Capítulo 27: Disipando las dudas

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Eithan

Aquí está Adrianne, frente a mí, petrificada en la puerta y con una mano en el pecho. La miro fijamente a los ojos, mientras pido a gritos, en mi interior, que solo sea un malentendido entre ella y mi hermano.

Estoy sumamente agitado, más de lo que debería. Por más que intento regular mi respiración, no lo consigo y, trato de parecer lo más calmado posible, para lograr tener una conversación sin salirme de control.

—¿Me dejas pasar? —Hago la pregunta y de inmediato se hace a un lado, facilitándome el paso. Entro y cierra la puerta, quedando frente a mí.

—Eithan, ¿qué estás haciendo aquí? Se supone que tienes que estar en el hospital.

—Sí, se supone que tengo que estar allí, pero no lo estoy. ¿Y por qué no puedo estar aquí, Adrianne? —cuestiono con seriedad. Siento que mi rostro arde, pero ella guarda silencio, así que prosigo—: Ya ves, no me pude contener y vine a escuchar lo que me tienes que decir.

—Eithan, por favor, cálmate —me pide lo que en ese momento es imposible—. Tu hermano me escuchó a medias, y si viniste aquí para hacer lo mismo, entonces será mejor que te vayas.

—Estoy aquí para escucharte, Adrianne. De lo contrario no hubiera venido —trago grueso y cierro los ojos por un instante. Necesito calmarme—. ¿Dime que rayos fue lo que sucedió? Nathan no quiso decirme y por eso estoy aquí.

—Tú y tu bendita impaciencia. Ya te había dicho que mañana te explicaría todo y mírate aquí, dejándote arrastrar por los celos y la desconfianza.

—No se trata de eso, Adrianne —le aclaro, aunque no voy a negar que probablemente tiene razón—, se trata de que no sé lo que sucedió. ¿Entiendes? Se trata de que necesito respuestas a este montón de preguntas que me están carcomiendo el cerebro, y no puedo esperar hasta mañana. Mi temperamento no me lo permite, ¡así que ahora mismo me vas a decir que fue lo que sucedió!

Estoy hablando lo más pasivamente posible, y juro que estoy conteniéndome para ni siquiera alzarle la voz, aunque si no habla pronto no creo poder seguir manteniendo esta postura.

—Está bien —suspira—, ya estás aquí. Si recibir una explicación hará que te calmes y se solucionen las cosas, entonces lo haré. No quiero problemas innecesarios —hace un gesto con sus manos—. Siéntate, por favor. No tienes que estar de pie. Necesitas hacer reposo.

«Lo último que quiero en estos momentos es estar sentado, así que no lo haré. Si me siento estallo».

—Estoy bien así, Adrianne —odio llamarla por su nombre, aun cuando es mi nombre favorito—. Escucho lo que tengas que decir.

Termino de hablar y ninguno de los dos toma asiento. Ella parece un poco nerviosa, pero más calmada de lo que debería estar si la situación fuera de gravedad.

—Eithan, ya te había dicho que tengo un pasado que he intentado dejar atrás, pero al parecer me sigue persiguiendo —suelta las palabras, y no puedo entender que tiene que ver eso con lo que sucedió hoy—. Ese pasado me volvió a encontrar ayer en este lugar.

Continúa hablando y no puedo creer lo que me está contando.

¿Cómo es posible que ese desgraciado se haya atrevido a venir hasta este hotel a querer violentar a mi linda?

Si soy yo quien llega en ese momento, ¡juro que lo mato! Pero gracias a Dios, Nathan llegó a tiempo y le dio su merecido.

No puedo evitar caminar de un lado a otro, imaginando lo que hubiera podido suceder a mi linda si Nathan no hubiera llegado a tiempo. Capaz y la hubiera violentado, ¡carajo! Ese desgraciado se merecía cada uno de los golpes que mi hermano le dio, y más.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Where stories live. Discover now