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Era un lindo día aquel, las grandes nubes blancas cruzaban el cielo, pero no había indicios de lluvia.
El clima no estaba caluroso ni frío y un pequeño viento se levantaba, haciendo sonar el golpe de las hojas entre ellas de los árboles y los arbustos, creando ese sonido tan hermoso de naturaleza.

Las aves soltaban divertidos cantos mientras revoloteaban por entre las copas de los árboles, mostrando sus bellos colores, casi como si estuvieran haciendo una competencia entre ellos para ver quién lograba ser más llamativo.

Argentina jugaba con su cola gatuna, disfrutando de la paz del momento. Estaba sentado en el suelo, viendo a la hierba moverse junto a la brisa, como si danzara con esta.

Finalmente, México y Chile se habían arreglado, Chile se mostró arrepentido y México pudo encontrar en su corazón la fuerza para perdonarlo.

Era una buena noticia, sí...
Pero para Argentina era tanto buena como mala.

Por una parte, le alegraba que sus amigos ya no estuvieran peleados, no le gustaba verlos así, además el mexicano se la pasaba de mal humor y no se molestaba en ocultarlo.

Pero, por otro lado... Ya no podía aprovechar sus discusiones para escabullirse a espiar al humano de piel blanquirroja, Canadá.

Ese día ya lo había visto, bien a la mañana, cuando lo encontró algo triste, pero todavía quería volver una vez más, si tenía suerte, entonces quizá el otro haría lo mismo, pero no sabía cómo hacer para escapar sin que los otros ninfos lo notaran.

La imagen del chico triste aún estaba clavada en su mente, le había roto el corazón de una manera que nunca antes había sentido.
Le alegraba al menos haberlo hecho sentir un poco mejor, aún que no hubiera sido la gran cosa.

Se levantó, estirando sus brazos altos hasta el cielo y encorvado su espalda un poco para atrás, hasta que quedó a gusto.

Avanzó dando saltitos por entre los árboles, aspirando el suave aire puro a la vez.
Pasó por entre árboles y arbustos, saltando piedras y arroyos pequeños, sintiendo como a veces pequeñas gotitas de estos caían a sus pies.

Finalmente, relentizó el paso cuando encontró a sus amigos, charlando pacíficamente, como hacia tiempo no hacían.

Lo saludaron con las manos y sonrisas tranquilas.
Se acercó un poco más, encontrándose con que ya habían preparado lo que iban a comer, algunos animales para Chile y Argentina, mientras que una montaña de plantas para México.

Empezaron a comer, frente a la cueva en la que vivían, comían parados, como era costumbre suya, algo alejados los unos de los otros.

- Unos humanos acamparon dentro del bosque la otra noche, cerca de la frontera, no es un lugar al que solamos ir - Soltó Chile de repente, como buscando empezar una conversación

El de partes de águila lo miró entre confundido y preocupado.

- ¿Y tú cómo sabes eso sí no solemos ir ahí? - Preguntó, extrañado

- La flora es muy chismosa, incluso más que tú, México - Rió el chileno - Así como el fuego se expande con rapidez por las plantas, igual lo hacen los rumores -

Al decir eso, miró directamente hacia el argentino, su expresión no denotaba ninguna emoción en particular, pero sus ojos brillaban de una manera delatora, como si supieran más de lo que decían.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Argentina como si ese fuese su hogar, pero trató de no mostrarse nervioso.
¿Acaso Chile sabía lo que hacía cuando se escapaba?

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