Capítulo 15: Deliciosa reconciliación

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Eithan

Casi imploro, pero lo hago con gusto. Creo que nunca antes había sido tan sincero con una mujer. Nunca antes miré a ninguna a los ojos y le dije esto. Siempre hice lo que quise y nunca di explicaciones a nadie, porque quien siempre tuvo el dominio de cada cosa que pasó en mi vida amorosa, fui yo.

Sin embargo, con mi linda es distinto. Con ella siento esos deseos de luchar por lo que tenemos que jamás sentí con otra. Me importó una mierda cada cosa que pasó y las rupturas las veía como parte del proceso. Pero esta vez la diferencia es abismal. Simplemente...

Con ella lo quiero todo.

Y con esa idea fija en mi mente, la veo dudar. Advierto en sus ojos que intenta creer en mis palabras. Sé que quiere darme el beneficio de la duda y por un momento la veo vulnerable.

Vislumbro la brecha que inconscientemente me está dando y como cualquiera en mi lugar hubiera hecho, no la dejo pasar.

Aprovecho para abrazarla contra mi pecho. Huelo su cabello. Su aroma me enloquece. Ese olor a jazmín me hace nada. Eso y sus labios son mi locura. Dejo un cálido beso en su cuello y se deja hacer, entonces comprendo que tengo carta abierta para convencerla a mi manera.

—Te pido perdón por todo lo que estuvo mal. Empezando por haberle permitido entrar a mi habitación. Por eso, pero sobre todo, por las lágrimas que derramaste como consecuencia de esta confusión. Esa ha sido mi única falta, mi linda, porque te juro que serte infiel, jamás pasó.

Cada palabra fue dicha en su oído, mientras sentí cómo su cuerpo se estremecía. No ha dicho absolutamente nada, sin embargo, no necesita hacerlo.

Su silencio es un SÍ con letras mayúsculas.

Que no haya hablado, pero que, sin embargo, me haya permitido abrazarla, ya me lo había dicho a gritos. Jamás me lo hubiera permitido si ya no lo hubiera hecho.

Está claro que me perdona el haber pasado por tan mal momento.

Aprovecho para dejar otro beso en su oído. Llevo el lóbulo a mi boca y lo acaricio suavemente con mi lengua. Ya mis manos están en su cintura y la siento vibrar entre mis brazos.

Cada caricia que hago parece hacerse en el lugar exacto. Siento el deseo. Ese deseo que nos consume a los dos y por el cual no soy capaz de renunciar.

Es gratificante, pero quiero mucho más. No me conformo solo con sentir lo que puedo despertar en su piel. ¡Lo quiero todo! Así que busco su boca en un beso descontrolado que corresponde.

Mi linda me besa, cuando tuve miedo de que quizás no lo hiciera.

Cuando me doy cuenta, mis manos están sobre su trasero. Lo masajeo, lo aprieto una y otra vez, mientras sigo prendido de sus labios, disfrutando de la danza que bailan nuestras lenguas.

De un rápido movimiento la levanto hasta dejarla en mi cintura. Sus piernas rodean mis caderas y sus tetas deliciosas, quedan justo frente a mí.

En esa misma posición y, tomando nuevamente sus labios, camino hasta la pared más cercana. A pesar de tener piernas fuertes, busco el apoyo que necesito, ya que no pretendo abandonar la pose hasta después de hacer lo que quiero hacer.

Mientras me muevo no hago más que pensar en esas tetas hermosas y en estos deseos de chuparlas, una y otra vez, como lo hace un bebé con su caramelo. Jamás tendría suficiente de esto.

Ya la tengo contra la pared y, ahora que estoy donde quiero, hago lo que tengo que hacer.

Tomo la parte superior de la bata con las dos manos mientras se sujeta con fuerza de mi nuca. Tiro de ella hasta que queda descubierta casi hasta el ombligo, mostrando ante mí lo que estaba tan deseoso por ver.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora