POV - ABRIL SALVAT

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BRINDA CONMIGO

Estaba temblando, viéndolos correr de un lado a otro con sus batas blancas

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Estaba temblando, viéndolos correr de un lado a otro con sus batas blancas. Sus gritos llegaron a aturdirme, «la anestesia no funcionó», «la anestesia no funcionó». Sentía una carga en la cabeza. Verme de niña en esa camilla, era estremecedor. «Mamá... mammmmmaaá», gritaba desesperada y de la nada, Leonardo acalló la histeria colectiva de los doctores. Había ido a salvarme, o eso era lo que imaginaba. Inmutado, hizo caso omiso de mi dolor y pidió que continuaran, aunque la anestesia no surtiera efecto.

La presión en mi cara, el dolor, la sangre y la desesperación, afortunadamente no duraron mucho. Al cabo de unos segundos me trasladaron a una habitación blanca y acolchada, y mi yo niña comenzó a llorar. Había perdido mucha sangre y al final, casi, cuando estaba a punto de desmayarse, chocó con otra niña.

—No tengas miedo —me dijo la voz de la pequeña—, ¡estarás bien!, no llores más —me consoló, apretando mi mano con cierta complicidad, como si conociera cada detalle, como si no fuese la primera vez dentro de esas paredes acolchadas y pudiera, de cierta forma, darme seguridad. Por alguna razón, mi yo niña, dejó de llorar y ahí... un ruido peculiar empezó a perturbar a todos los chiquillos, que se llevaron las manos a los oídos hasta que desperté, y de nuevo estoy en la cama del internado, con el corazón acelerado. Lo que me despertó de la pesadilla fue la voz de Shantal y los golpes que le daba a mi puerta. No fue nada agradable, al principio me asusté, hasta que su ronca voz hizo que la reconociera.

—¡Venga! ¿Has mirado la hora?

—¿Brindas conmigo? —Shantal está ebria, y quiero decirle que no, que a la única persona pasada de tragos que puedo soportar es a mí, pero me quedo callada—, Buenas noches simpática —comenta caminando hacia la ventana.

—¿Te encuentras bien?

—Define qué es estar bien —responde Shantal y quiero decirle que desde hace un tiempo no sé qué es estar bien, pero prefiero el silencio—. Entonces brindemos por estar atrapadas —murmura en vista de mi falta de respuesta.

—¿Qué clase de brindis es ése? Bueno... uno que combina contigo, desaliñada, ebria y tomando vino de la botella ¡qué horror! —Intento hacerla sentir bien y le saco una sonrisa que se le borra de inmediato.

—Si lo analizas bien, es un brindis real. ¿Te sientes encerrada, no? Es un brindis que dice que estamos jodidas y que la vida pesa menos si empezamos a aceptarlo. —Se voltea a mirarme y sus ojos verdes están a punto de ceder ante las lágrimas, pero se contienen.

—¿Por qué no vas con tu novio? Quizás sepa cómo hacerte sentir mejor. Yo no soy buena para dar consejos —aclaro medio brusca, pero es la verdad.

—Porque la única que puede responderme eres tú. Así que dime... ¿Qué es lo que me pasa contigo? ¿Por qué siento lo que siento cuando estás cerca de mí? Lo único que tenía que hacer era mantenerme lejos y mírame...

Quinientas veces tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora