𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑶𝑺

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Las manchas de sangre se habían ido de sus manos, pero no había nada más que hacerle a esa camiseta con el gran manchón rojo sangre en el frente

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Las manchas de sangre se habían ido de sus manos, pero no había nada más que hacerle a esa camiseta con el gran manchón rojo sangre en el frente. Aran abrió la puerta de un celeste envejecido y la cerró, abrió una de las taquillas de la fila larga y se sentó en el banquillo del medio para tratar de respirar un momento con una camisa de repuesto en sus manos.

Sara Miller había pasado la peor parte ya, la operación había sido un éxito y los médicos lograron salvarla. Pero aún estaba en un débil estado, todo lo que debía hacer la familia era esperar que despertase de la anestesia para ver su estado. Anímicamente, le faltaban unos cuantos días de reposo y comidas diarias, estaba demasiado delgada. Cuando la trasladaron a la habitación Aran apenas pudo ver su rostro de pasada, estaba chupado y sin brillo alguno. Pensó que la chica había tenido suerte, mucha suerte.

Ahora el peso de sus decisiones caía en sus hombros, ¿realmente había hecho bien en intervenir tan temprano? ¿Acaso su jefe, Carver, tenía razón? Sacudió su cabeza, desordenando su cabello y presionando sus labios, debía creer que sí, que había estado bien. De ninguna manera se hubiera perdonado que algo le pase a la chica mientras ellos dos jugaban a las escondidas y veían todo como si de una película se tratara, siempre iría a actuar en base a sus convicciones más nobles, no había duda de ello. Y no debía arrepentirse, ella estaba sana y salva y, además, habían atrapado a un miembro de la secta.

Dejó la remera en el banco mientras tiró de los bordes de su camiseta hasta sacarla por su cabeza, sus músculos se marcaron ante cada movimiento que hizo dándose a lucir una espalda ancha. Tiró la ropa en una bolsa la cual ató y tiró dentro de la taquilla, antes de cerrarla miró la puerta observando cada uno de los recortes pegados en ella. Desde la noticia de un accidente automovilístico a las afueras de Portland hace unos cuantos años, hasta un gran titular referente al círculo. Los papeles de "PERDIDO" de los jóvenes desaparecidos también estaban en un montón por debajo, dejando apenas espacio para dos fotos personales. Una de ellas se trataba de cuatro miembros familiares, un hombre de rasgos asiáticos con una hermosa mujer que tenía en sus brazos a un bebé, en el regazo del padre había una pequeña versión de Aran Kang. La otra foto se la habían tomado un par de días antes del accidente, abrazaba a su hermana por detrás mientras los dos sonreían a la cámara.

Sus ojos volvieron, distantes del mundo en el que se encontraba, a las hojas de los desaparecidos. Miró la del joven Carl Joys, la descripción concordaba con lo que había visto personalmente de él. Cabello pelirrojo, estatura baja en comparación al promedio, pecas en todo su rostro. Pero Aran observó algo nuevo, tal como le había pasado con Sara Miller, aquel chico no tenía la misma mirada iluminada de la foto en blanco y negro de la fotocopia pegada en la puerta. Claro que no, nadie que haya pasado por las manos del círculo saldría bien de ello.

Solo que nunca supuso que las víctimas se convertirían en victimarios.

Cerró la taquilla con fuerza, molesto, al mismo tiempo que la puerta del vestuario se abría y entraba Carver. Miró al muchacho ponerse la camisa y pensando que esta situación le estaba desbordando, era solo un muchacho inexperto que quiere la justicia. No le sorprendió que se haya lanzado contra el círculo, al contrario, hubo una vez donde él era igual de imprudente y se dejaba llevar por los sentimientos y las circunstancias.

EL CÍRCULO ©  |  #PGP2022Where stories live. Discover now