Capítulo 23: Muestra de Amor

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Eithan

Quiero abrir los ojos, pero no puedo. Siento mi cuerpo pesado y, por más que me esfuerzo, no lo consigo. Me quedo quieto sin intentarlo de nuevo, deben ser los efectos del medicamento.

Comienzo a recordar el impacto del auto y cómo las personas venían hacia mí. Luego de eso, solo vi oscuridad. Después me vi en el hospital.

Sentí miedo y, ante eso, comencé a pedir por mi linda. Tuve miedo de irme sin verla. Miedo de no abrir los ojos y no poder verla nunca más. De solo pensarlo me desesperé de tal forma que no me podía controlar.

Estoy así por un tiempo hasta que al fin logro abrirlos. Aún me siento un poco adormecido. Tengo un leve dolor de cabeza y mi lateral derecho duele. Llevo una de mis manos hasta él y palpo, entonces me doy cuenta de que tengo una herida.

Busco con la mirada en el espacio donde estoy y reconozco que me encuentro en una habitación de hospital. Cuando miro a un lado puedo ver a mi hermano sentado al pie de la cama, en una silla.

Se ha quedado dormido.

Hubiera deseado ver ahí a mi linda. Era lo que estaba esperando. Recuerdo haberla sentido aquí. La escuché hablarme, decirme que le robé el corazón.

Hice el intento de apretar su mano al escucharla, pero no pude y, por más que lo intenté, volví a quedar sumido en la oscuridad, pero no sin antes grabar en mi mente aquellas palabras.

Mi linda estuvo aquí. No puede tratarse de un sueño.

Sentí el tacto de sus delicadas manos sobre la mía. Necesito saber que todo fue real. Nathan tiene que saber.

Quiero preguntarle y le hablo, pero no escucha. Mi voz, aún no es lo suficientemente fuerte, así que estoy así por unos minutos más hasta que siento la fuerza necesaria para hablarle.

—Nathan —lo llamo, pero no despierta. Cosa que no es usual en él.

Nathan tiene el sueño liviano como solemos decir, pero imagino que ha estado despierto por muchas horas.

—¡Hermano, despierta! —vuelvo a llamar y da un pequeño brinco en la silla.

Se pone de pie y viene hacia mí, eufórico, como si yo hubiera regresado de la muerte.

—Bro, que bueno que despiertas. ¿Cómo te sientes? ¿Te sientes bien? —pregunta y deja un beso sobre mi frente.

Mi hermano es un tanto difícil, por así decirlo, pero la familia para él es lo más importante. Siempre hemos sido muy unidos.

—Voy a buscar al doctor. Necesita revisarte.

—Hermano, calma, por favor. Estoy bien, solo un poco adolorido —le digo al ver que da un paso en dirección a la puerta.

—¡Calma una mierda! —exclama y me saca una media sonrisa. Esas expresiones son tan típicas en él, que si no las dijera, pensaría que me lo han cambiado—. ¿Qué diablos te provoca risa? —cuestiona y frunce el ceño. Por mi parte intento no reír. Sé que le di un susto de muerte.

—No me estoy riendo.

—Nos tienes desde ayer mal de la preocupación. Ahora mismo voy a buscar al doctor.

¿Nos tienes?

Dice esto y solo quiero saber una cosa. Se pone de pie. Casi va a llegar a la puerta cuando hablo:

—Nathan, espera, por favor. Respóndeme algo antes de salir.

Creí que iba a girar dándome el frente por un momento, pero no lo hace. Solo se detiene y habla desde su posición:

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Where stories live. Discover now