To run

271 23 2
                                    

Shu se encontraba corriendo por la acera. El sudor bajaba de su ser, deslizándose con suavidad por su frente y parte de sus brazos cayendo sobre el pavimento donde sus pies, cubiertos por las suelas de sus zapatos, mantenían un trote constante. Claro que no por ello se detuvo.

Estaba acostumbrado a aquella rutina. La que demandaba levantarse temprano para entrenar sin perder un sólo segundo, debía aprovechar el día, necesitaba hacerlo y como suelen decir, al que madruga, Dios le ayuda.

Además, independientemente de todo esto, correr era una práctica bastante efectiva para compensar y relajar los pensamientos intrusivos que de repente, sin saber muy bien porque, empezaban a atormentarlo hasta en sueños.

Podría decirse que Dios realmente le estaba ayudando.

Con esfuerzo físico los podía mantener a raya. Enfocándose en otras cosas podía olvidar. Pero, ¿Qué pasaba cuando se detenía un segundo?

Una avalancha, eso pasaba. Una avalancha que gustaba de sofocarlo, de revivir una y otra vez entre su oleaje la inconfundible imagen de la persona más importante para él. La imagen de su mejor amigo.

La imagen de un carismático ser que tenía la dicha o desgracia de llamar amigo. La imagen que le traía tanto felicidad como un sentimiento amargo de nostalgia y culpa.

Ya no sabía qué le pasaba. No supo desde cuándo empezó a detestar esa palabra que le mantenía tan lejos de Valt pese a ser solo eso, una palabra, muy cliché quizá, pero que significaba un gran bache en lo que él quería ser para el peli azul.

Por esos días incluso empezó a evitarlo. Porque temía el descontrol de sus emociones. Temía lo que podía hacer cuando lo viera. Temía de la lujuria exorbitante que crecía en su interior y ardía por él. Temía a sus deseos, a la calidez abrasadora que su corazón desbordaba cuando Valt estaba cerca.

Estaba tan asustado que recayó en correr para aclarar sus ideas.

¿Pero qué pasa cuando en medio del camino te encuentras con aquel que hace tus sentidos flaquear, con aquel que roba tus suspiros así como horas de sueño? Y aunque Valt no tenía ni la menor idea, y tampoco lo había notado, Shu sí que lo hizo.

Y sintió cómo su mundo se detuvo.

Valt estaba durmiendo plácidamente sobre el césped. Cerca del árbol donde solía entrenar hasta cansarse. Supuso que eso mismo había pasado esta vez, porque su amigo había tenido el descuido de bajar la guardia en un lugar abierto.

¿Qué tal si lo secuestraban? ¿Y si lo picaba un insecto o un malhechor venía para asaltarlo aprovechando que estaba tieso como un tronco? ¿Y si se llevaban a Valtryeck? Santo drama que se armó la última vez que perdió de vista a su compañero.

Shu no podía dejar que alguno de esos escenarios se hiciera realidad.

—Valt, levántate—y pese a su terror y el latir desenfrenado de su pecho se acercó a él para ayudarlo. Porque sus problemas quedaban en segundo plano cuando se trataba del Aoi.

Aunque no estuviera con él siempre, lo estaría cuidando de todos modos. Porque quizá no era una amistad a la que podías recurrir todo el tiempo, tal vez no era la clase de persona que te acompaña en estupideces, pero al menos podía asegurar que Shu iba a estar cuando la caída fuera realmente dura, y siempre encontraría el modo de levantarlo. Le iba a aconsejar lo que era mejor para él,  aunque no aprobara sus ocurrencias, siempre vería por su seguridad, por su felicidad, y bienestar sobre todo lo demás.

Porque así era Shu. Y con ello ambos estaban bien. Eran diferentes pero se entendían lo suficiente. Si no, ahora no estarían juntos.

—Cinco minutos más, mamá…—musitó el chico entre sueños, girándose para quedar de espaldas sobre el suelo y boca arriba.

Shu se sorprendió por ello, pero no desistió de sus intentos aún así.

