Capítulo 25: El dilema

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Eithan

—Oye Eric, no imagines que no me di cuenta de cómo se miraban tú y la amiga de Adrianne —le hago saber que lo pillé. Y es que no ocultaron para nada las miradas.

—No viste nada. Son solo suposiciones tuyas —me quiere hacer pasar por tonto—. Aunque me gustaría saber cómo se llama.

—Se llama Camile. La muchacha es modelo, igual que mi linda.

—Sí, pude darme cuenta de eso. Es hermosa. No te voy a negar que me gustó y mucho.

«¡Ah no, eso sí que no! Este cabrón no va a meterme en problemas».

—Eric, ni lo pienses. No voy a permitir que arruines mi relación con Adrianne. Eres un loco de mierda y meterte con su amiga solo me traerá problemas con ella.

—No exageres, Eithan. Tú eras peor que yo y mírate, de lobo pasaste a ser oveja —habla con una media sonrisa de burla, y me exalto.

—¡Oveja una mierda, cabrón! En todo caso, será el macho de la oveja —suelta una carcajada—. Pero no te voy a negar que ya ese tiempo para mí pasó. Ahora toda mi atención la tiene, mi linda.

—Entonces, ¿no crees que yo también pueda cambiar? —Enarca una ceja.

—Eric, no me creas pendejo. Falta mucho para tomar eso siquiera como una posibilidad y, mientras tanto, esa niña podría beber lágrimas de sangre.

—Veremos que sucede entonces. Yo no busco, pero si me busca me encuentra —habla volviendo a sonreír de lado.

—Trata de que no sea ella la que te encuentre, o de lo contrario, ve a ver que haces, pero no quiero problemas con Adrianne. No por tu culpa.

—Tranquilo, viejo. No pasará nada. La nena es hermosa, pero yo prefiero las más experimentadas, sabes eso. Esta pequeña está descartada para mí.

¿Y se supone que debo creer en esas palabras?

Bien, fingiré que le creo.

—Bien, eso espero. Porque mi linda ama a esos dos y, el que le rompa el corazón a uno de ellos, se va a encontrar con una fiera. No quiero estar en el medio cuando eso sucede. Y no me creo el cuento chino que me vendiste.

Le hago saber que no me tragué eso de que la nena está descartada. Aunque espero que así sea, porque lo menos que quiero es tener problemas con mi linda y, aunque las cosas no están bien para nosotros o por lo menos no como yo quisiera, tampoco quiero que empeoren.

—Eithan, en un rato más me voy. Tengo un asunto que resolver y Nathan aún no regresa.

—Sí, me imagino de que se trata —frunzo el ceño—. Y así quieres complicarme la vida metiéndote con Camile.

—No es lo que estás pensando.

—Sí, claro. Haré como que te creo —rueda los ojos, pero no habla—. Puedes irte tranquilo. Ya Nathan debe estar al llegar, además, ahora no necesito nada —hablo mientras me muevo un poco y me acomodo sobre la cama.

—No, hermano, yo espero. Aunque, ¿por qué no lo llamas y así sabemos dónde está? —Me pide llamar al desquiciado de mi hermano.

Ha tardado demasiado.

—Vale.

Agarro mi teléfono y le marco. Da unos cuantos timbres y, cuando ya está a punto de caer la llamada, responde:

—Nathan, ¿dónde estás? ¿Por qué carajos demoras tanto en responder? —cuestiono y solamente escucho su respiración—. Si estás follando termina y ven. Eric está esperando a que llegues para irse.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Where stories live. Discover now