Predestinados nunca encontrados.

481 41 11
                                    

Él siempre estaba ahí y viceversa. El mundo se empeñaba en hacer posible el encuentro entre ambas almas, encuentro que hasta día de hoy jamás había ocurrido.

La primera vez que lo intentaron fue cuando ambos chicos eran niños.

Valt Aoi, desde pequeño demostró un carácter simpático ganándose rápidamente el afecto de las personas; Shu Kurenai, por su lado, era muy poco sociable debido al poco contacto que tenía con sus progenitores, es decir, no estaba acostumbrado y mil veces prefería quedarse en el aula a tomar una siesta mientras los demás salían a jugar al patio.

Alguna vez en el jardín de niños la pelota que Valt llevaba en manos se fue rodando muy rápido como para que fuera fácil alcanzarla. Anduvo tras ella hasta llegar al salón de clases y justamente en la puerta el objeto se detuvo, pegando un golpe muy leve al vidrio, sin llegar a romperlo pero lo suficientemente ruidoso como para llamar la atención de quien se encontraba adentro.

Ese fue el primer y único intercambio de miradas entre ambos.

Mientras la del Aoi reflejaba curiosidad la de Shu estaba empañada por el miedo y la inseguridad. De repente el sólo hecho de que alguien lo hubiera notado le resultaba incómodo y muy estresante. Finalmente Valt entendió que era mejor darle su espacio o tal vez era un chico extraño  y se dió la vuelta sin más.

Ambos pasaban sus días de infancia en el mismo jardín, ambos estaban en la misma aula y escuchaban los mismos cuentos que su profesora les contaba a una hora predeterminada. Sin embargo, sus presencias no eran tan relevantes para ninguno de los dos.

Finalmente pasaron la época de juegos y llegaron a la escuela básica. Nuevamente el destino intento enmendar sus caminos, está vez coincidiendo tanto en la misma aula como en un juego que poco a poco empezaba a ser la mayor pasión de los chicos.

La popularidad azotaba al ahora cambiado Shu Kurenai, nombrado como uno de los mejores bladers de Japón. Por otra parte, Valt a penas era un novato con talento nato en el Beyblade, que surgía de entre las sombras y sacudía los lugares hasta posicionarse entre los semifinalistas de los torneos.

Sus nombres chocaban con constancia en los duelos, pero siendo que ambos estaban tan distraídos jamás se habían dado cuenta.

Shu viajo a Estados Unidos para continuar su futuro en el Beyblade aceptando una invitación para unirse a los Rallings Bulls, pues realmente no había nada que le impidiera lograrlo. Mientras Valt se desplazaba a España, lugar de origen del campeón mundial a quien conoció básicamente dos días después de que llegó, estableciéndose en su nuevo equipo y hogar temporal, persona que comenzó a idólatrar desde su primer duelo.

Sus intentos por juntarse continuaron arduamente; tuvieron encuentros en duelos amistosos, también durante la copa mundial e internacional de bladers, dónde Shu compartía una nueva imagen al público. Un blader que había salido desde las selvas de México, en el misterioso Snake Pit.

Incluso cuando Valt termino cumpliendo su tan anhelado sueño de convertirse en el número uno del mundo.

Poco después también pudieron encontrarse gracias a Aiger, un blader prometedor que a penas daba un paso a ese mundo pero en quien Valt tenía grandes esperanzas puestas y Shu por Fubuki Sumiye, un joven que conoció a su regreso en Japón. Unos años más tarde gracias a Drum Koryum y podría seguir mencionando los diversos encuentros que tenían pero que jamás llegaban a notar.

Ahora, después de tantos años, Shu pasea por las calles indiferente de lo que pasa alrededor suyo. Ahora es el director de un prestigioso equipo en quien tiene puesta su fé para ser seleccionados en la liga mundial de ese año.

Entonces entra en una cafetería cercana al lugar dónde actualmente está viviendo. El ambiente de el establecimiento es hogareño, te inspira confianza y con una sonrisa se acerca hasta la barra para pedir un café y algo más para desayunar. La señorita detrás de la misma le sonríe y promete traer su pedido en unos minutos ofreciéndole que espere sentado en alguna de las mesas repartidas por el local pues ese día no había mucha clientela y podía darse esa libertad.

Shu se sienta en la barra más cómodamente a esperar su café, después de todo, a penas recibirlo planea irse de ahí; su pupilo, Fubuki Sumiye, debería estarlo esperando en el gimnasio de los Rallings Bulls y no quería hacer su estadía más duradera.

Él siempre ha estado ahí y viceversa. Son dos almas íntimamente conectadas pero al mismo tiempo ajenos uno del otro.

Mientras juega  dando golpecitos con sus dedos en la madera de la barra, a su lado se encuentra él. Está vestido con camisa blanca y un chaleco color negro sosteniendo una gabardina blanca y como cereza del pastel un moño complementa su look. Nunca a Sido alguien de usar ese tipo de ropas tan formales, sin embargo, está vez había hecho una excepción rememorando lo que había dicho Cristina antes de salir.

—debes verte presentable, no como un niño de preescolar.

No entendía que había de malo en la camisa estampada con un dibujo de Bob esponja, la misma que había elegido para usar ese día. Igualmente termino por hacerle caso pues no quería tentar al diablo.

El vaso que sostenía en sus manos completamente vacío cae al suelo, pero Shu parece darle el avión mientras su contrario se agacha a recogerlo.

—¡Valt! ¡Ya es hora de irnos!—escucha una voz de mujer que grita un nombre.

—¿Qué? ¿Tan rápido? ¡Ya voy!—exclama la persona a su lado, dejando el vaso justamente a lado de Shu mientras empieza a correr hacia la puerta del establecimiento. El albino encuentra la voz del dichoso chico algo molesta, pero es un pensamiento efímero y rápido se desvanece de su mente.

Aún cuando permanecían totalmente ajenos uno del otro, podían sentirse cerca. Sabían que alguien estaba todo el tiempo con ellos, sabían que si volteaban la vista aunque sea un poco podían llegar a verlo pero igualmente no lo hacían.

Tal vez era ingenuidad, indiferencia o simplemente no contaban con la observación de su entorno que presumían tener.

En aquel momento, el vaso volvió a resbalar justamente cuando él volteaba su rostro hacía la puerta y la campanilla sonaba.

Se quedó mirando está durante unos segundos, sintiendo una extraña fuerza que le pedía levantarse de dónde estaba y correr, pues había algo ahí que necesitaba ver.

—aqui está su café…—anunció la joven entregando su pedido en las manos del albino.

Después de pagar salió de ahí, y dió un vistazo a ambos lados de la acera para asegurarse de que no estuviera imaginando nada.

—creo que debería dormir más…—pensó dando un sorbo a su bebida y la espalda a la dirección en que se había ido él.

Estaban conectados por un vínculo mucho más fuerte que la sangre y el destino trabajaba arduamente para lograr unirlos. Sin embargo una fuerza contradictoria impedía poder verse mientras se daban la espalda y continuaban su vida por caminos distintos aunque con un mismo objetivo.

Eran dos predestinados nunca encontrados que el destino ya se había cansado de juntar.

𝐂𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚𝐦𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 [one shots/Shalt]Where stories live. Discover now