Capítulo 31: Volviendo a latir

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Adrianne

Siento el timbre de la puerta y despierto. Recuerdo que estaba esperando a Eithan, pero me había quedado dormida. Ni cuenta me di. Al parecer estaba agotada, así que tomo lo primero que encuentro y me lo pongo.

Es un Baby Doll de encaje negro, casi transparente, que deja ver todo. Una prenda hermosa que, además, tiene una cinta para atar a la cintura, y las bragas son del mismo color. Son bien diminutas y se ven perfectamente a través del encaje.

El timbre suena varias veces. Ya estoy lista y abro sin problemas, después de ver a través de la mirilla que, efectivamente, se trata de mi diablo.

«¿Qué pretendes, mujer? ¿Acaso te volviste loca? ¿Por qué estás recibiendo así a Eithan? ¿No es que lo tenías de penitencia? ¡No eres más que una provocadora!».

La metiche comienza a cuestionar mi forma de proceder, pero la silencio mentalmente.

¡No estoy provocando a nadie!

Es lo que me digo a mí misma.

Mi diablo está de pie, frente a mí. Detalla mi cuerpo a través de la fina tela transparente y, sus ojos se centran en mis senos, bajando después hasta mi coño.

—¿Te quedarás ahí? —No dice nada, pero inmediatamente reacciona y viene sobre mí. Me abraza de la cintura y al instante busca mis labios.

Sentir su proximidad hace que mis ganas vuelvan, y más, al sentir el bulto que presiona en mi vientre, haciéndome agua la boca y lo que no es ella también.

—Eithan, por favor...

No me deja hablar y se apodera de mis labios en un beso apasionado que correspondo. Estoy tan deseosa de él que no puedo resistirme más.

Han pasado muchos días desde la última vez que estuvimos juntos y ya mi cuerpo está reclamando el suyo.

Intento separarme nuevamente, tomando como excusa su herida, pero es inútil. Es mi cuerpo quien lo reclama como suyo y ahora mismo quiere fundirse en uno.

—Eithan... —casi gimo su nombre—, tu herida, además, ya sabes que sobre esto habíamos hablado.

—Lo sé y voy a cumplir, pero solo me prohibirás esto después de eso, si es que no acierto, no antes.

—Pero es que yo...

—En cualquier momento voy a tener la respuesta a lo que quieres, y ya no tendrás excusas para seguir intentando alejarme de mí, Adrianne. Sé que lo deseas, tanto como lo estoy deseando yo. Así que están sobrando las palabras. ¡Quiero tomarte ahora y lo haré!

Afirma gruñendo contra mi oído y, su voz ronca, eriza cada centímetro de mi piel. Acaricia sus palabras como si las estuviera degustando cual un exquisito vino.

En su intento por convencerme, deja besos en mi cuello y...

¡Juro que me siento como si flotara!

La excitación comienza a crecer y me dejo llevar. Siento que muero de placer al sentir el sabor de sus labios. Placer que aumenta cuando los lleva nuevamente hasta mi oído, y susurra:

—Ponte ropa y vamos a mi habitación. ¡No digas nada y solo obedece!

Es el tono de voz ronco que me hace temblar hasta las entrañas, pero necesito ser fuerte. No puedo ceder de esta manera, así que intento oponerme.

Quiero hablar para negarme, para decirle que no puede ser, sin embargo, mi boca es silenciada al depositar su índice sobre mis labios.

—Shhh —sisea mientras me mira a los ojos—. ¡Obedece! Voy a comerte toda y no habrá nada ni nadie que me lo impida —ante el impacto de sus palabras no puedo evitar tragar grueso—. Eres mía, Adrianne. Eres mi mujer, así que en unos minutos haré que estés gritando mi nombre.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora