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El sol se colaba por entre las enredaderas, llenando de luz aquella cueva en la que tres ninfos dormían.

El chico de tez celestina abrió lentamente los ojos. Se acurrucó un poco más en el frío piso de piedra, aún cansado. Paseó la mirada por el lugar, encontrándose con sus dos compañeros, dormidos un poco más lejos. Quedó pensativo por unos segundos, con los ojos clavados en los otros dos ninfos.

De repente, como si todo su cansancio se desvaneciera en el aire, se levantó de un salto y salió del lugar con una sonrisa en la cara. 

Observó el exterior con felicidad en sus ojos. El bosque se veía hermoso, pintado de verde brillante por todos lados, el sol amaneciente era visible en el horizonte, por entre los majestuosos árboles y frondosos arbustos.

Se estiró, soltando un suspiro de satisfacción al dejar de hacerlo. 
Empezó a caminar por aquel lugar al que llamaba hogar, simplemente paseando y respirando el puro y fresco aire.

Se acercó a un río que corría cerca suyo. Se arrodilló frente a él, observando el agua avanzar con velocidad, casi hipnotizado por su persistente movimiento.
Lentamente metió una de sus manos al agua, viendo cautivado cómo está se sumergía en aquella masa líquida. Cerró los ojos, concentrándose en la sensación del agua chocando contra su piel, escuchandola correr, llenando el silencio del bosque.
Sintió una gran corriente de energía correr de su mano hasta su pecho, como mil caballos corriendo por sus venas, una sensación tan increíble... Que sería difícil explicarlo con palabras. Una sensación que ningún otro ninfo podría experimentar, ni los de flora, ni los de fauna, solo los ninfos de agua.

Juraría que podía escuchar a alguien hablar, sin embargo, todo estaba en silencio, no había nadie al rededor.
Pero aún así él podía escucharlo, no había ninguna voz hablándole, pero las palabras se creaban en su cabeza.

- Es un gusto hablar con ustedes también - Susurró al aire

Unas nuevas palabras volvieron a formarse en su mente, como respondiendole

- Necesito su ayuda, de hecho - Hizo una pausa - El chico de ayer, Canadá... Quiero saber si ha vuelto - Pidió

El río continuaba más allá del bosque, así que si alguien había visto al chico de idioma raro, ese debía ser el agua.

- Tez rojiza y blanca, con una hoja roja a mitad de la cara... Alto... Ojos como el cielo - Describió a aquella persona como la recordaba, solo esperaba que su memoria sea correcta. Aún que, bueno, teniendo en cuenta que ya se sabía a la perfección todo lo que había a su al rededor, algo tan extraño como esa persona no sería algo fácil de olvidar

Como si el movimiento se hubiese detenido y el tiempo hubiese parado, el bosque se inundó de nada más que silencio por unos momentos, como si estuviera pensando.
Finalmente, una pequeña sonrisa se pintó en la cara del de tez celestina, pues había recibido la respuesta que quería

"Está aquí"

Murmuró un pequeño agradecimiento antes de abrir los ojos. Esa corriente de energía que corría por su brazo empezó a disolverse, hasta desaparecer por completo.

Elevó su mirada hacia los pequeños retazos de cielo que asomaban por entre las copas de los árboles. Quedó allí por unos segundos, luego se levantó, tranquilamente y tomándose su tiempo.

Corrió, corrió por su tan ya conocido bosque, saltando piedras, sorteando arboledas, esquivando charcos y ramas... Así como acostumbraba hacer, hasta llegar hasta aquel lugar tan desconocido para él... El único lugar del bosque que no había explorado.

Los ninfos (CanArg)Where stories live. Discover now