Capítulo 24: Tarde de risas

1.9K 157 7
                                    

Adrianne

Estoy frente a Eithan, después de hablarle. Lo observo mirarme como si no entendiera lo que dije. No quiero verlo así, pero es necesario.

Necesito la seguridad de que realmente está dispuesto a todo por mí, por nuestra relación. Que realmente está intentando dejar su antigua vida si es que realmente lo está haciendo.

Quiero que me demuestre que está dispuesto a enfrentar al mundo por lo que siente. Que no es solo un juego y que después no saldrá corriendo a los brazos de todas esas mujeres con las que estuvo.

«Perdóname mi diablo, pero es necesario que hagas eso por mí».

Luego de esto, estaré en paz conmigo misma y podré cerrar esa faceta de mi vida.

—Adrianne, ¿cómo se supone que haré algo cuando ni siquiera me dices lo que es? Solo dime qué deseas y listo. ¡Lo hago!

—No se trata de eso Eithan. El que no lo sepas, es parte de todo. Necesito saber si entre todas las opciones que se te presentarán, escoges la correcta. Eso me dirá mucho de ti y es exactamente lo que necesito saber.

Lo veo hacer una mueca y prosigo:

—Si te dijera lo que es, ya no valdría la pena. Dejaría de tener sentido para mí. Si realmente quieres tenerme contigo, escogerás correctamente. Tu corazón te lo dirá, Eithan. Ese es el momento para dejarlo hablar.

Le hablo con un nudo en la garganta al ver ese brillo de tristeza en sus ojos. Agregar otro dolor al que ya tiene, producto del accidente, es demasiado. Pero no será algo que no pueda soportar.

—Estoy jodido. Ya lo veo venir. ¡Te voy a perder, mi linda! —exclama con angustia y mi corazón se hace nada, pero me mantengo firme.

—No, si eliges bien. Créeme cuando te digo que si lo que quieres es estar conmigo, acertarás en lo que quiero, así que basta de preocuparte y mejor dime cómo te estás sintiendo —busco su frente con mi mano para sentir su temperatura—. Con la payasada que hiciste, queriendo fingir que aún no despertabas, no pude preguntarte.

Hace un intento por sonreír, pero más que una sonrisa parece una mueca.

—Estoy bien. Solo me duele un poco la herida, aunque no puedo decirte lo mismo del alma. Siento un dolor inmenso en el corazón, Adrianne.

—Lo siento.

—Yo también. Pero puedes estar segura de que haré hasta lo imposible por tenerte a mi lado. Aun si no acertara en lo que quieres, quiero que tengas bien claro que eres mía y de nadie más.

—No comiences, Eithan —me quejo al ver que ni en un momento como este deja su posesividad, pero es inútil,

—Desde que te vi, justo desde ese preciso momento tienes mi marca, Adrianne.

Con sus palabras no puedo evitar tragar grueso. Esa posesividad en él, hasta cierto punto, me vuelve loca y, aunque no se lo voy a hacer saber, mi cuerpo reacciona ante ello con deseo.

«Y como no, si últimamente todos estos hombres te tienen loca».

¡Eso no es cierto! Solo he admirado el atractivo que poseen.

¡Pervertida!

—Eithan —salgo de mis pensamientos y respondo—, no tengo la marca de nadie. No soy un animal para ser marcada, así que por favor, ¡contrólate! —Le exijo, mientras siento un hormigueo en mi interior.

—Puedes decir lo que quieras, pero eres mía y de nadie más. Me robé tu corazón como un ladrón en la noche y ni siquiera te diste cuenta.

«Pero... ¿Qué diablos? Este cabrón está repitiendo mis palabras. ¿Estaba consciente y escuchó todo lo que dije? ¡Rayos!».

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora