Capítulo 19: Confesiones del alma

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Eithan

Ahí está mi linda, frente a mí, escaneándome con la mirada, en silencio, como esperando una explicación.

¿Y yo que culpa tengo de que esa loca y desquiciada mujer se haya lanzado sobre mí, cuando menos lo esperaba?

La demente sale del ascensor y toma el pasillo como si nada hubiera pasado, dejándome aquí, solo, en esta horrible situación.

Mi corazón parece un caballo a galope y no sé qué carajos decirle a Adrianne. No soy bueno dando explicaciones, y si le digo la verdad, lo más probable es que no la crea.

«Es que no es creíble, hombre. Y menos tratándose de la misma mujer».

Me reprocha mi conciencia que tal parece ser mi enemiga.

Sin pensarlo más, agarro valor frente a mi fiera y salgo del ascensor.

Estoy frente a ella. Observo sus ojos y no puedo ver lo que hasta hace unas horas veía. Ahora solo puedo ver una mirada fría y unos ojos calculadores, llenos de rabia.

Verla así solo hace que empeore la situación para mí. Ya bastante mal me siento y, al verla de esa manera, realmente me siento fatal.

—Princesa, no es lo que estás pensando. Esa mujer se abalanzó sobre mí cuando menos lo esperaba —no sé qué más decir. Solo digo la verdad. Soy pésimo dando explicaciones.

Llevo una de mis manos a su rostro pero no la deja llegar. La aparta con brusquedad.

—¿Se abalanzó sobre ti? ¿Es esa la excusa barata que me darás? —sus ojos me miran con rabia. Alza una ceja y coloca sus manos alrededor de su cintura—. ¿Se abalanzó sobre ti la misma mujer con la que te encontré en tu habitación, mientras te manoseaba?

—Mi linda, por favor, ten calma y escucha —pido, mientras la veo apretar las mandíbulas y por un momento temo que pueda lanzarse sobre mí. Sus uñas bien podrían rasgar la piel de mi cara—. Esa mujer es una desquiciada, amor. Hace unos días que está en este hotel, acechándome.

Es lo que sale de mi boca. Aunque lo del acecho no es precisamente cierto, lo digo. Necesito defenderme como sea.

«¿Eithan no puedes decir algo mejor? Como se nota que nunca has tenido que dar una maldita explicación en tu vida».

Es lo que pienso cuando la veo fruncir el ceño, como si estuviera cuestionándose lo que he dicho. Obviamente, lo está poniendo en duda. No hay más que ver la expresión de su rostro para entender que ya me fui a la mismísima mierda.

—Eithan, ya no diré nada más. No quiero seguir escuchando una sola palabra que salga de tu boca —espeta con rabia—. Ahora sal de mi camino que me estorbas y necesito salir.

—Adrianne, las cosas no son como piensas —trato de hacerla entrar en razón, pero no entiende.

—He dicho que salgas de mi camino. ¡Imbécil! —gruñe—. ¿Cómo tengo que decirte que no quiero seguir hablando contigo?

Habla casi a los gritos. Verla así, solo me dice que serían inútiles todos los argumentos que pudiera darle, además de que tampoco encuentro las palabras correctas para decirle.

Es por eso que me hago a un lado y la dejo pasar. Se mete al ascensor y después de marcar el número de piso las puertas se cierran.

No sé cuantas cosas siento en este momento. La desesperación se apodera de mí. No sé qué hacer para hacerle entender a mi linda que todo ha sido un malentendido. Que no existe nada entre esa mujer y yo.

Es cierto que tuvimos nuestro momento de intimidad, pero solo fue cosa de un momento y Adrianne todavía no había llegado a mi vida.

¿Quién me habrá mandado a dejar a esa mujer rogando por más?

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Where stories live. Discover now