No te dejaré

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A raíz del sonido del metal chocando en el estadio y posteriormente una explosión, las voces del público a su alrededor se alzaron eufóricas. Todos emocionados por el recién combate presenciado.

—¡Shu Kurenai nos deleita con otra victoria rápida! ¿¡Alguien le pondrá un alto a este blader!?—exclamó el comentarista, mientras Shu alzaba una de sus manos de forma triunfal, antes de salir del escenario como normalmente, serio y a paso tranquilo.

Teniendo detrás a varias personas que gritaban su nombre en señal de apoyo y admiración. Era un sentimiento agradable, sin mencionar el sabor de haber ganado una batalla más. Lo que le decía que al final sus entrenamientos forzosos habían valido la pena.

—¡Okey, amigos! ¡¿Listos para el siguiente duelo...!?

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Una vez cruzó la puerta del escenario, suspiró lo más aliviado que pudo. Se quedó en esta un par de segundos para después avanzar, apresurando más sus pisadas, casi como si estuviera corriendo. La desesperación era palpable en su mirada mientras apretaba con mínima fuerza su estómago, el cual, le empezaba a producir un dolor infernal.

Salió directamente a los baños del lugar, entrando casi de una patada y cerrando la puerta de un golpe. Se inclinó en el suelo del cubículo y fue en ese momento que no pudo soportar más el peso de las arcadas que venían molestando desde la mañana, echando a las aguas del retrete todo su desayuno.

Tosió un par de veces, mientras el dolor de estómago se aliviaba de a poco; tal vez eso era lo que le faltaba, vomitar justo como había hecho los últimos tres meses.

Suspiró entre cortado, su corazón latía velozmente debido a la impresión que le había causado, a los impulsos de su cuerpo por sacar parte de su comida. La sensación hacía arder su garganta, y le dejaba un pésimo sabor de boca.

Pero eso no era lo peor, sobre todo lo que pudiera sentir en ese momento, resaltaban las emociones que en el fondo apretaban su pecho. Dolía y quemaba más que las brasas al rojo vivo restantes de una fogata, tortura infernal, melancolía desgraciada que le hacía querer llorar en ese instante. Quitaba el sabor de cualquier dulce victoria.

No era una sorpresa que se sintiera así. No era impresionante saber de aquella soledad angustiosa, que no le dejaba dormir en las noches porque su mente caía en la piscina de los recuerdos tormentosos.

No era una sorpresa que incluso en momentos así él fuera la única figura que recordaría.

Él y sus palabras que ahora, parecían la más cruel de las bromas.

Te amo, Shu...

"aquí viene de nuevo...".

Sabiendo porqué, se dejó caer en el suelo, dolido, sintiéndose humillado, usado, traicionado... y con las lágrimas ya cayendo de sus ojos.

Odiaba llorar, pero en esos momentos esa era su única salvación.

—Valt...—murmuró entre sollozos, mientras una de sus manos iba a caer sobre su vientre y dejaba en él un par de caricias suaves—. Maldito idiota...—masculló, mientras sus ojos se iban oscureciendo.

Suena irónico, ¿No es así?

Pasó un rato de esa forma, hasta que finalmente el sentimentalismo fue erradicado y se sintió mucho mejor, desahogarse era lo que necesitaba. Salió de aquel cubículo, agradeciendo que en todo ese rato no había entrado nadie, y se desplazó hasta los lavamanos. Tomó un poco de agua en sus palmas y está misma la repartió por su rostro, tratando de quitarse las marcas de lágrimas o la expresión demacrada que cargaba pesadamente.

𝐂𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚𝐦𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 [one shots/Shalt]Where stories live. Discover now