—Claro que no, ya párate. Y yo no soy tu madre—aclaró, volviendo a mover su cuerpo.

—Shu…—escuchó, y por acto reflejo se detuvo en seco. Los labios del menor se movieron para simular una ligera sonrisita que dejó al albino desarmado por esos instantes—. Siempre estás aquí… Eres como un ángel guardián…

Claro que Shu no había esperado eso. Imaginó que por el sueño Valt estaba diciendo incoherencias. No sería nada raro, conocía muy bien a su amigo. Y con la situación la deducción era obvia.

Pero aunque sus sospechas fueran verdaderas, no supo por qué se sintió tan halagado ante eso. Incluso el palpitar en su pecho se intensificó considerablemente.

Valt había dicho una tontería que por primera vez le hizo sentir más especial de lo que le molestó.

A lo mejor se le estaba pegando su estupidez. Por un momento se sintió tan tentado de tener a su amigo ahí, completamente indefenso, ignorante de lo que estaba pasando a su alrededor ante el cansancio de una pesada rutina que al final pudo con él más de lo que iba a admitir.

Y Shu tal vez no era diferente. ¿El dolor en sus músculos por el maratón era el que no le dejaba tranquilo y lo hacía actuar de esa forma? ¿Se debía a eso precisamente que ahora tuviera tantas ganas de acercarse a Valt no de una manera muy "amistosa"?

Y este impulso fue lo suficientemente grande como para desglosar la curiosidad de ver… qué pasaría si intentaba besarlo.

No sé lo pensó mucho. No podía pensar de hecho, ¿Qué necesitaba pensar? Pensar no servía en ese momento cuando su cuerpo se inclinó sobre Valt, y alcanzó las manos del chico para entrelazar sus dedos.

La suavidad de su piel chocando con la suya le hizo sentir la magia de un paraíso terrenal. Sus pómulos antes pálidos empezaron a colorearse con el suave arrebol carmesí del ocaso. Se sintió ansioso, feliz, y con algo de adrenalina y éxtasis. Era un sentimiento extraño de explicar cuando su vista se mantenía sobre los labios de su mejor amigo.

Su respiración se volvió pesada, al compás de que tanto se iba acercando a su objetivo. Sus ojos empezaron a cerrarse siendo esclavos de una abrigadora fatiga, claro que no se molestó.

De hecho, fue más molesto ver cómo, aún teniéndolo tan cerca, no hizo nada.

Porque por un instante el miedo reinó cada vértice de su ser. Se sintió como una persona vil y despiadada, porque se estaba aprovechando de Valt, de que  no sospechaba nada, de que no podía hacer nada, de que confiaba en él ciegamente.

Estaba abusando de su amistad.

—"Yo no soy bueno…"—pensó, cuando suspiró y se quitó de encima suyo, acostándose a su lado sin soltar sus manos que muy a fuerzas mantenían el agarre con uno de sus meñiques—, "pero no puedo hacerte esto a tí…".

Porque mientras Valt no diera su consentimiento a aquellas emociones vehementes que crecían cada día más en su interior, entonces él no podía hacer nada.

Porque sin importar cuánto fuera a amarlo…

No podía hacer nada para que todo lo anterior fuera recíproco.

Y en ese instante lo único que pudo hacer fue quedarse con él a esperar que despertara para poder volver juntos a casa cómo era habitual. A pasar los minutos sobre ese sitio con el silencio de la calle de extremo a extremo, a soportar que de vez en cuando hubiera algún insecto que quisiera reposar sobre él y pasarse de listo.

A cuidar de Valt incluso si eso traía aquellos tormentos de regreso a él, incluso si eso le llevaba a tomar una decisión casi desesperada.

La de irse.

Porque tal vez así se sentiría mejor. Tal vez eso sería lo mejor para los dos.

Esto ocurre días antes a qué Shu aceptará la invitación de los Rallings para ir a Estados Unidos.

𝐂𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚𝐦𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 [one shots/Shalt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora