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El cielo tenía ese color celeste oscuro que tanto le gustaba.
El sol no podía ser encontrado en esos momentos, aún era demasiado temprano, más la luna ya se había escondido.

¿Que hacía despierto a esas horas?
No estaba seguro, quizá estaba demasiado emocionado como para seguir durmiendo.

Y no era el único.

A kilómetros de distancia, otro país miraba al cielo desde su ventana, observando esa masa oscura.

Esa ventana estaba junto a su cama, así que podía asomarse mientras se mantenía sentado sobre ella, cosa que le encantaba.

Apenas había dormido unas horas a la noche, se la había pasado pensando y repasando lo que había pasado el día anterior.
Algo había visto, seguía seguro de eso.
Y... Quería creer que era un ninfo.

Trataba de mantenerse realista, pensar en otras posibilidades, quizá un animal o una persona que pasaba por ahí, pero no podía dejar de creer que ese podría ser un ninfo.

Eso lo hacía sentir algo idiota, pero ¿Que podía hacer? Creía en lo que creía

Tampoco le estaba haciendo daño a nadie así. Si estaba equivocado, lo peor que podría pasar era llevarse una pequeña decepción y seguir con su vida.

Se fijó la hora en su celular: 5:46 AM

Una hora rara para estar despierto... Pero ¿Quien dijo que él fuera normal?
Se levantó y se puso un abrigo grueso para salir de su habitación.
Pasó con todo el cuidado del mundo por su casa, haciendo su mayor esfuerzo para no despertar a sus hermanos, mucho menos a sus padres.

Logró salir sin llamar la atención de nadie, por suerte.

Apenas logró colocar todo su cuerpo en el exterior, sintió una gran ráfaga de aire golpearlo, había algo de viento.
Dió una mirada más allá del muro que había al final de su pequeño pueblo, viendo al gran bosque que se formaba a la distancia.

...

Por allí era donde Argentina corría nuevamente, dando algunos saltitos de emoción.
Era tan temprano... Las posibilidades de Canadá estando ya en la linde del bosque eran casi nulas, pero existían.

Y si no estaba... Pues le tocaría esperar otra vez.

Al llegar se detuvo, derrapando un poco antes de dejar de moverse por completo. Asomándose por entre la flora, no logro ver al humano por ningún lugar, así que se subió ágilmente a uno de los árboles allí y esperó.

Sus ojos clavados en el horizonte, allí por dónde el sol solía salir.
Allí, lejos, muy lejos, estaba la masa de agua más grande que jamás había visto, más que cualquier rió o laguna, parecía seguir y seguir hasta la eternidad.
Siempre había querido tirarse en esa masa de agua, nadar, charlar
¿Sería ese agua distinta a la de su bosque?
La había visto algunas veces de cerca, pero aún muy lejos, desde arriba de un pequeño acantilado, no tenía manera de acercarse más, ni siquiera podía tocarla, estaba demasiado baja como para alcanzarla.

Pero sí se sentaba por horas a observarla, ver cómo se movía, hipnotizado por esas olas que chocaban contra la tierra húmeda, era algo que llevaba haciendo desde que era un pequeño ninfito.
Sus ojitos brillaban cuando estaba ahí.

Llevó sus ojos hacia más allá de la frontera, viendo a la distancia las pequeñas guaridas de los humanos, siempre le parecieron raras, no eran como la cueva en la que el y sus amigos vivían, o quizá eran cuevas muy raras.
A veces se sentía muy atraído hacia ese lugar, tenía ganas de ir y ver esas guaridas de cerca ¿Que tan grande serían? ¿Que tendrían adentro?

Los ninfos (CanArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora