Capítulo 3

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AITANA

Regresé a la casa bañada en sudor, era cuesta arriba y el calor empezaba a apretar. Me alivió ver que no había nadie gritándose en el exterior. Guardé la bicicleta y pensé que ya la hincharía en otro momento. Necesitaba beber agua. Miré el porche con nostalgia, donde tantas veces había jugado con mi primo a las cartas, y entré en la casa. Silencio. Quizá se habían matado entre ellos.

—¿Hola?

—¿Aitana? ¡Estamos en la primera planta!

Encontré a mis padres deshaciendo las maletas. Mi madre tenía el gesto torcido y se notaba que había estado llorando.

—¿Mochila nueva? —preguntó mi padre, asentí—. La primera planta es nuestra, puedes escoger la habitación que quieras.

—¿Y la buhardilla?

—¿Por qué querrías dormir ahí? —preguntó mi padre con una mueca de disgusto.

—Siempre lo he hecho.

—Cuando eras una niña.

—La última vez que estuve aquí tenía quince años, no era una niña. Me gusta la buhardilla.

—Alfredo, déjale que haga lo que quiera. Al final es lo que pasa en esta familia. Todo el mundo hace lo que quiere sin pensar en los demás —dijo mi madre con todo el dramatismo que pudo.

Pensé en lo irónico que era que precisamente ella dijese eso. La quería, por supuesto que sí, era mi madre. Pero era una de las personas más egoístas que conocía.

—¿Mis maletas?

—En el coche. No vamos a ser tu Ernesto —dijo mi madre haciendo referencia al asistente que teníamos contratado en la ciudad, que había aprovechado nuestro viaje para tener por fin unos días libres.

—Lo sé.

Mis padres no me habían preguntado dónde había estado. No parecía interesarles. Si desapareciese toda la noche, ¿les importaría? ¿Y una semana? ¿Cuándo empezarían a notar mi falta?

Subí primero una maleta y luego la otra hasta la buhardilla. Me sentí muy bien conmigo misma. Tal vez no necesitábamos a Ernesto tanto como pensábamos. El techo era muy abuhardillado. La mayoría de la gente solo podía estar de pie en la parte central. Yo no era la mayoría de la gente y podía estar en más zonas de la habitación con total tranquilidad. Todo estaba limpio. Me alegré de que mi abuela hubiese aceptado la ayuda de los cuidadores y asistentes que le propusieron sus hijos, aunque eso fuese el principio del fin. Saqué el móvil. Estaba lleno de notificaciones.


Grupo Las gatis.

Jimena: Así que le dije al de la tienda, «Mira, quédate con la blusa tú, si es que puedes comprarla». ¿Sabéis? Y la de la tienda me dijo, «Ningún problema». ¡Ningún problema!

Cecilia: Jime, ¿puede ser que estés haciendo un mundo de esto?

Jimena: ¡NO! Claro que no. Menuda falta de educación y respeto. Odio cuando el servicio es así.

Cecilia: Oye, ¿y Aitana? ¿Dónde andas? ¿Habéis llegado ya al pueblo?

Jimena: Y más importante aún. ¿Sigue tu primo estando buenísimo?

Cecilia: ¡Jime! Que van por un tema de herencia. Todo muy turbio. Así que al menos espérate un poco para preguntar esas cosas.

Jimena: Sorry, Aitana, para cuando me leas. No te lo tomes a mal, reina.

Cecilia: Además, estoy segura de que su primo sigue estando buenísimo.

Jimena: ¡Ceci! Luego me dices a mí. Cuando nos lea Aitana nos va a bloquear. ¡Aitana! Te queremos.


El grupo seguía con sesenta y tres mensajes más y varios audios. Aitana sonrió al imaginarse con ellas. Todo sería mucho más fácil.


Grupo Las gatis.

Aitana: Aquí estoy. Ya os he leído y escuchado, que parece que os pagan por rajar. A ver, punto uno, he llegado bien. Dos, la herencia mal; mi madre y mis tíos gritándose desde el minuto uno. Y tres, ni idea del estatus de potente de mi primo, porque bueno, es MI PRIMO. Así que yo esas cosas no las puedo valorar.

Jimena: Un poco objetiva si podrás ser.

Cecilia: ¿Y con eso te quedas de todo lo que ha escrito? Aitana, me alegro de que hayas llegado bien. Lo de la herencia ya se solucionará. Y mientras, ¡intenta disfrutar!

Aitana: Bueno, algo sí tengo que contar. He conocido a alguien.

Cecilia: ¿YAAAAAA?? ¿Se caen a tus pies o qué pasa?

Jimena: No te vayas a liar con un paleto de pueblo, que luego se encariñan contigo y te quieren cambiar por varias vacas.

Cecilia: ¡Jime!

Aitana: Igual he hecho demasiado hype con eso de conocer a alguien. He discutido con un chico que está tremendo, pero era idiota así que...

Jimena: ¡Haznos un audio!


Sonreí. Hablar con ellas siempre me ponía de buen humor. Les conté con todo lujo de detalles la interacción con el chico de la fruta. Habían sido unos minutos y ni siquiera habían sido importantes, pero era lo único interesante que tenía que contar y con lo que distraer mi cabeza. Al poco recibí sendos audios de mis amigas. Jimena sugirió varias obscenidades y Cecilia preguntó que qué tal estaba el tomate. Cada una en su línea. Lo cierto es que entre una cosa y otra no había tenido tiempo de probarlo.

Con energía renovada, bajé a la cocina y lavé el tomate a conciencia. Cualquiera se fiaba de una fruta que no brillase a productos químicos. No quería coger ningún tipo de enfermedad extraña. Lo puse en un plato y cogí cuchillo y tenedor. Busqué aceite y sal entre todas las bolsas que había en la cocina y lo aliñé. Corté un trozo y lo miré. Por dentro estaba relleno, no era como los del supermercado que estaban medio huecos. Saqué el móvil y le hice una foto al plato.


Grupo Las gatis.

Aitana ha enviado una foto.

Aitana: Allá voy.

Cecilia: ¡Tú puedes! Me tienes más enganchada que Netflix.

Jimena: Es un tomate, reinas, nada más.

Aitana: Oh. Díos. Mío. Chicas. Cuando vengáis el finde tenéis que probarlo. Qué fuerte.

Dejé el móvil a un lado y me metí otro trozo en la boca. El tomate sabía. Era fresco, con la firmeza necesaria y explotaba en sabor en mi boca. Era increíble. Devoré el resto y sonreí satisfecha. El muy imbécil tenía razón.

Grupo Las gatis.

Aitana: Bueno, consideradme enganchada a estos tomates. Venderé todas mis posesiones solo por comprarme más.

Jimena: Tan bueno no puede estar.

Aitana: Como el dueño. Así está.

Cecilia: No te vayas a enamorar por probar un tomate. Si nos has contado que el chico ha sido súper desagradable.

Aitana: Era broma, chicas. No está tan bueno (el chico, el tomate sí). Solo estaba exagerando, por ponerle un poco de humor a la mierda que estoy viviendo ahora.

Cecilia: Lo sabemos, gati, no te preocupes. Un abrazo por aquí.


Cecilia se dedicó a seleccionar varios gifs de abrazos. Le correspondí conotros tantos hasta que tuve que guardar el móvil. Al parecer, a la hora de lacomida tocaba la segunda parte de la discusión. Mis tíos bajaron a la cocina,mis padres también. Mi primo estaba desaparecido. Empezaron a gritarse de nuevo.


✻ ✻ ✻ ✻

Hemos conocido a las amigas de Aitana, ¿qué os parecen Jimena y Cecilia?

¿Y qué creéis que pasará con el lío familiar?

Malditos veraneantes [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora