Capítulo 3: Compartiendo con mis amigos

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Adrianne

Ya estoy en la agencia. Acabo de llegar y solo hago asomar en la entrada cuando Ivette me aborda:

—Adrianne, ¿esta es hora de llegar a tu agencia, cuando te espera tu equipo de trabajo desde hace más de media hora?

—Buenos días para ti también, Ivette.

—Buenas noches, querrás decir —saludo y responde con ironía.

Esta mujer me está provocando y no estoy para soportar las estupideces de nadie. Booker o publicista, lo que sea, no me importa. Esa etapa en que la necesitaba ya pasó y jamás necesité de ella. Ahora tengo mis contratos y siempre cumplo, así que me resbala lo que diga.

—Como comprenderás aún me siguen esperando, así que por favor, no robes más de mi preciado tiempo —le doy la espalda y sigo caminando.

No estoy para los sermones de nadie.

—¡Tan malcriada como siempre! —espeta y me giro para enfrentarla. Ya estoy harta de sus insinuaciones.

—Mide tus palabras conmigo, Ivette. Malcriada no soy, pero podría serlo. Bien sabes que estos privilegios los he ganado con mucho esfuerzo y sacrificio —mi tono no es de buenos amigos. El glamour se me acaba de ir a los pies.

—Lo sé, pero independientemente de eso, la jefa te consiente demasiado y tú te aprovechas.

—¡Por Dios, escúchate! ¡Deja de hablar estupideces! —La encaro—. Además, si me aprovecho o no, que le preocupe a ella, no a ti. Ella es la jefa y es la que me consiente según tú, así que déjame en paz o le voy a informar de tu acoso. Eso, para no tener que dañar tu rostro —abre la boca en señal de asombro—. ¡A ella tengo que rendir cuentas, no a ti!

Iba a responder, pero como me importa un comino lo que piense o diga, le doy la espalda nuevamente y la dejo con la palabra en la boca.

No me molesto en saber si me sigue o no y me dirijo al estudio donde se hará la sesión fotográfica, para la campaña del nuevo perfume de la marca. Mientras camino, voy pensando en lo que dijo la muy estúpida. Claro está que no es cierto. No me aprovecho de nadie. No sé de donde saca esa idea, puesto que ya tengo mis contratos y de ellos también se beneficia la agencia. Gano yo y gana la empresa. Ganamos todos y así sucede con cada modelo.

Es cierto que la agencia se encarga de consolidar nuestra carrera y buscar nuestros trabajos. En eso tiene razón
Pero nadie es consentido hasta no tener un estatus creado y haber conseguido lo que yo.

No es por gusto que hago las mejores campañas y mi participación en las pasarelas siempre está asegurada. Es sabido que siendo una modelo internacional de alta costura no tendría que hacer estos trabajos, ya que para eso están los modelos comerciales, pero por mi gratitud con Adelaide lo hago, a pesar de que ella nunca me lo ha exigido. Ni siquiera nunca me lo había insinuado.

«En eso tienes razón, pero te advertí y nunca me escuchas».

Esta tardó demasiado en aparecer.

Nadie pidió tu opinión y no apareciste cuando debías, así que desaparece.

Llego al estudio y allí está mi gay favorito. Mi amigo Remi, haciendo mil muecas con su hermosa cara, mientras me observa como gatito apaleado.

—¡Divina, al fin nos honras con tu presencia! —exagera su reacción y se precipita sobre mí. Es el inicio de sus payasadas.

—Ya deja de hablar con ironías, Remi. No colmes mi paciencia —mis palabras suenan como si estuviera molesta y provocan que se detenga en el acto.

—¡Uy! ¿Y ahora qué? ¿Ya te cruzaste con Ivette? Te recuerdo que tu estilista soy yo y fue a mí a quien hiciste esperar—me observa por unos instantes en que dejo mis cosas, para ponernos en función. Y luego se gira hacia donde está Travis, el fotógrafo—. Bueno, a mí y a este bombón de chocolate —añade.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora