POV - SHANTAL BRACOVICH

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LA FRATERNIDAD

No paraba de llover, pero Abril se fue a correr

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No paraba de llover, pero Abril se fue a correr.

Los días que siguieron desde que retornó de su viaje, eran similares. Todas las tardes después de la última clase se iba a trotar. Yo, la esperaba en el mismo sitio, cada vez que se iba. Tardaba treinta minutos, máximo una hora. Esta vez llovía y llevaba retraso.

Algo no estaba bien, así que fui a buscarla.

No sé cómo lo hice, pero llegué justo a tiempo. La llevé al bunker y no podía sostenerse. Iba a lanzarse en la cama, pero la detuve. Le quité la ropa y dejó de rehusarse. La metí en la ducha, y abrí el agua caliente. Traté con todas mis fuerzas de no observar su costilla destrozada, pero no pude dejar de mirar la sangre que le corría por el labio inferior. Le limpié con suavidad y ella se mantuvo inmutada. Tenía la mirada perdida y aunque las heridas eran notorias, no se había quejado ni una vez. Me hubiese gustado saber en qué estaba pensando.

—¿Cómo sabías dónde estaba? —Abril hizo un esfuerzo por parecer tranquila.

—Porque cada día corres en línea recta por el mismo camino, nunca cruzas, tampoco te desvías, siempre es la misma ruta.

—¿Me espías?

—Te cuido.

Intenté limpiar con jabón la herida de su costilla, y noté como aguantaba el dolor mordiéndose el labio para evitar gritar.

—Gracias, me salvaste con estilo. —Sonríe.

—Gracias no. Me debes una y ya sé qué pedir. —Le devolví la sonrisa mientras le lavaba el cabello porque de verdad necesitaba una dosis triple de shampoo.

—Te debo una. Así que solo pide. ¿Qué quieres?

—Dada la situación y el tiempo que llevas sin hablarme, quizás podría aprovecharme de ti —susurré en su oído y logré mi cometido: Abril sonrió y metió su cabeza bajo la ducha, así que aproveché para darle la vuelta y limpiarle la espalda.

—¿A qué ya no te parezco tan débil después de todo?

—Nunca me has parecido débil, pero no quisiera que volvieras a arriesgarte así ¿Sabes por qué corría? —La expresión de Abril cambió y de nuevo estaba seria.

—¿Porque estás cansada del encierro?

—Lo hacía para calmar mis ganas de perdonarte, pero dadas las circunstancias. —Dejé de oírla para concentrarme en sus labios.

Bien. ¡Por fin!

—Pensé que nunca volverías a besarme. Lo sien... —Antes de poder disculparme Abril me silenció con otro beso.

—Soy yo la que lamenta haber tardado tanto. Si te sirve de consuelo, ha sido una tortura dormir contigo cada noche sin poder abrazarte —No la dejo terminar y esta vez soy yo quien busca sus labios disfrutando su cercanía. A regañadientes me aparté para continuar aseándola, y Abril aguantó el baño hasta que no pudo más y con su voz de cansancio casi me imploró—: ¿Podríamos salirnos? Creo que ya estoy limpia.

—Tú mandas, guapa. —La saqué del baño con cuidado.

Prendí la calefacción y, al cabo de unos segundos, estábamos sobre la cama de Demian. Seguía lloviendo como si el cielo estuviera en cólera. Le preparé un té y me apresuré a buscarle una pastilla y a curarle las heridas.

—Te quitará el dolor. —Se la acerqué.

—Gracias por llegar justo a tiempo.

—Agradéceme cuando termine de curarte —contesté.

—Auch... ¡Duele! —se quejó.

—¿Abril Salvat siente dolor? Eso sí que es novedad.

—Cuando descubra quién fue...

—No pienses en eso, necesitas descansar —Le acerqué la taza de té y luego de tomárselo se quedó dormida.

Cuando vi que la atacaban no importó ser buena o mala, solo quería asesinarlos. Ni una lágrima, ni una señal de fragilidad. La idea de que pudieran hacerle daño hizo que pensara en frío. Prendí su moto porque mi cerebro se activó para esa acción. Pude ver todo rápido, preciso y eficaz. La encendí en el primer intento como si hubiese nacido para eso. Nunca había manejado, pero mi mente de nuevo, sirvió a lo que le pedía. Tomé el control y aceleré. Sabía exactamente lo que tenía que hacer.

Los vi de lejos y accioné. Podía haberlos matado, mi mente estaba preparada para hacer justicia y mi alma lo aceptaba como si matar fuera normal. Quería acabar vidas, quería depurar.

Me calmé cuando tuve que bajarme de la moto y mostrarle mi verdadera cara. Me quité el casco con impotencia, pero en el fondo quería que me viera, que se decepcionara viendo una mente de asesina. Ella bajó la mirada, apenada, sin saber que la que sentía vergüenza era yo. Mis pensamientos se detuvieron, decidieron no fastidiarme. Necesitaba auxiliarla, ser su apoyo, estar con ella y de cierta forma, su amor trajo a la otra Shantal, la que es buena y de la que Abril está enamorada.

Quinientas veces tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora