Capítulo 10

947 95 6
                                    

Víctor

A pesar de que mi colega Paco ya le había dicho que la acompañaba, Aitana me miraba con intensidad. No sabía descifrar bien su mirada, ¿qué era, tristeza, ruego? Sea lo que fuese, me había nombrado a mí también e incluido en la pregunta.

—Vale.

Vi que Aitana soltaba el aire más relajada.

—Gracias.

Salimos del local y escuché que grababa un audio con su móvil.

Son las cuatro y tres minutos de la madrugada, voy hacia casa con Víctor y Paco. Víctor es muy alto, más de 1,90, moreno, lleva una camiseta blanca y pantalones verdes. Trabaja en el puesto de fruta en el mercado...

—¿Qué haces? —Me ignoró.

Su amigo Paco, me saca algo menos de una cabeza de altura. Lleva una camiseta de flores y una perilla. Ha finalizado el primer año de electricidad. Me están acompañando a casa y acabamos de dejar la plaza de Villa del Valle atrás.

Vi que soltaba el botón del audio y quedaba enviado.

—¿Y eso? —le pregunté extrañado.

—¿Es para no olvidarte de nosotros? —preguntó Paco.

—No, es por si me pasa algo, que la gente sepa a quién preguntar. Es un sistema que tengo con mis amigas.

—Te lo estás inventando —dijo Paco con incredulidad.

—Qué va, mira.

Antes de su audio había otro. Escuchamos la voz de su amiga Cecilia.

Son las dos y veintisiete minutos. Voy hacia casa de Lucía en Villa del Valle. Me acompaña su primo Nathan, es...

Aitana cortó el audio y nos miró desafiante, retándonos a meternos con su sistema de seguridad.

—Si no te fías de nosotros, ¿para qué nos pides que te acompañemos? —preguntó Paco, ofendido.

—No es que me fíe o no, sino que hay muchos casos en los que los hombres parecían perfectamente confiables y luego... resultaron no serlo. Ya me gustaría a mí no tener que andar haciendo estas cosas, pero si tanto te molesta, te puedes marchar. —Aitana se fue irritando según hablaba.

—Pues ya puedes ir grabando en tu audio: «Paco se va, porque no quiere rollos con tías locas».

—No te pases —le advertí. Sabía que mi amigo había bebido, pero no era justificación.

—Además, que tu casa me pilla a tomar por culo, justo en la otra dirección.

Sin decir nada más, mi amigo se marchó. Bajé la cabeza, abochornado.

—Lo siento.

—No te disculpes. —Vi cómo apretaba de nuevo el botón—. Paco se ha enfadado por el sistema de audios y dice que se marcha. Ahora mismo va por la cuesta de camino a la plaza. Quedo sola con Víctor.

Ella terminó el audio y me miró desafiante.

—¿A ti también te parece una chorrada o un insulto? Porque si es así, ya sabes por donde puedes irte.

—No. Solo pensaba en que el mundo a veces es una mierda, nada más.

—Si solo fuese a veces... —dijo ella con voz triste.

Quise pedirle que me explicase por qué, si había algo que la afligiese en ese momento, pero no me atreví. Caminamos en un silencio extraño, no era cómodo ni tenso, simplemente era. El cielo estaba precioso esa noche, despejado y lleno de estrellas. Los grillos hablaban entre los campos.

Aitana empezó a andar extraño. La observé y vi que cojeaba. Un zapato debía rozarle. Al poco, se le escapó un quejido. «Menuda cabezota, ¿por qué no me lo dice?». Esperé un poco más. Se quitó una sandalia e intentó andar sin ella. Debió parecerle peor porque enseguida se la volvió a poner y siguió cojeando. No aguanté más.

—Ven aquí —Me agaché y le ofrecí mi espalda.

—¿Qué?

—Que te subas.

—No hace falta.

—Aitana, vas cojeando y quejándote como un animal herido.

—Puedo aguantarlo, no es la primera vez que unas sandalias me hacen herida, ¿sabes? —dijo cruzada de brazos.

—Deja de ser tan cabezota. Son las tantas de la madrugada, ¿puedes subirte de una vez para que pueda dejarte en casa y dormir un par de horas antes de tener que irme a trabajar? Porque mañana trabajo, ¿sabes?

Apretó los dientes y esperé otras de sus respuestas mordaces. En vez de eso, resopló como si me estuviese haciendo un gran favor y subió a mi espalda, pasando sus piernas por mi cintura y sus brazos por mi cuello. Continuamos el camino. Noté que reposaba su cabeza en mi espalda y suspiraba. Me sentí nervioso sin saber por qué. Solo la estaba llevando a casa, nada más.

—Aquí gira a la derecha, por favor —me indicó.

—Ya lo sé.

—Ah, ¿sí? —preguntó con curiosidad, o quizás sospecha.

—Claro, cualquiera de Villa del Valle conoce la casa de tu abuela.

—¿Tú... conociste a mi abuela? —Sentí su corazón latir con fuerza en mi espalda.

—Claro, Adelina de la Rosa, Lina para todos. Qué cabreo se pillaba cuando el cartero la llamaba Adelina —me reí con suavidad al recordarlo—. Mira, ya estamos aquí. Baja para que abra la valla.

Pero no se bajó. Me agarró con más fuerza.

—¿Aitana? —Su cuerpo estaba tenso—. ¿Qué pasa?

—No me bajes —susurró.

—No puedo abrir la valla contigo encima.

—Que no me bajes —dijo enfadada, pero noté su voz temblorosa.

—¿Estás llorando?

«Aquí está el rey del tacto. Claro que está llorando, idiota. Has hablado de su abuela, que ha muerto hace poco. Te has lucido».

—Yo... lo siento, no pretendía recordártelo. Puedes quedarte lo que necesites encima de mí.

Ella respondió cogiéndome del cuello con fuerza y sollozando con más intensidad. Sabía lo orgullosa que era y no querría que la viese llorar. Lo que no sabía ella era que a mí no me importaban sus lágrimas, solo su dolor. Y no sabía cómo ayudarla. Esperé un poco. Pensé en distintas frases manidas como «Todo irá bien», «Saldrás adelante», «Ahora la llevas en tus recuerdos», pero no dije ninguna. Eran las mismas que me dijeron cuando mi madre murió y sabía lo que dolían.

Mejor el silencio. Dejaría que fuese ella la que diese el siguiente paso.


✻ ✻ ✻ ✻

¿Qué os parece el sistema de audios de seguridad que tienen montado las chicas? ¿Tiene razón Paco al enfadarse?

¿Esperábais que Víctor conociese a la abuela de Aitana?

Aitana pasa de bajarse de su espalda, ¿por qué será?

Malditos veraneantes [COMPLETA]Where stories live. Discover now