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El sol salía a la distancia, pintando de un brillante naranja todo lo que sus rayos tocaban, desde la tierra, hasta la copa del más alto de los árboles.

Los pájaros volaban por sobre su cabeza y bajo sus pies, sus bellos plumajes de colores resaltando entre las hojas y la maleza, algunas tan rápidas que era casi imposible verlas.

El viento provenía desde  el horizonte para golpear directo en su cara, haciendo bailar el césped bajo él, al igual que su propio pelo desordenado y las hojas con las que se tapaba, aun que más como decoración que como ropa, pues la desnudez en el bosque nunca estuvo mal vista.

Desde la alta rama de árbol en la que se sentaba, vio una figura oscura a la distancia, dándole la espalda a la luz y avanzando lentamente hacia su zona, levantó las orejas con atención, interesado en saber quien sería, atento al color que poco a poco podía ver en aquel a través de la sombra que se le creaba por estar a contraluz.
Cuando reconoció ese rojo y blanco, junto a la hoja en el centro de su cara, sus ojos se iluminaron a la vez que su corazón se llenaba de una incontrolable emoción.

Con rapidez pasó de estar sentado en la rama de ese árbol a colgado de su corteza, de allí saltó al suelo, una caída grande para algunos, pero mínima para alguien que llevaba haciendo saltos así desde tu nacimiento.

Corrió hacia la figura, sin detenerse, con cada paso aumentando la velocidad.

Canadá, por su parte, caminaba con tranquilidad, sin apresurarse, mirando al suelo pensativo, algo que desde el día anterior no dejaba de hacer... pensar.
Incluso su familia había notado ese curioso cambio en él, en vez de saludarlos con esa característica sonrisa suya, riendo y saludándolos, tratando de aclarar el aire, como siempre, esa mañana no había salido de su mente, su saludo alegre pasó a una onomatopeya... y la conversación animada que solía comenzar, no más que silencio.

Pero ¿Podían culparlo?
Había logrado ver, con sus propios ojos, a lo que era conocido como una criatura mitológica, una creación del hombre, la imaginación de un niño, la historia de una madre a su hijo...
Él había sido el primero en saber que era real.

Subió su mirada tan solo para encontrarse ese cuerpo celestino en el que estaba pensando corriendo hacia él a gran velocidad, aparentemente sin intención de parar.

Tan solo logró soltar un jadeo de sorpresa antes de ser tacleado y derribado por el ninfo, cayendo al piso con dureza, quedando algo atontado.

Trató de levantarse, sobándose la cabeza por el dolor del golpe, aún que tampoco pudo, en sus piernas había un ninfo alegre, soltando risitas pícaras y moviendo su cola gatuna de lado a lado.
Canadá soltó un quejido por el dolor, pero aún mostro una sonrisa, por un lado le parecía adorable la inocente alegría del chico, por el otro... se sentía extrañamente emocionado de que el día anterior no hubiera sido tan solo un sueño.

De repente, el canadiense recordó un poco de lo que había estado estudiando a la noche.

- ¡Oh! Um... Hey... Hola - Saludó en español

El ninfo lo miró con sorpresa, para que después, poco a poco, su sonrisa se fuera ensanchando, junto a sus ojos ganando cada vez más brillo.

Canadá comprendió que había cometido un gran error.

- Jodeme... - Habló el argentino con emoción - ¿¡Todo este tiempo hablabas español!? Nooo, que piola, todo este tiempo estabas hablando re rarito ¡No sabes todo lo que te quiero preguntar! Hay cada cosa que no entiendo de los humanos... Como los monstros esos con ruedas en los que se meten, o los lugares en los que duermen... O... -

Los ninfos (CanArg)Where stories live. Discover now