18. Empieza

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En el momento que sus ojos volvieron a encontrarse, Mikasa jadeó de horror

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En el momento que sus ojos volvieron a encontrarse, Mikasa jadeó de horror.

Sus piernas empezaron a trabajar antes que su mente reaccionara, y de un momento a otro se encontraba corriendo por los pasillos huyendo de él. El sentimiento de vacío en su pecho volvió a surgir y sus manos comenzaron a temblar.

No sabía dónde ir, o qué hacer. Dos días habían pasado desde que la habían liberado de su celda e interactuó con el hombre por primera vez desde ese día. Dos días desde que él le advirtió que tenían una conversación pendiente.

El pánico puro comenzó a saturarle cuando escuchó pasos en algún lugar detrás suyo.

—¡Deja de huir, mocosa tétrica! — gritó sin importar que otras personas lo escucharan.

—¡Déjame en paz!

Sin más rodeos la jaló del brazo y la llevó arrastres a su habitación. Hizo oídos sordos ante sus quejas y constantes forcejeos de parte de Mikasa. Cuando logró adentrarla a su ordenado cuarto, le puso pestillo a la cerradura y la empujó sin mucha fuerza sobre su cama.

Sus ojos intentaron conectarse con los grises femeninos pero no hubo caso.

—Tenemos que hablar. — exclamó con su mirada fija en ella.

—No hay nada de lo que quiera hablar contigo. — llevó sus codos a su pecho y ocultó su faz entre sus manos. No quería verlo. No quería escucharlo. No quería saber de él.

Levi suspiró y con sus dedos masajeó su entrecejo intentando relajarse.

—No te pregunté si querías. — declaró irritado. — Vamos a tener esta conversación queramos o no.

Mikasa retuvo las incontrolables lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos. Él no la vería llorar.

—Te dije que algún día tus impulsos acabarían queriendo matar a alguien.

—Le advertí que haría lo que fuera para mantener a salvo a mis preciados. — contraatacó sin mirarlo. — No tengo nada más que decir, ¿Me puedo retirar? — Intentó levantarse de la cama pero Levi la detuvo a tiempo. Sabía que estaba mintiendo por el tono de su voz. Con su mano apartó con fuerza sus brazos de su rostro y con su dedo índice tomó su mentón obligándola a levantar su vista. Aún así sus ojos se encontraban ausentes y no tenían la intención de dirigirse a él.

—Mikasa, mírame.

—No quiero.

—Mírame. No hemos terminado de hablar. — No se rindió y siguió buscando conectar sus miradas una vez más. Cuando finalmente logró que sus ojos cansados y tristes se posaran en él, las lágrimas comenzaron a caer solas por las mejillas de la joven.

Deja de llorar. Él sigue aquí.

—Dejame ir. — zafarse de su agarre parecía ser imposible.

—Bien. — soltó su mentón y se alejó de ella. — Vete, si eso es lo que quieres.

¿Como? ¿Cómo podía irse? ¿Cómo podía estar tan relajado?

¿Cómo podía importarle tan poco?

—¿Por qué...? — musitó despacio siendo casi imperceptible pero el azabache lo escuchó perfecto.

¿Cree que es justo que me siga preguntando por qué me rechazó aquella noche? ¿Es por que no soy lo suficientemente atractiva? Si se iba a arrepentir, ¿por qué me besó en primer lugar?

Su mente regresó al pasado y recordó sus propias palabras de una forma aún más amarga al sentir exactamente lo mismo que en aquella ocasión pero esta vez, era peor. Mucho peor.

Esta vez, ella lo quería.

—¿Por qué, qué? ¿Ahora si quieres hablar?

Mikasa se mantuvo en silencio y apretó sus puños del coraje. Le gustaría que supiera tantas cosas, pero hay tanto que no puede expresar. Él la había convertido en un maldito desastre.

—Yo sé que es lo que quieres decir, y no quiero escucharlo. — confesó con dificultad por el gran nudo en su garganta. — No quiero que me sigas lastimando.

—Creo que lleve todo este lío muy lejos, y ahora se convirtió en un problema.

Fue como si el tiempo si hubiera paralizado y los colores se destiñeran.

¿Un problema? ¿Ella era un problema?

—¿Un lío? ¿Un altercado? ¿Un problema? ¿Así es como me defines? — se estaba comenzando a alterar. — ¿No te das cuenta en el destastre que me convertiste? ¡¿Sabes cuantas noches las pasé llorando en mi habitación perdiendo mi cabeza?! — Levi solo observaba sin expresión alguna a la joven que lloraba desconsoladamente — A ti no te importa, no te afecta... – espetó con rabia y coraje. – ¿Como...?– intentó hablar pero su voz se cortó en plena pregunta. Tomó aire y siguió. –Dígame, capitán, ¿Que fuí? ¿Un juguete? ¿Un deseo? ¿Un...?

—Una distracción. — De pronto, sus pulmones dejaron de funcionar y la sensación de falta de aire se hacía presente. Volvió a ocultarse en sus brazos e intentó acallar sus sollozos. Lo sabía. Lo supo desde el primer momento pero no quiso enfrentarlo. — Necesitaba un motivo para distraerme. — admitió frío y cortante.

Se sentía estúpida. Eso es lo que pasa con los amores indebidos y las reuniones secretas a mediados de la noche, las miradas cómplices y ansiosas.

Solo mienten, mienten y mienten.

—¡Lo odio! — le dio un puñetazo en su pecho. Se sentía devastada. Él jamás tendría que pasar por esto como ella lo estaba haciendo. — ¡Lo detesto! — su puño impactó nuevamente en su cuerpo. — ¡Lo desprecio...!

—Creo que todo esto fue un error que jamás debió haber ocurrido...

Escuchar eso fue como viajar a conocer las estrellas pero jamás alcanzar a tocarlas.  El silencio era barumador, desperante y ahogante. Por más que se encontrara junto a él en la misma habitación, se sentía sola.

Pero entonces, ¿Por qué no se arrepentía de sentir el vacio en su pecho? Por él, lo sentiría una y otra vez. 

Ese era el problema.

—Debió pensarlo antes, capitán.

Esas fueron las últimas palabras que alcanzó a escuchar antes que Mikasa sacara el pestillo y se marchara con sus ojos irritados y los fragmentos de su corazón partido hechos polvo.

Fin del capítulo.

𝐅𝐀𝐕𝐎𝐔𝐑𝐈𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐍; rivamikaWhere stories live. Discover now