𝘴𝓲ꫀ𝓽ꫀ

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El silencio contagió el aire con tensión y algo de miedo mientras los dos países mantenían el contacto visual, uno incrédulo y otro asustado... Pero ambos en silencio.

Canadá estaba helado de la cabeza a los pies, podía sentir su pelo pararse mientras la piel de gallina se hacía mostrar en su cuerpo, en un estado de shock demasiado grande como para siquiera moverse, apenas pudiendo respirar con normalidad.

Mientras tanto, el ninfo apresado en sus brazos se debatía seriamente como salir de aquella situación, mantenía una sonrisa nerviosa en su cara, pero definitivamente no estaba feliz, incluso se odiaba un poco por haberse dejado encontrar... Le había arruinado la diversión y quizá, solo quizá, podría estar en peligro.
Había sido algo idiota, jugó con fuego hasta que se quemó, y ahora no lograba entender si estaba en riesgo o no.

¿Que podía hacer en esos momentos?
Escapar parecía imposible, de claramente más débil que aquel musculoso y grande humano, e, incluso si escapara, el chico no olvidaría simplemente su existencia, lo buscaría hasta encontrarlo, incluso si debía meterse en lo profundo del bosque para hacerlo.
O quizá le contaría a todos sus conocidos acerca de él, haciendo que su existencia ya no fuera un buen guardado secreto.

Uy, en los problemas que se metería con México...

...
Ahora que lo pensaba... ¿Cuántos conocidos podía tener un humano? Los ninfos solo se tenían entre ellos ¿Sería igual de pocos o...

Mierda, ese no era buen momento para sentirse curioso sobre la especie del hombre que lo estaba apresado en ese mismo instante.

Demasiado nervioso y sorprendido como para funcionar correctamente, Canadá soltó lentamente a la criatura, retrocediendo más lento aún, como si fuera un oso del que trataba de escapar sin hacer movimientos bruscos, para que no lo ataque...

Argentina aprovechó para estirarse, había estado por un rato en aquella posición incómoda, luego se tomó de las partes en dónde el más alto lo había agarrado, pareciera que de la sorpresa había apretado de más, ocasionandole un leve dolor.

Suspiró y rió nervioso, removiendose con incomodidad bajo la mirada del más alto.

- ... Hola - Saludó con la mano, nervioso

- OH MY-... IT CAN TALK! (OH, MI-... ¡PUEDE HABLAR!) - Algo asustado exclamó el blanco y rojo, saltando hacia atrás

- ... ¿Cómo? - El argentino confundido miró al rededor por unos momentos, sin entender lo que decía el otro

- Oh, um - Al notar la confusión del otro, buscó una manera de comunicarse con él, aún cargando con el nerviosismo de tener a un nido real frente suyo - Ugh, ¡Dammit! -

El canadiense se tapó la cara con las manos, en clara frustración.

Argentina, al verlo tan mal, decidió acercarse a él, con lentitud, pies aún seguía sin estar muy seguro frente al humano. Quedó justo frente al de la hoja rojiza, lo miró por unos momentos y acercó su mano hasta apoyarla en el gran brazo del mayor, acariciandolo.
Trataba de calmarlo con mimitos... A él le funcionaba, quizá al humano también.

Canadá sacó sus manos de su cara para poder ver al ninfo, paralizado de sorpresa.
Empezó a examinarlo bien con la mirada, aprovechando que lo tenía tan cerca.

Podía decir que era un hombre, pero bastante vas bajo que él, más que cualquier adulto que hubiera visto, era bajito... Pero podía notar que tenía algunos años, tenía la cara de un adulto joven.
Su cuerpo era curvoso, teniendo una pequeña cintura y algo anchas caderas.
Su piel celestina se veía bien cuidada, a pesar de vivir en el bosque.
Su pelo estaba algo enredado, pero se notaba suave.
Y se sintió algo atraído a esos ojos verdosos claros y brillantes, confiados y alegres.

Los ninfos (CanArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora