrió la boca como si tratara de entenderse a sí misma, como si el solo hecho de pensarlo no tuviera sentido—. Me trató como un monstruo. Aran, él dijo que ya no importaba, si él no lo lograba el círculo lo haría.

—¿Qué haría? —preguntó sin querer escuchar realmente su respuesta, porque él bien sabía lo que diría.

Con tan solo observarla tuvo su afirmación, estaba en lo correcto, ellos la matarían. Daba igual el por qué, el caos de la mente de esa gente no necesitaba motivos para justificar sus atrocidades, y si lo tenían estaba más allá del entendimiento de cualquier humano cuerdo.

EL CÍRCULO ©  |  #PGP2022Where stories live. Discover now