Capítulo 17: Dejavu

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Eithan

Me resisto a creerlo, pero todo parece indicar que me estoy enamorando. No puedo evitar sentir esto que estoy sintiendo. Tener a mi linda así, entre mis brazos, me llena de un placer indescriptible.

No sé si lo que siento en mi pecho es eso a lo que llaman amor, pero si es sentir que no hay otra mujer con la que desear compartir el resto de mi vida, entonces lo es. No sé si más adelante ese sentimiento cambie, solo sé que por el momento es lo que estoy sintiendo.

Esas son las cosas que siento con mi princesa.

Ayer, después de darle tanto amor, pude darme cuenta de que esas cosas jamás las sentí con nadie. Al parecer la presa atrapó al cazador, pero estoy seguro de que tarde o temprano ella sentirá lo mismo por mí.

Estoy seguro de que no está lejos de sentirlo.

Me doy cuenta de eso cada vez que está entre mis brazos. Y aunque ahora su corazoncito no quiera abrir las puertas al amor, sé que un día no muy lejano, llegará el momento y el afortunado seré yo.

No tengo ni idea de qué pudo haber pasado para que actúe de esa manera. Espero que un día me pueda contar su mala experiencia. Aunque yo nunca tuve alguna y, sin embargo, jamás sentí ni el más mínimo atisbo de amor por las mujeres con las que estuve. Fueron muchas, pero ninguna despertó estos sentimientos en mí.

Con esos pensamientos paso largos minutos en el lobby del hotel. Hoy desperté temprano y con mucha energía. Así me deja mi linda, con ganas de comerme el mundo.

Quería pasar por su habitación, pero preferí dejarla descansar. Cuando me desperté era muy temprano y sé que le gusta dormir hasta tarde. Hubiera querido acompañarla en su sueño y despertarla con una rica follada, pero aún sigue dándome la excusa de que Alexandre puede llegar de repente al hotel.

Solo de imaginar que la busque, como si aún fuera su mujer, hace que mi sangre arda en mis venas.

—Buenos días, señor.

Loana llega y me saca de mis pensamientos. Me habla sobre algunos asuntos relacionados con el hotel, mientras algunas huéspedes pasan por nuestro lado y me miran con cara de querer devorarme, incluso estando acompañadas.

Les regalo alguna que otra sonrisa, para no perder la costumbre. Loana solo niega, al ver cómo sus hombres tiran ellas, casi queriendo arrastrarlas.

No tengo la culpa de que me miren de esa manera, así que como otras veces me declaro inocente.

Pienso en Adrianne y, como si tuviera el poder de traerla con el pensamiento, la veo llegar, tan hermosa como siempre. Casi dejo a Loana con la palabra en la boca y voy hasta donde está.

Se encuentra luciendo un hermoso vestido rojo, un poco corto para mi gusto, pero no le digo nada sobre eso. Aún no ha llegado el momento de imponer ciertas reglas, y entiendo que su hermosa figura le otorga ciertas libertades al momento de vestir.

Cosa que tampoco digo no pueda cambiar.

—Hola, mi linda —la saludo y una sonrisa se dibuja en mí —. No voy a preguntar cómo amaneciste porque puedo ver que estás radiante. Estás hermosa, mi princesa —hablo queriendo dejar un beso sobre sus labios, pero sé que no lo permitiría. Estoy limitado y en situaciones como estas es cuando más odio al culpable.

«Calma hombre, que fuiste tú quien le quitó la mujer».

Me tengo que conformar con dejar un beso en una de sus mejillas. Le regalo una sonrisa al ver sus lindos ojos mirarme de la forma en que lo hacen.

—Hola, nene —casi logra que me derrita con su dulzura—. Gracias, tú también estás muy guapo.

La observo y puedo ver cómo me detalla con la mirada, hasta que la detiene en el bulto que se me marca en el pantalón. El morbo se apodera de mi mente y mi verga comienza a despertar, acentuándose más.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora